Base central de Washington DC (Estados Unidos de américa)
11 de octubre de 2022
Atenea Petrova
Al estar rodeada de las personas que algunas vez creí cercanas me vienen muchos recuerdos a mi mente, dónde las cosas eran totalmente diferentes, no había tensión en el ambiente y mucho menos odio.
Ese sentimiento que conlleva a vivir en las tinieblas, con el único fin de ver a la persona odiadas, hundirse en su propia miseria.
Y este es el caso, todas esas personas que me decían ser parte de mi familia, esperan que me suceda lo peor y todo por errores que cometí en el pasado. Pero sobre todo, desean verme caer en el abismo.
Pero no lo permitiré, se quedarán con las ganas porque me verán surgir de las cenizas como el ave fénix.
Camino en dirección al hacker del grupo elite que identifico como el teniente Victor Méndez.
Al llegar a su lado me observa, pero aparta su mirada cuando se encuentra con la mia.
— Haste a un lado. — digo y así lo hace, pero cuando se va a levantar mi progenitor lo detiene.
—No te muevas, ella no puede tocar ningún aparato eléctrico.
Entonces lo miro, ya cansada de toda esta situación lo enfrentó por primera vez desde que llegué.
—Haces bien Miller — digo con los dientes apretado —Dejar que la maldita psicópata de tu hija toque una laptop sería un error que no puedes dejar pasar, no cuando eres un hombre de honor y de renombre.
El sarcasmo con el que salen mis palabras lo toman por sorpresa pero se recompone de inmediato y con una mirada furiosa se acerca a mi.
—No digas estupideces Atenea.. no hablas con cualquier persona, que no se te olvide quien soy.
Ladeó mi cabeza y sonrió con diversión
—Nah.. eso no se me olvida. Eres el jodido general alfa Alexander Miller, un hombre respetable y de honor.—me acerco más a él y lo veo directo a sus iris azules—pero tú respeto y honor me los paso por el culo padre.
Soy jalada hacia atrás y estampada contra la pared por un Damián furioso
— ¡No le vuelvas ha hablar de esa forma! —sus manos hacen presión en mi cuello obstruyendo el paso del aire.
— ¡Coronel Miller, sueltela!— gritan
Pero nada lo hará detenerse no cuando su seb de sangre está presente, porque esto es lo que nos heredó nuestro querido abuelo que debe estar pudriéndose en el infierno.
Psicópatas esos somos, tanto Damián como yo.
Sonrió, lo hago porque se que eso lo molestara más y no me equivoco, su agarre se vuelve más fuerte y se que me queda poco tiempo para desmayarme por la falta de oxígeno. Así que lo dejo hacer lo que quiera, si eso logra que salga a relucir su lado oscuro que lo haga.
Pero no
El destino no quiere que mi hermanito pase por lo mismo que pase yo y eso lo se cuando el aire llega sin ningún tipo de obstrucción.
Damián termina en el suelo por un empujón que le dió el coronel ruso, Dominik Marshall.
Quien me observa con preocupación, cómo si le importará a lo que me enderezó en mi lugar y hago como si no paso nada.
El teniente Rodríguez ayuda a mi hermano a levantarse mientras que este último me lanza una mirada de odio.
— Me estoy artando de todo —elevo la voz para que me escuchen de una vez por todas — ¡Vine a este lugar a rescatar a su estúpida capitana, porque al parecer todos ustedes son uno malditos ineptos que no pueden recuperarla!. —grito furiosa —¡Y con que me encuentro cuando llegó, con uno imbéciles que solo intenta joder mi camino y así no traeré a Volkova con ustedes!. Porque si fuera por mi la dejo al lado de los rusos para que se la envíen en trozos. No me importa si muere o vive, no lo hace. Porque que más da, una muerte más, una menos. —dirijo mi viasta a Romanov quien se encuentra callado como el resto—me dejarán hacer mi jodido trabajo o me regreso a dónde estaba. Ya no me importa nada. Así que tanto tú cómo tus subordinados me dejarán usar la laptop y cerrarán sus malditas bocas o juro que se las cortaré.
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La Diosa Del Enigma ©
RandomAtenea no la diosa o bueno no esta muy lejos de serlo y no lo digo por el físico o el coraje. Lo menciono por la inteligencia y astucia que posee. Todos a su alrededor le temen y eso se le debe al aura oscura que desprende con su presencia. Muchos s...