𝐕𝐈.

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BEFORE THE CHAOS

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Cuando Rhaenyra partió junto a Daemon y sus hijos, Viserys volvió a caer enfermo apenas un par de semanas después.

Corrían rumores de que la vitalidad del rey dependía de su amada heredera, y sin ella, el dolor volvió a afligir sus extremidades y articulaciones. Su prematura ocupación del Trono de Hierro sin permitir que sus heridas cicatrizaran solo provocó una reinfección y un dolor tan intenso que ni la leche de amapola podía calmar.

Alicent y Otto Hightower asumieron nuevamente el gobierno en su nombre.

Algunos pensaron que, al ver las demostraciones de afecto que le recordaban su juventud junto a la princesa Rhaenyra durante su corta estancia en la capital, los deseos de Alicent de colocar a Aegon en el Trono de Hierro se habían desvanecido. Sin embargo, eso no parecía ser cierto. Los sirvientes volvieron a oír sus reproches hacia su hijo por su forma de ser y por no desear convertirse en rey, incluso se decía que había dejado a una joven del servicio embarazada.

Con Aemond era prácticamente lo mismo, excepto por los reproches que no se atrevía a plantear debido a la incómoda situación que surgió antes de la partida de Lucerys. Sin embargo, se podían percibir miradas severas dirigidas hacia su hijo en lugar de las muestras de cariño que solían indicar que Aemond era quizás su favorito. Estaba molesta y sabía que algo había sucedido entre ellos, pero aún no tenía completa certeza de ello, solo había escuchado de Lucerys que Aemond había hecho un intento de «algo» y el tono ansioso y de reproche del castaño no presagiaba nada bueno. Las preocupantes noticias llegaron a los oídos de Larys Strong después de esas dos semanas transcurridas, y sin dudarlo, solicitó una audiencia privada en los aposentos de la reina Alicent.

Se había enterado, al parecer, de algo sumamente importante.

—Lamento tener que darle tan terribles noticias, mi reina —comenzó su discurso el hombre de aspecto deformado una vez que la puerta se cerró.

Alicent lo miró expectante.

—¿Qué ha sucedido?

Larys Strong cojeó hasta el sofá que solía ocupar en la habitación y le lanzó una mirada a la reina, invitándola a sentarse frente a él. Alicent tragó saliva, indecisa por un momento.

—Se están difundiendo rumores desagradables entre los sirvientes, insinuando un acto pecaminoso entre. . .—dudó por un instante, y Alicent se sentó rápidamente, temerosa de lo que pudiera decir a continuación— el príncipe Aemond y Lucerys Velaryon.

Alicent palideció, esperando ansiosamente más detalles mientras sentía como su pecho de oprimía, pero Larys no continuó. Comprendió que había un precio que debía pagar, uno al que aún no se había acostumbrado después de largos y tortuosos años. Alicent se quitó los zapatos y levantó discretamente el dobladillo de su vestido. El patizambo pareció satisfecho y prosiguió.

—Se dice que han sido vistos los príncipes compartiendo. . . un beso lascivo y desvergonzado en el camino hacia Pozo Dragón, el día en que la familia de la princesa Rhaenyra partieron hacia Dragonstone.

—¿Es esto cierto o solo una calumnia?

Larys miró fijamente a la reina a los ojos y luego hacia sus pies, esperando. Esperando que su repugnante fetiche se saciara a través de ella. Si Alicent quería respuestas, tendría que ceder a acciones repulsivas para obtenerlas. No dudó en quitarse las medias que cubrían sus piernas y subió ligeramente el dobladillo de su vestido hasta justo debajo de las rodillas.

𝐃𝐈𝐑𝐓𝐘 𝐁𝐋𝐎𝐎𝐃 ― lucemondDonde viven las historias. Descúbrelo ahora