𝐗𝐈.

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BLACK QUEEN

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Alicent comenzaba a volverse loca. Según lo planeado, Lord Corlys y su flota llegarían en pocos días. Rhaenyra y Daemon tenían solo unos pocos guardias y caballeros de su lado, confiando en sus dragones. Y Alicent se sentía cada vez más acorralada.

Mientras tanto, las reuniones secretas entre Aemond y Lucerys se volvieron más frecuentes, las discusiones entre ambos no pararon pero ahora el propósito era distinto. Cada palabra era un reto o desafío para el otro, adorando internamente las pequeñas peleas que hacían en la privacidad y que terminaban por besos fogosos y envueltos en llama.

A veces se recordaban el odio mutuo que se tenían o que se tuvieron, Luke alegaba que odiaba más a Aemond y el nombrado lo callaba de la única forma que sabía que podía y le gustaba al castaño, con besos.

Pero no todo fue pacífico en esos pocos días antes de que el desastre explote en toda la Fortaleza Roja.

Una tarde, Daemon se había encontrado con su sobrino cerca de las escaleras que lo llevaban al Torreón de Maegor y no perdió la oportunidad de amenazarlo. Retuvo a Aemond, tomándolo del brazo.

El joven príncipe se tensó, temiendo lo que pudiera hacerle o decirle, su tío trató de controlarse y finalmente expresó lo que tenía en mente.

—Sé lo que pasó con Luke —admitió Daemon, pero con el tono de voz amenazante y bajo— Y eso no va a volver a ocurrir, porque la próxima vez que lo toques, será la última en la que tengas ambas manos para hacerlo.

—Eso debería decidirlo él —respondió Aemond desafiante.

Daemon enfureció con la respuesta de su sobrino, pero decidió no hacer un escándalo. Sin embargo, su agarre se volvió más firme.

—Luke es libre de amar a quien desee. Después de todo, el matrimonio es solo una cuestión política. Pero no creo que ame a alguien como tú. Tal vez he subestimado a mi cachorro y es él quien juega contigo. Solo mírate, desafiándome por él —Daemon soltó una risa burlona— De todos modos, tú perteneces a la poco agraciada hija de Lord Borros, y él a mi preciosa Rhaena. Ella no se compara con un tuerto como tú.

Finalmente, soltó el brazo de Aemond y se dispuso a irse, dejando a su sobrino con las palabras atascadas en la boca y la envidia ardiendo en su interior. Su corazón latía con furia y resentimiento. Sentía una mezcla de celos y desesperación por la situación en la que se encontraba. Aunque intentaba mantener una apariencia estoica, en su interior luchaba con sus propios sentimientos.

Las palabras de Daemon lograron repetirse en su mente una y otra vez, aguijoneándolo con su veneno. Se sentía atrapado entre lo que sentía por Lucerys y la lealtad que le debía a su familia. La presión y las expectativas lo abrumaban, amenazando con hacer estallar su mundo interior.

Miró a su alrededor, sintiéndose fuera de lugar en medio de la Fortaleza Roja, con sus paredes imponentes y los susurros de intrigas y traiciones. Aemond anhelaba encontrar una salida, una manera de seguir su propio camino y decidir su propio destino. Se dispuso a acercarse a los aposentos de Rhaenyra, quién deseaba una reunión con sus tres hermanos para discutir un asunto en privado. Pero en ese momento, parecía que estaba atrapado en una telaraña de política y manipulación. En ese tipo de situaciones Aemond comenzaba a envidiar a Daeron, su hermano menor, quien servía en Antigua como copero, alejado desde hace años de todo el lío que se causaba por la corona.

𝐃𝐈𝐑𝐓𝐘 𝐁𝐋𝐎𝐎𝐃 ― lucemondDonde viven las historias. Descúbrelo ahora