𝐗𝐕𝐈𝐈𝐈.

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CONFESSION

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El salón quedó sumido en un incómodo silencio.

Lucerys se sintió cada vez más avergonzado y vulnerable, deseando que la tierra se lo tragara en ese mismo instante. Buscó desesperadamente el apoyo de su hermano mayor con la mirada, pero Jacaerys estaba visiblemente enfadado.

—¿Qué diablos le haz hecho a Luke? —Jacaerys se enfureció, su voz era amenazante y baja.

—Nada que él no quiera.

—Aemond. . . —reprendió Lucerys, con susurro de súplica.

Jace aprovechó la oportunidad y empujó a Aemond con todas sus fuerzas. El peliplata se tambaleó, pero su estatura y fortaleza le otorgaban cierta ventaja.

—¿Te crees muy gracioso? Si le diera tu cabeza al rey estaría más que satisfecho, apuesto a que haría siete días de celebración. —escupió Jace.

La confrontación verbal se intensificó mientras Cregan Stark observaba atentamente, evaluando la situación con seriedad. Lucerys sintió cómo la tensión se extendía por todo su cuerpo, consciente de que las cosas habían llegado a un punto crítico y que tendrían que enfrentar las consecuencias de sus acciones. El ambiente en el salón se cargó de tensión, como si en cualquier momento estallara una tormenta de emociones.

—Al único al que le harías daño con eso sería a Luke, no a mi, yo estaré muerto y no sentiré absolutamente nada.

—¿De verdad eres tan imbécil como para creer que le haces un bien a él haciendo todo esto? ¿De quién crees que van a hablar mal? ¿A quién crees que van a juzgar? ¿A ti o al segundo hijo de la reina de los Siete Reinos y heredero de Driftmark? —la voz de Jace rezumaba desdén e ira, sus palabras cortaban el aire.

Pero no había nada más que verdad en su voz.

El peso de esas palabras pesaba en la habitación, arrojando un manto de incertidumbre sobre el futuro. Lucerys se dio cuenta de la magnitud de su situación, dividido entre su amor por Aemond y las consecuencias que inevitablemente enfrentarían. El silencio que siguió fue sofocante, mientras cada persona lidiaba con sus propias emociones y las opciones que tenía ante sí.

El asfixiante silencio fue roto por pasos que se acercaban, interrumpiendo el tenso ambiente. 

—No hubieras dicho lo mismo si Cregan Stark estuviera en el lugar de mi hermano —se jactó Aegon, deteniéndose justo al lado de Jace y colocando una mano sobre su hombro— No deberías despreciarnos tanto, sobrino. La sangre del dragón es muy superior al hedor de los perros del norte.

Cregan gruñó por sus palabras, dispuesto a desenvainar su espada y dar un paso al frente, pero Jace lo hizo detener alzando la mano en el aire en señal de que no haga nada. El joven lobo regresó su paso a regañadientes mientras Jace se deshacía del agarre de Aegon.

—Luego saldo cuentas contigo —le susurró Jace enojado al mayor de sus tíos, quien solo sonrió juguetonamente y desvió la mirada.

«Aegon era un imbécil» eso pensaba Jace.

Lucerys no se perdió ese intercambio, pero no encontró nada inusual en las interacciones entre Aegon y su hermano. Siempre parecían tener una relación de amor-odio, principalmente debido a la personalidad mayor de sus tíos, que siempre parecía provocar el temperamento de Jace.

𝐃𝐈𝐑𝐓𝐘 𝐁𝐋𝐎𝐎𝐃 ― lucemondDonde viven las historias. Descúbrelo ahora