xii.

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Mireya ladeó la cabeza en un espasmo. Ahora vería cuanto le costaba a ella domar un ikran.

Bajó del escalón de roca en el que estaba, dispuesta a que algún reptil se decidiera a plantarle cara. Mantenía la cuerda que le había entregado su mentor firmemente sujetada.

La Sully hizo contacto visual con varios ikranes, algunos rugían, otros salían volando, pero ninguno se decidía a escogerla.

Ella caminaba despacio, tanteando la roca que pisaba. Casi al llegar a la mitad de la submeseta empezó a temblar. ¿Y si ninguno de los reptiles creía que era apta? ¿Dónde la dejaba eso? ¿Acaso Tsu’tey había mentido sobre lo que había dicho? ¿No estaba lista?

Apretaba la cuerda con tanta fuerza que supo que su piel se había hecho un poco más clara en los nudillos, se mordía el interior de la mejilla con la esperanza de hacer que el tiempo pasara más rápido. No funcionaba, de hecho, parecía ralentizarse.

Cuando estaba a punto de rendirse y volver al escalón de roca con una vergüenza de mil demonios encima, un ikran violeta se plantó delante de ella con un rugido.

Mireya se dio un segundo para admirar al ikran antes de colocar su cuerpo en pose de defensa.

—No voy a decepcionarte —susurró.

El ikran se abalanzó sobre Mireya, con intenciones de matarla como fuera posible. Ella respondió saltando sobre su cabeza e intentando evitar que la lanzara hacia cualquier lado.

Lo cual hizo. El reptil la lanzó hacia atrás, hacia donde estaban los nativos y su hermano recién llegado. Se raspó la rodilla pero volvió a abalanzarse sobre el ikran. No iba a permitirse volver a la aldea sin domar un ikran.

El animal dio una fuerte sacudida que casi la lanzaba al borde del vacío, casi, pero ella se agarró a su cabeza y aprovechó la inercia de la sacudida para abrazarse con brazos y piernas al cuello y hacer contraste con el peso de su cuerpo.

Al final, el reptil dejó caer su cuello debido al peso de Mireya y ella aprovechó para hacer el vínculo que la uniría para siempre al ikran.

—Mío... —susurró dejando que se enderezara con ella sentada sobre su lomo—, eres mío.

¡Vuela! —le instó Tsu’tey, y ella lo hizo.

Permitió que el ikran se dejara caer al vacío antes de replegarse contra el cuerpo violeta y ordenarle que abriera las alas.

Si bien era cierto que no tenía experiencia, había visto a su hermano, y había grabado unas cuantas órdenes en su cabeza para evitar terminar como él.

Mireya rodeó las montañas flotantes, sin perder de vista el sitio en donde estaban los cuatro nativos y su hermano.

Admiró cada color, cada vista, cada segundo que estaba viviendo, sentía el viento y se dio cuenta de lo mucho que añoraba esa sensación de libertad, de lo mucho que echaba de menos los buenos momentos con sus hermanos en el taller en su ciudad.

Se dio cuenta de lo mucho que la había tocado la muerte de Tommy, aunque siempre trataba de no pensar en eso, la realidad estaba ahí. Aunque siempre eligiera no verla, ignorando los gritos de su cabeza rogando por que le prestase atención a parte de lo que sentía, solo parte.

Aterrizó en la roca en la que todos esperaban y bajó de su ikran. No tardó mucho en ver el orgullo en los ojos de su hermano, así que ella también dejó que ese sentimiento brillara en sus ojos.

Observó al que ahora era su ikran y casi tuvo un nombre en mente para él.

Devolvió su vista hacia el pequeño grupo y encontró a Tsu’tey mirándola con disimulo, pudo ver la admiración y otra cosa más en sus ojos en el pequeño lapso de tiempo que duró esa conexión.

I See You || Tsu'teyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora