Capítulo IX

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Gracias a la sudadera enorme que me llegaba hasta abajo de las rodillas, ya no podía sentir el frío. Aunque sabía que la temperatura seguía bajando más debido al humo que salía de mi boca al hablar. Lancé mi cabeza hacia atrás, recargandome sobre la cabeza del pelinegro. Sonreí instantáneamente, mientras jugaba con el humo que salía de mis labios, simulando que estaba fumando.

Una carcajada salió del pelinegro, al observar lo que hacía y aunque el teñido no podía verme también se unió a la risa.

Los tres nos encontrábamos sobre una bicicleta, Carlos la manejaba, mientras que Vladimir estaba sentado sobre el manubrio y la canasta que tenía; yo por otra parte estaba de espaldas contra el pelinegro, en el portaequipajes. Los tres estábamos demasiado drogados como para viajar en moto, aunque no se a quién se le ocurrió que en bici era seguro.

La bicicleta comenzó a menearse de un lado a otro, dado que el pelinegro perdió el equilibrio por estando riéndose. La adrenalina fue más fuerte cuando llegamos a una bajada, dado que estaba demasiado inclinada, el peso de los tres agrandó la velocidad. Tal vez para alguien en su sano juicio, lo más importante era recuperar el equilibrio para evitar caerse, pero nosotros solo nos reíamos a carcajadas.

Al final terminamos estrellandonos sobre la acera, Vladimir pudo salir intacto ya que salto antes que chocaramos. Carlos quedó bajo la bici y yo sobre esta y Carlos. Los pedales y tubos de la bicicleta se me encajaban en la piel, ante eso solté varios quejidos, aunque no tantos como el hombre debajo mío.

Vladimir me ayudó a ponerme de pie y quito la bici para que Carlos pudiera salir. Dado que la sustancia dentro de nosotros seguía activa, no sentíamos tanto el dolor, ni sabíamos qué tan grave fue la caída por lo que solo nos quedamos recostados sobre el pasto. Fue cuestión de segundos para que el silencioso lugar hiciera eco con nuestra risa.

— ¿A quién se le ocurrió venir en bicicleta? - murmuró el rubio, tomando aire para respirar después de reírse de tal forma.

— A ¿Carlos? - pregunte.

— A ¿Maria Juana? - los tres reímos, asintiendo.

Después de mi plática con Lilyana, me quedé acompañándola hasta que se quedó dormida. Para cuando baje, el pelinegro había logrado calmar a Vladimir, este último aún tenía los ojos rojos e hinchados. No me sorprendió verlo en ese estado. No es algo que me enorgullezca dado que no me gusta verlo así, pero todo este tiempo que llevamos conociendo; sabía perfectamente como se sentía. Muchas veces se ha desmoronado frente mío, y aunque no ha sido fácil, he logrado que saliera adelante.

Aún no he experimentado la pérdida de un ser cercano como un hermano.

Conocí a Aleksander, no como su familia lo conocía. Y a pesar de tener 5 hermanos menores, decidió cuidarme como uno más. Alek fue lo más cercano que tuve a una familia, después del problema con mis padres.

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