Capítulo 7. Algo mucho peor.

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"¿Por qué nadie nos entiende? ¿Aún cuando estamos tan inquietos, por qué nadie nos apoya?" -Taiga. "Toradora."

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Maya y yo hablamos con el director al día siguiente.
Nos dijo muy amablemente que dentro de varios días me trasladaría perfectamente a su clase.
No había hablado nunca antes con ese señor y parecía muy buena persona.

Y sobre lo que pasó con Allison, lo único que hizo al respecto fue decir que no me lo tomara como algo personal, que muchas chicas se habían quejado de ella y que llegaría un momento que me dejaría en paz.

Francamente, me pareció algo muy poco profesional porque; debería ayudarme y no dejarlo pasar como si no tuviese importancia.

Estuve muy nerviosa esa semana, ya que me empezaba a molestar por los pasillos. Me empujaba y decía que era una cobarde.

Me sentía muy mal pero, ¿qué podía hacer yo?
Si el director no hacía nada nadie lo haría.

Maya tenía razón, me estaba haciendo la vida imposible.
Aunque tampoco le hacía mucho caso, no tenía nada que ver como el año pasado...
... eso sí que fue horrible.

***

Iba hacia el aula de química cuando me encontré con una pequeña puerta con un letrero que decía: "Orientadora.", y en letras más pequeñas: "Sarah Hills", encima de un dibujo de una taza de café.
Nunca había entrado y me llamaba mucho la atención. Decidí llamar a la puerta y abrirla lentamente diciendo un leve:

-¿Se puede? -tímidamente asomé la cabeza para ver el interior de la sala.

Era acogedora, había unos sofás azul cielo y unas cortinas del mismo color que se movían a causa de la ventana abierta. Las paredes eran blancas con cuadros de varios paisajes de partes del mundo. Entre ellos Hawaii.
Se me encendió el rostro al ver una cafetera al otro lado de la estancia.

Una mujer esbelta de unos treinta y pocos, con el pelo negro y corto, alta por sus tacones de aguja negros y un vestido color malva, buscaba el frasco donde guardaba el azúcar en un armario que estaba arriba del artefacto para hacer café.

Cuando me vio sonrió.

-¿Qué te trae por aquí? -sonrió cordialmente-, ¿necesitas ayuda?

-Bueno, en la puerta ponía que eres la orientadora y me gustaría charlar en un momento -dije tímidamente. No sé cómo no me trabé.

-Claro, cielo -dijo mirando la cafetera seguido de mí-, ¿te gusta el café?

***

Me puso un café filtrado con hielo, me gustó. Y lo necesitaba para relajarme.

-Hay personas como nosotras que el café las ayuda a relajarse. Cuando me pongo muy nerviosa intento tomarme cualquier tipo de café lo antes posible. Su olor y sabor me embriagan. ¿No es así? -dijo dejando la taza en la mesita barata.

-Sí, así mismo me siento yo -dije cerrando los ojos un breve instante.

-Me gusta esa taza que he elegido para ti -dijo señalando el pequeño dibujo de un perro marrón-, significa que eres una persona fiel, alegre y que te gusta divertirte. A ciertas personas les suelo poner la del gato. Ya sabes, porque son orgullosas, ariscas, se acicalan demasiado y se creen las dueñas del lugar. Como la mayoría de los gatos.

-¿No le gustan los gatos? -pregunté.

-Oh, no. Todo lo contrario, me encantan. Tengo varios. Pero la mayoría tienen esas personalidades, por eso Princesa se llama así -arrugué la frente-, es una de mis gatas.

Azulada ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora