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El día era tan sombrío y frío como el estado de ánimo del príncipe Lucerys Velaryon. Concluyó que King's Landing era tal cual como su clima, porque no se sentía como un hogar, se sentía como un par de muros alzados que dividían la pobreza de la riqueza, la soledad de la compañía, la veneración del pecado.
Luke bufó, llevándose los dedos entre la tela del jubón que parecía apretar su cuello, dándole la sensación de una asfixia persistente. No era que le quedara apretado, en realidad, se lo habían hecho a la medida, pero los nervios y el estrés de los acontecimientos próximos a suceder hacían que la bilis subiera a su garganta y las manos comenzaran a sudarle. De pronto todo le asfixiaba, incluso los pasillos de la Fortaleza le resultaban incómodamente estrechos mientras caminaba a paso torpe hacia los aposentos de su madre antes de la audiencia con Vaemond Velaryon.
Rhaenyra había insistido en acompañarlo para brindarle su apoyo maternal, además de que sería ella quien respondería por él. No porque Luke sea incapaz o demasiado joven para mostrar entereza, sino porque temía dejarse llevar por sus inseguridades y reproches internos cuando se le ocurra a Vaemond usar de argumento su evidente bastardía.
Exhaló un suspiro, completamente ajeno a todo y con la vista fija en sus propias manos. Extendió los dedos y luego apretó, clavándose ligeramente las uñas en la palma, sentía dolores en las articulaciones de pronto, la mente era tan poderosa que podía hacerle sentir cada maldita dolencia existente solo de los nervios.
Su despiste le costó que choque contra alguien, su frente se pegó al pecho del desconocido y sintió como vibraba a causa de una risa que llegó por lo bajo a sus oídos. Masculló un par de maldiciones alejándose un par de pasos. Entonces alzó la vista, el cabello largo y platinado se mostró frente a sus ojos, la mandíbula afilada, la nariz recta, el ojo violeta y el parche. . . Dioses.
No pudo evitar tragar saliva con fuerza, las palabras se atracaron en su garganta y el sarcasmo surcó los finos labios de Aemond en una sonrisa que se dividía entre la diversión y la ironía. Luke no supo qué decir, de ser otra persona se hubiera disculpado por su exabrupto, pero era Aemond, y si soltaba una palabra sentía que le arrancaría la lengua con aquella daga que se sostenía de su cinturón del lado contrario de su espada.
«Dioses, ayúdenme.»
Su súplica pareció ser escuchada, porque antes de que abriera la boca la tuvo que cerrar con fuerza cuando Aemond siguió su camino sin mirar atrás, como si no hubiera pasado absolutamente nada, como si Lucerys no le importara en lo absoluto.
«Al menos hoy parece no querer molestarme» pensó, tratando de encontrar un poco de alivio para sí mismo.
Resopló y se secó el sudor de las manos en la ropa. Era mejor que se apresurara, ya que mientras más rápido terminara con ese tormento, mejor.
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𝐃𝐈𝐑𝐓𝐘 𝐁𝐋𝐎𝐎𝐃 ― lucemond
ספרות חובביםTan solo eran niños que se adoraban, pero el siseo de las víboras inició una brecha gigante entre ambos. Víboras ciegas e incapaces de ver que la sangre de dragón es fuerte e insaciable, se atrae a sí misma como un imán tan poderoso que ni los siete...