Capítulo 17. ¡Eres un genio!

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"Debe ser tierno vivir con ese enorme dolor, te haces polvo poco a poco, se va la palabra «amor»".
Porta, "Aprecia lo que tienes".

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Después de pasar varias semanas, estábamos oficialmente en verano.
Las clases finalizaron, los niños jugaban hasta más tarde, la temperatura subía.

En fin, los días eran bonitos y las noches llenas de corrientes y brisas que daba gusto sentarse en la ventana.

No hicimos ningún viaje de fin de curso con el instituto, cosa que me molestó bastante, aunque no estaría con April, eso era lo malo.

Kellin y yo éramos pareja, también oficialmente, y era cada día más atento y cariñoso.
Venía todos los días a buscarme del trabajo y me llevaba a cualquier sitio para divertirnos. Era todo muy perfecto.

¿Darrence?, oh, él seguía sin hablarme. A veces lo veía hablar con Patrick, Owen, Drew, incluso con Maya, pero no con Kellin ni conmigo.

En teoría lo entiendo, pero no éramos más que amigos.

Y cuando le conté a las chicas lo que pasó en el mirador de Brooklyn casi me saltan encima alegres.
Una más que la otra.

Un día, al pasar al lado de una cancha de baloncesto, me encontré a Darrence jugando solo.
Me lo quedé mirando, lanzaba el balón desde lejos y conseguía meterlo dentro de la canasta, era increíble.
En uno de sus tiros rebotó contra el aro y vino en mi dirección rodando hasta llegar a mis pies.
Lo agarré y se lo entregué; ni me miraba a los ojos.

Tuvimos una dura y brusca conversación en la que él no debería de alejarse de nosotros. Estaba muy cortante, pero al final cedió, o eso creía.

Recuerdo que iba hacia el metro para llegar a casa de Maya, y que April ya estaría allí.

Me senté junto con una anciana y un niño pequeño que no paraba de saltar en el asiento.

-Me gusta tu pelo -decía el niño mientras sonreía. Tenía el pelo castaño alborotado.

-Gracias, y a mí el tuyo -le dije mientras se lo acariciaba.

El niño sonreía muy alegre y la señora me miraba afablemente.

Cuando salí del metro anduve unos minutos hasta llegar a la cancela de la casa de Maya.
Le di al botón del portero automático mientras esperaba.

-¿Sí? -dijo un señor.

-Hola, soy Brooke Lowell y... -no pude seguir porque me interrumpieron.

-¡Señorita Lowell!, Maya y la señorita Baker la esperan -dijo y la cancela se fue abriendo lentamente.

Caminé hasta la entrada y al llegar ya me esperaba un mayordomo.

-Suba, están en la habitación -me dijo cortésmente.

Al llegar a la habitación me encontré con Maya y April en su cama, de pie, cantando con un karaoke.

-Dios, qué mal cantáis -exclamé mientras me acercaba al loro que estaba dentro de una bonita jaula-, ¿siempre está encerrado?

-Oh, no -dijo con una mano en la cadera-, ahora puedes sacarla si quieres.

«Con que es hembra», pensé.

Abrí la jaula, salió y voló hasta posarse encima de el cabecero de la cama.

-¿Nunca habla? -pregunté mirándolo.

-Habla a ratos, cuando le apetece, es muy testaruda -sonrió sosteniendo aún el micrófono.

-Maya y yo hemos pensado en el viaje que haremos, ¿Prefieres ir a Hawaii o a... Hawaii? -dijo April. No me lo creía.

Azulada ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora