Capítulo VIII

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El frío empezaba a hacer mi cuerpo tiritar, y el viento que salía de mis labios se volvía blanco. Cada cierto tiempo miraba la puerta de la sala de urgencias esperando que el motivo de mi visita saliese, pero no lo hacía.

Pose la vista en el móvil, hiban hacer las doce de la noche, ya estaba desde hace una hora aquí. Solté un suspiro intentando caminar de un lado a otro para calentar mi cuerpo pero fue en vano. Mi cuerpo pareció calmarse pero al mismo tiempo estremecerse cuando la silueta que tanto conocía salió del hospital acompañado de una persona que aunque nunca trate, lo detestaba con el alma.

Como siempre que se ven, discutían. Su discusión se oía hasta donde estaba y las personas que se encontraban presentes empezaron a observar la escena. La joven idéntica a mi mejor amigo mostraba una mueca de disgusto y fastidio ante todo esto, pero tan pronto sus ojos se posaron en mi, su dolor de cabeza aumento más.

No sabía el porque no era del agrado de la chica y tampoco me importaba, nunca trate tanto con la familia de Vladimir, la última vez que lo hice me arrepentí.

Mi vida ya es un desastre como para poder servir de apoyo en una vida que puede arreglarse. Y tampoco me gusta ver a las personas desmoronarse frente a mi, porque no se que hacer y no puedo hacerles valorar su vida, mientras trato de quitarme la mía.

Me recargue sobre la moto esperando que su discusión terminará rápido, pronto observe como la pelinegra venía en mi dirección con el ceño aún más fruncido por la reprimenda de su padre al darle la espalda.

— ¿Qué haces aquí? - hablo con su típico tono de voz de que nada le agrada.

— ¿Realmente importa? - solté. Su padre mi miraba a los ojos, tratando de examinarme. Aunque me ha visto un par de veces no creo que se acuerde de mí — ninguna respuesta que te de, será de tu agrado. ¿No es así?

— Tienes razón, nada que venga de ti es de mi agrado, ¿Por qué siempre tienes que meterte? - se tomo la cabeza con su mano y cerró los ojos tratando de calmarse.

— Tu hermano me llamó - solté. Su vista se poso sobre mí, algo confundida — no sabe como hablarte para que entiendas que se preocupa por ti, y cree que yo puedo ayudar ya que ambas somos chicas y tal vez logremos entendernos.

Una ligera risa salio de sus labios, ladeo la cabeza ocultando su rostro. Apuesto a que está conteniendo la risa.

— No se por qué mi hermano cree eso, pero no te necesito - afirmó — no te quiero aquí vete.

— Tu no, pero tu hermano si - su ceño se frunció, estaba colmando su paciencia — a veces no queremos que la gente a la que queremos se dé cuanta de que no somos tan fuertes como piensan.

Su rostro sorprendido al no entender nada me causó gracia, aunque no quería reírme en un momento serio. Por lo que trate de contenerme lo más posible.

— Preocupar a las personas que queremos en vez de ayudarlas, los hace sentir peor.

— ¿Por qué me dices esto?

— Porque, soy la persona que tú hermano necesita para apoyarse y no preocupar a sus seres queridos. Y él lo es para mí. — su rostro se deformo, parecía sorprendida, enojada y a la misma vez quería llorar.

Queria irme de ahí, ya había convivido mucho con ella y si seguía dándole consejos terminaría arrepintiendome. Pero de alguna forma me siento en deuda.

— Todos tenemos una persona que llamamos en los momentos donde nos estamos destrozando, si no tienes una llámame, tal vez no seré lo que esperas pero tendrás alguien con quien llorar — por primera vez la vi sonreírme, sin que fuera por egoísmo o sarcasmo.

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