xviii.

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Mireya había perdido de vista a su hermano en medio de todo el caos. Había perdido todo de vista cuando la agarraron y la ataron junto a Grace y Jake.

El fuego ya había empezado a calcinar el árbol madre, las raíces no aguantarían mucho más, se dio cuenta. Bajó la cabeza, negando que todo aquello estuviera pasando.

A la Sully le quemaban los ojos, parecía que le habían echado ácido sobre la cara. Aguantó la respiración, rezándole a Eywa que no dejara caer el gran árbol.

Escuchó el sonido de la madera al romperse y levantó la vista todo lo rápido que pudo, como si así pudiera evitar que el árbol cayera.

Pero ella no tenía ese poder.

El árbol madre cayó al suelo, permitiéndole al fuego acabar con él y a los humanos hacerse con lo que habían ido a buscar.

—Si de verdad eres de los nuestros —estaba diciendo Mo’at—, ayúdanos.

La Tsahìk cortó las cuerdas que retenían a su hermano y el corrió, luego las soltó a ella y a Grace. La doctora corrió a ayudar a algunos niños que había cerca.

—Ayúdanos a terminar con esto —le pidió Mo’at—, y yo misma me encargaré de que tú y Tsu’tey viváis bien.

Mireya solo pudo asentir. ¿Cómo es que ella lo sabía? Se prometió preguntarle más tarde, por ahora, solo ayudaría mientras que no la sacaban a la fuerza de la cápsula, otra vez.

Cogió a niños en brazos, ayudó a todo aquel que se lo pidiera —incluso a los que la rechazaban—, separó a un buen grupo del árbol madre y de sus alrededores antes de encontrarse con Tsu’tey.

Ella vigiló que los que había ayudado siguieran moviéndose, lo hacían, así que se permitió mirar a su amado. Él abrió la boca para decirle algo, pero ella habló antes:

Te amo —susurró y cayó al suelo, desconectada a la fuerza de nuevo.

Tarde o temprano, tienes que despertar.

[𓂃]

—¡Hija de puta! —gritó Myr cuando la empujaron dentro de la misma celda que la doctora, su hermano y Norm.

La mujer de pelo negro puso los ojos en blanco y se ajustó la pistola al cinturón.

—¿Están todos dentro? —preguntó Quaritch entrando en la habitación.

—Sí, señor.

—Te favorece mucho que yo esté aquí, ¿verdad KJ? —inquirió Mireya adoptando un tono bastante más frío.

—¿Y qué si me favorece, Mireya? Tú no puedes hacer nada —respondió con una sonrisa felina.

La Sully golpeó el cristal en un arrebato de ira. La mujer la miró con decepción y una chispa de gracia brillando en sus ojos claros.

—Podrías hacerte daño, querida.

—En el momento en el que salga de aquí, estás muerta —amenazó. La mujer volvió a poner los ojos en blanco—. Recuerda mis palabras, ¿o te gustaría terminar como el traidor de tu padre?

—No lo metas en esto.

—Tarde, cariño —susurró clavando sus ojos en el cuello de la mujer, pensando en lo mucho que le encantaría poder desgarrarlo ella misma—. Tú habrías hecho lo mismo —sentenció.

I See You || Tsu'teyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora