xxiii.

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La ceremonia había dado comienzo, los cuerpos humanos de los dos Sully ya estaban tumbados en la fina hierba, al lado del árbol de las almas.

Los antiguos prometidos estaban bastante más felices de lo que tal vez habían estado en bastante tiempo. Sus amados, confidentes y compañeros iban a poder estar para siempre con ellos.

Sin cápsulas o humanos de por medio, solo ellos.

Jake fue el primero en cerrar los ojos y abandonar definitivamente su mente y cuerpo humanos, su hermana no tardó mucho en seguirlo.

El tiempo pareció ralentizarse para Mireya, ella abrió los ojos, pero lo que vio no era el frío cielo nocturno por encima del árbol de las almas, era un espacio de un tono lila muy muy claro, podría confundirse con blanco con demasiada facilidad.

Un niño de unos tres años pasó corriendo por delante de ella, humano y tal vez demasiado parecido a... «él» pensó abriendo mucho los ojos.

Oh, mi querido diamante —dijo una voz femenina y masculina, tranquila y muy enfadada, susurrando y a la vez gritando—. No sabes cuanto lo siento.

Mireya dio una vuelta completa, observando, intentando adivinar de donde venía la voz que le había hablado.

¿Quién... qué... eres? —murmuró, un poco descolocada. ¿Dónde estaba?

Un recuerdo de ella con... el hombre que una vez había amado ocupó el espacio blanco al completo, dándole la sensación de que estaba siendo aplastada.

¿Te atormentan los recuerdos? —preguntó esa voz fría y oscura, tranquila y luminosa.

Otro recuerdo pareció aplastarla, otro recuerdo de ella con él. Mireya se sintió en parte asqueada por eso.

¿Soñaste con traer a tu hijo al mundo? —volvió a formular otra pregunta, pero esta vez pareció haberse decidido por un tono más seco y principalmente femenino.

El recuerdo del dolor cuando esa bala alcanzó su vientre y mató al feto que habría sido su hijo. Las voces de los doctores pidiendo disculpas la golpearon con fuerza.

Pero en lugar de eso, él te creó. —Una imagen de ese hombre con otra mujer casi la hizo vomitar, aunque las arcadas si fueron reales.

¡¿Qué quieres de mi?! —gritó de verdad.

¿Pero cómo es que vas definiendo lo bueno y lo malo de sus acciones? —dijo de nuevo, ignorando rotundamente la pregunta de la Sully.

Volvió a ver a ese niño, corriendo con ella, jugando. Vio al padre de ese niño mirarlos a lo lejos y luego, casi de súpeto, al niño muerto.

Mireya apartó la mirada, ¿cómo podía haber visto eso si el niño ni siquiera había nacido? Ni siquiera se había formado, mejor dicho.

Has usado lo que te ha sido otorgado por tu dios —espetó en tono acusatorio, volviendo a parecer que hablaban dos voces, femenina y masculina.

Se vio a ella misma matando a cuatro soldados con más rapidez de la que era casi posible para un humano. Casi pudo volver a sentir la sangre caliente cubriendo sus manos, su cara.

¡Ellos abandonaron a mi hermano! —protestó, apretando los puños—. ¡Lo habrían dejado morir!

Volviste a hacerlo. —Sintió el crujido de huesos humanos ocupar el espacio, y se vio soltando la flecha que atravesó los craneos de los que habrían matado a su amado—, y volverás a hacerlo, ¿de acuerdo?

I See You || Tsu'teyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora