Capitulo IX

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Base central de Washington DC (Estados Unidos de américa)

Narrador omnisciente

Tras la llegada de los soldados de la central de Alemania, el general Ian y la teniente victoria. El lugar se ha vuelto un espectáculo, la risa de Atenea y la rabia que desprende en ella tiene preocupados a todos.

Los hombres y mujeres la miran como si estuviera loca, pero lo que no saben es que Hidra como muchos la conocen intenta controlarse para no matar a las personas que un día dijeron ser su familia, esas que le dieron la espalda hace tres años atrás.

— No vuelvan a tocarme— la voz de Atenea se hace presente en la sala. — ¿Piensan que toda esta mierda compensará lo que no fue?.

Niega con la cabeza y da un paso atrás, mientras que la mujer que un día juro su lealtad hacia ella, da un paso al frente he intenta tocarla.

— Atenea, estás siendo injusta— dice en un hilo de voz.

— ¿Injusta dices?— se acerca a ella hasta quedar a unos sentimientos de distancia.

Todos los soldados en la sala están alertas a los movimientos de la ex coronel, para nadie es un secreto lo peligrosa que es.

La mujer asiente con lágrimas en los ojos, para ella nada de lo que pasó es justo. Estos últimos tres años intento buscar la forma de comunicarse con su mejor amiga, pero la organización no se la puso nada fácil. Borraron todo el registro de Atenea y el de la carcel, su ubicación es desconocida. Simplemente no existe.

— ¿Como ser injusta, con aquellos que una vez fueron familia? — dice con una sonrisa en su rostro — eso eramos ¿No?. ¡Una maldita familia!.

Se separa y se acerca está vez a al general Ian.

— ¿Cuál es el concepto de familia que conocen?— pregunta con rabia — porque para mí la familia es aquella que nunca se da la espalda. ¡No son mi maldita familia!. —grita— ¡No tengo una maldita familia. Hace años me arrebataron a la única persona en este mundo de mierda que si era mi familia. Así que dejen su maldito circo de mierda y vayanse por donde vinieron que aquí no tienen nada que hacer!.

Dicho eso sale de la sala furiosa con todo lo que ha tenido que soportar hasta el momento, los recuerdos de su pasado la siguen de cerca y eso solo aumenta la ira contenida.

El llanto de la teniente incrementa al ver salir a la única persona que quiere como una hermana, esa que la acompaño en sus peores momentos y siempre estuvo para ella cuando más lo necesito, pero que al parecer no es la misma Atenea de siempre. Solo ve a una mujer desconocida llena de decepción y rencor.

Sin tan solo le diera la oportunidad de contarle como pasaron las cosas de su lado de la historia pero eso no será posible, ella conoce perfectamente a Atenea y sabe que no va a escuchar su disculpa por traicionarla cuando más la necesito.

Pero para Hidra no hay explicación que valga la pena, ellos le dieron la espalda y ahora que está libre por tiempo indefinido hará lo mismo con aquellos que en años anteriores eran parte de su familia, pero que el día de hoy solo son unos desconocidos.

Los pasos de Atenea son fuertes y sus manos hechas puños, dan a entender que no es un buen momento para acercarse a ella, en estos momentos su lado más oscuro quiere joder a toda persona que se le pare enfrente y es por eso que se dirige al único lugar de la organización donde puede drenar su enojo sin lastimar a nadie.

El cuarto de entrenamiento

Mientas en el hala norte se encuentra la ex coronel golpeando un saco de boxeo, en la sala de operaciones, el general Ian, consuela a la pequeña mujer que hoy sintió uno de los rechazos más doloroso que ha esperimentado hasta el momento.

— Calma ya Victoria, en cualquier momento se le pasará el enojo — la voz del general Ian logra que todos enfoquen sus ojos en el, sus brazos sujetan a la mujer y la jala a su cuerpo para que se desahogue.

El sabe que no es fácil para ella, victoria siempre busco la manera de contactar a Atenea pero la organización se encargó de borrar a su pequeño huracán de todos los registros y de la base de datos. Dando como resultado nada, era como si Atenea nunca hubiera nacido.

Un exilio

Eso fue lo que le hicieron y el se culpa por no estar a su lado cuando toda la avalancha de le vino encima.

Con pasos firme y el mentón en alto el hombre que se encuentra caminando por los pasillos que dan al cuarto de entrenamiento, se topa con los dos soldados que están encargados de vigilar a la mujer más peligrosa que ha pisado la UEDFAM.

Sin pedir permiso pasa de largo pero es detenido por uno de los hombres que custodia la puerta de su destino.

— No puede pasar señor — dice el soldado con su porte militar firme.

El hombre lo observa de arriba a bajo, viendo lo insignificante que es para el y con una ceja alzada se cruza de brazos.

— ¿Quien dice que no puedo pasar?.

El soldado traga grueso y mira a su compañero en busca de apoyo, pero este está peor que el primero, los rumores sobre el hombre que tienen al frente dicen lo despiadado y jodido que es, he interponerse en su camino es lo peor que pueden hacer.

— Lo siento señor— baja el rostro y su postura flaquea un poco — la señorita Petrova no está en su mejor momento y cuando eso pasa es mejor alejarse.

El hombre rie y se adentra al lugar dejando a los soldados en la puerta.

Los golpes de Atenea son presisos y certeros, está claro que a ella nada le queda grande.  En los pensamientos de muchos ella es, fue y siempre será la mejor en la organización, la mujer que hará arder el mundo si así lo quiere.

Atenea es perdición y destrucción.

El caos hecho persona

Y eso es lo que más atrae al hombre que solo la observa de lejos, con su vista perdida en la ex coronel se acerca a ella.

— ¿Que te ha hecho el saco para que lo golpees de esa manera?— dice para llamar su atención.

Cosa que logra cuando la mujer frena sus movimientos y sin voltear le responde.

— ¡Al que golpeare será a ti si no te largas! — gruñe.

El hombre sonríe y se acerca un poco más quedando frente a ella que lo observa sin ningún tipo de expresión en su rostro.

— Solo atrévete a tan siquiera tocarme y te irá peor.

Atenea sonríe con diversion dando un paso al frente hasta quedar a un centímetro de distancia del hombre que ha venido a joderle la paciencia.

— ¿Que me hará? — pregunta con burla— ¿Mover sus influencias para encerrarme en esa tonta prisión?.

Los ojos del hombre bajan a la boca de única mujer que no ha tratado de llamar su atención, la hermana de su mejor amigo no necesita hacer nada de eso, porque ya consiguió que los ojos del hombre solo la enfoquen a ella y más cuando entro en la sala de operaciones con sus aires de diosa.

— No, simplemente te voy a azotar ese bonito culo que tienes por tu jodida soberbia. Después te voy a encerrar en mi habitación y te voy a follar tan malditamete duro que me pediras más.

La sonrisa de Atenea se vuelve más grande y la carcajada que brota de su garganta logra confundir al coronel Marshall.

La Diosa Del Enigma ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora