𝐈𝐈𝐈.

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BASTARD

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A pesar de que Lucerys se sintió valiente luego de la conversación con su hermano, evitó a toda costa a Aemond durante largos y tortuosos días. Supuso que un tiempo alejado de la amenaza lo haría relajarse de tanta tensión cargada en tan poco tiempo desde que regresó a la capital.

—¡Despierta, cachorro! Estás distraído —dijo Daemon, sacándolo de su pequeño trance mientras Jace lo miraba acusatoriamente.

—Perdón, padre.

Daemon escondió la leve curvatura de sus labios en una casi imperceptible sonrisa de orgullo que le era inevitable cada que escucha la palabra «padre» brotar dulcemente de los labios de Lucerys.

El pequeño Velaryon de cabellos rizados y ojos verdes tenía un lugar especial dentro del aparentemente duro corazón del príncipe canalla.

—Ponte en posición, nunca bajes la espada.

Luke obedeció.

El maestro de armas, un hombre de edad avanzada que se evidencia en una larga barba blanca que crecía por toda su mandíbula, los observaba desde el costado del campo de entrenamiento. Dio la señal para que comenzara el combate, y los dos jóvenes hermanos se prepararon para el duelo.

Lucerys, a pesar de su corta edad, era ágil y veloz. Sus movimientos eran rápidos como los de un gato, y a pesar de su estatura, tenía una destreza sorprendente en el manejo de la espada, toda esa mejoría debía atribuírsela a su padrastro.

Jacaerys era consciente de la habilidad de su joven oponente, estaba decidido a no subestimarlo, algunas veces lo había hecho y resultó perdiendo porque si bien, Jace era más fuerte que su hermano, Luke era indudablemente un poco más ágil e inteligente, sabía aprovechar las desventajas y errores del otro.

El combate empezó y Lucerys se movió con agilidad, esquivando los primeros ataques de su hermano. Sin embargo, en medio de esa improvisada lucha, el joven príncipe notó una mirada fija en su nuca, pronto se dio cuenta, al buscarla, que era de Aemond.

Estaba en el balcón que daba hacia el patio de la fortaleza, de pie sobre el mismo lugar que ocupaba el rey Viserys años atrás para observar el entrenamiento entre sus hijos y sus nietos. Su único ojo era demasiado expresivo, y su porte no derrochaba nada más que puro orgullo y superioridad, sabía que estaba siendo juzgado y comparado bajo su atenta mirada, eso le desequilibró momentáneamente.

Jacaerys aprovechó la oportunidad y lanzó un ataque rápido y certero hacia Lucerys, quien apenas logró bloquear el golpe a tiempo haciendo que el rechinido de sus espadas al chocar resonase con fuerza. Consciente de su error, recuperó rápidamente el equilibrio y redobló sus esfuerzos, decidido a demostrar su valía en el combate.

A pesar del desequilibrio momentáneo, el castaño se movía con agilidad y destreza, esquivando los ataques de Jace y contraatacando con rapidez. Su juventud y energía eran evidentes en cada movimiento que realizaba. Aunque trataba más que todo, estúpidamente, de impresionar a aquel joven príncipe al que le había arrebatado el ojo años atrás pero que ahora era una persona completamente diferente y ajena al dulce niño que fue alguna vez.

El maestro de armas, aunque preocupado por la breve distracción de Luke, observaba atentamente el combate. Sabía que el joven tenía mucho potencial y quería ver cómo se desenvolvía bajo presión. Les recordaba constantemente a ambos príncipes la importancia de la concentración y el enfoque durante el combate, lo mismo les decía Daemon. Pero la cuestión era que su padrastro no tenía a su propio tío escudriñándolo con la mirada desde las alturas, no sentir presión era bastante difícil.

𝐃𝐈𝐑𝐓𝐘 𝐁𝐋𝐎𝐎𝐃 ― lucemondDonde viven las historias. Descúbrelo ahora