𝐕𝐈𝐈.

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DEJA VU

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Cuando Luke salió en busca de Arrax después de besar a Aemond de manera tan descarada, sus mejillas se tornaron tan rojas como sus oídos, lo que preocupó a su madre, temiendo que estuviera enfermo de fiebre. En el pasado, la fiebre había cobrado la vida de muchos, por lo que en todo Westeros no se tomaba a la ligera. Sin embargo, la princesa desconocía que no se trataba de fiebre, sino del recuerdo de la acción cometida por su hijo con su tío.

Después de asegurarse de que estuviera bien, Luke montó en Arrax y, antes de despegar junto a su familia, escudriñó los alrededores en busca de la figura de Aemond. Sin embargo, este no apareció en ningún momento, por lo que simplemente partió, sintiendo una leve inquietud en el pecho que lo acompañaría durante todo el vuelo. Además, varias preguntas martillaban su cabeza:

«¿Besaré tan mal?»

«¿Y si ahora me odia más?»

«¿Soy tan inexperto?»

«¿Y si lo sofoque?»

«¿No le gustó?»

«¿No debí haberlo hecho?»

«¿Pensará que estoy loco?»

Sin embargo, no encontró respuestas a sus preguntas. Intentó atribuirlo a su falta de habilidad para besar, ya que técnicamente fue su primer beso, a menos que se contaran los besos que se dieron con Aemond cuando eran niños.

El problema era que Luke si lo había disfrutado, sobre todo le dio satisfacción la rapidez con la que fue correspondido, con la que la boca de Aemond se había abierto dispuesto a recibir a Luke con todo de él, con la manera en la que se aferró a su cintura y le correspondió con la misma fiereza.

«He perdido la cabeza, por los Siete Infiernos», pensó.

El recuerdo era tan vívido que Lucerys aún podía sentir la sensación de los labios de Aemond. Sacudió la cabeza, intentando evadir sus pensamientos, como si eso fuera posible. Trató de no pensar más en él y en cómo no se había atrevido a aparecer antes de su partida.

Durante semanas tortuosas, no supo nada de su tío. Ni su madre ni su padre le dieron noticias, pero claro ¿Por qué se las darían? Si se suponía que se odiaban. Los cuervos que llegaban a Dragonstone eran escasos, y no traían muchas noticias importantes, excepto una que llegó varias semanas después.

Fue Rhaenyra quien la recibió de Lord Beesbury, consejero de la moneda. Se enteraron de los esfuerzos de Alicent por conseguir aliados para su familia, apoyando a Aegon como heredero en reuniones secretas de las que pocos estaban enterados. Alicent parecía estar notablemente desesperada, buscando apoyo incluso cuando Viserys aún estaba vivo.

El estado de salud del rey era un hecho que Lord Beesbury no compartió con Rhaenyra, ya que ni él mismo sabía con certeza. Para evitar malentendidos, solían decir en la fortaleza —basándose en las palabras de la Mano y la Reina—, que el Rey no estaba moribundo, sino que debía dormir diariamente bajo los efectos de la «medicina» para evitar que se moviera o tocara las heridas que necesitaban cicatrizar.

𝐃𝐈𝐑𝐓𝐘 𝐁𝐋𝐎𝐎𝐃 ― lucemondDonde viven las historias. Descúbrelo ahora