Capitulo XXIII

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Ares Kozlov

La furia de Vladimir, se desata como una tormenta invernal en la vastedad de Rusia. Su voz retumba en los pasillos de lo que alguna vez fue una majestuosa mansión, ahora reducida a escombros. El odio es un veneno que corre por mis venas. Él me culpa de la destrucción de su mansión y la pérdida de su preciada prisionera, pero la verdad es que yo no estaba ni cerca, cuando ocurrió el desastre. Estaba en Irlanda planeando el escape de Atenea, cosa que el no sabe, el muy ingenuo piensa que estaba en alemania cumpliendo con sus caprichos, pero lo cierto es que estaba lejos del caos que él atribuye a mi negligencia.

—¡Inepto!—grita, su rostro enrojecido por la ira. —¡Por tu culpa, hemos perdido todo! ¡Hasta a esa perra que tenía bajo control!.

Pero yo no soy responsable. La injusticia de sus palabras me golpea más fuerte que su puño, y aunque mi instinto me grita que luche, me contengo. No le daré el placer de verme caer.

Mi sangre hierve, y sin pensarlo, le devuelvo el golpe. La tensión se corta con el sonido de nuestros puños chocando, hasta que su hombre de confianza nos separa.

Con el corazón latiendo furioso, me retiro a mi habitación. Con cada paso que doy, mi furia se transforma en determinación. La ducha lava la sangre, el agua cae sobre mí, pero no puede lavar la rabia que siento. Al caer la noche, me muevo sigilosamente hacia el ala norte de lo que queda de la gran casona, hacia la habitación prohibida que fue de mi madre.

El armario guarda secretos, y entre ellos, un bolso oculto bajo la madera del suelo. Allí, escondido en un rincón secreto, encuentro los documentos que cambiarán el curso de lo que conocemos. De él extraigo un sobre con documentos cruciales que robé a mi padre, prometiendo a mi hermana Atenea que los mantendría a salvo. Los oculto bajo mi camisa y regreso a mi habitación, donde los escondo bajo el colchón antes de rendirme al sueño.

Pero la tranquilidad es efímera. La puerta se abre de golpe en la madrugada; Trayendo consigo la figura imponente de Vladimir, quien sin preámbulos me ordena prepararme para partir.

—Tienes dos minutos para vestirte— ordena—El jet nos espera—dice, y aunque pregunto el destino, solo recibo su risa burlona antes de que salga del cuarto.

Me visto rápidamente y salgo de la mansión. Nos dirigimos al jet y despegamos hacia lo desconocido. Al aterrizar, descubro que estamos en Italia. Mi confrontación con Vladimir es inevitable.

—¿Qué hacemos aquí?—exijo saber.

Su respuesta es fría y calculadora.

—Nos reuniremos con el Capo de la Cosa Nostra. Es hora de acabar con la UEDFAM.—responde con una sonrisa siniestra.

Su confesión me deja en blanco, no puede hacer eso, si la UEDFAM cae. Atenea caerá con ellos.

Simplemente no puedo permitir esta locura o todo por lo que hemos luchado en silencio se irá a la mierda.

En un descuido de su parte, me alejo y saco mi celular para comunicarme con el irlandés para informarle esta locura.

—Vladimir está fuera de sí, planea atacar a la UEDFAM—digo apenas contesta — dile a Atenea que ya tengo los documentos y apenas pueda despegarme de Vladimir tomo un vuelo a Irlanda.

Sin esperar una respuesta de su parte, cuelgo y guardo el celular al mismo tiempo que el maldito imbécil de Vladimir se acerca a mi.

En silencio subimos a las camionetas que esperan por nosotros, esas mismas que nos llevarán al territorio de la cosa nostra.

El amanecer en Italia trae consigo una luz dorada que se filtra a través de las ventanas del auto, iluminando la tensión entre el boss de la Bratva y yo. Vladimir se sienta frente a mí, su mirada es un enigma que no puedo descifrar.

La Diosa Del Enigma ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora