Capitulo XVII

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Washington DC (central de la UEDFAM)

Dominik Marshall

El aire estaba cargado de electricidad cuando la vi por primera vez. Sus ojos, profundos como el abismo, me atraparon en un juego peligroso. Ella era prohibida, un enigma envuelto en sombras. Su piel pálida contrastaba con sus labios rojos como la sangre. No había lugar para la inocencia en su mirada.

Fue en la central de Rusia, hace más de cinco años. Que mis ojos quedaron hipnotizados con ella a medida que entraba en el edificio. simplemente me quede flechado por su belleza. Tenía el cabello negro como la noche, y unos ojos preciosos de diferentes colores: uno azul y otro gris. Su oscuridad y su aire misterioso me llamaron la atención, haciéndome sentir una extraña atracción por ella. La seguí con la mirada, hasta que la vi entrar en la oficina del general Russo. ¿Quién es ella? ¿Qué hace aquí?

Esas eran las preguntas que rondaban por mi mente, preguntas que no pude averiguar, porque al poco tiempo desapareció de la central y de mi vista. No supe más nada respecto a ella, hasta que la encontré de nuevo en la central de Washington DC, hace unos días. Cuando entro en la sala de operaciones, la reconocí al instante. Era la misma chica que me había cautivado en Rusia. Pero no sabía su nombre, ni su historia. Solo sabía que era una mujer muy especial, y que tenía información importante que compartir. Verla discutir con Damián me sorprendió y más cuando sus palabras me dieron a entender que ella era la misma mujer que una vez Miller me nombro, era su hermana.

Cuando me enteré que la capitana Hera Volkova, la mujer que trae loco a Damián fue secuestrada. Me uni enseguida a esta misión pero jamás pensé encontrarla a ella aquí y mucho menos enterarme que la mujer que no ha salido de mi cabeza durante años es la hermana del hombre que considerado como un amigo.

Al tenerla tan cerca me provocó querer acercarme a ella, y preguntarle muchas cosas. Quise conocerla mejor, saber qué había hecho de su vida y qué la había llevado a ser la mujer más peligrosa de la UEDFAM.

Simplemente deseo tenerla entre mis brazos y besar sus labios rojos, hacerla mía. Eso es algo que siempre he querido desde el día que la vi, pero no puedo. Hay una distancia entre nosotros, una barrera invisible. Que me prohíbe hacer tal locura, ella no me conoce, no sabe que desde hace cinco años vivo con su recuerdo, por más que deteste admitir soy solo un extraño para ella, alguien que jamás a visto.

Me quedé mirándola, y esperé una oportunidad. Para acorralar y sentirme un poco en paz conmigo mismo, al fin la tenía frente a mi, sus ojos con heterocromia me recorrieron y su rostro sin expresión me dió a entender lo insignificante que soy para ella.

Y fue en ese cuarto de entrenamiento de la UEDFAM dónde tome la iniciativa de acercarme, pero nada resultó como quería.

Su voz es tan perfecta y única que me lleva a imaginar cómo sonaría mi nombre brotar por sus labios.

Su mirada sin nada y su manera tan retadora de hablar me tiene loco, y más cuando siguió mi juego en aquel bosque en Moscú, como intento sonar segura de si misma diciéndome que entraría a un zoológico a robar unas panteras con tan de que se coman mi polla.

Eso logro ponerme duro y no me tocó de otra que disimular el bulto en mis pantalones.

Esa mujer es fuego, tan puro y malditamente atrayente que me hace imaginar quemarme en sus llamas de perdición.

Ver cómo salió herida de la misión me hizo sentir algo extraño en mi pecho, que se incremento cuando el estúpido doctorcito no dejaba de verla he intentar tocarla, se que es extraño sentir algo por una persona que solo has visto una sola vez en tu vida. Pero no se cómo explicar lo que Atenea Petrova me hace sentir con tan solo su presencia.

La Diosa Del Enigma ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora