Capítulo 3. Cual rosa marchita.

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"Pensaba que no te necesitaba a mi lado. Pensaba que era más fuerte y solo me he equivocado."
Shé y Helena, "Contigo o Sin Ti."

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Sonó la alarma y me desperté de golpe.
Me quité la ropa y fui directa a la ducha.

-Lunes... -dije en un suspiro.

Cuando terminé, salí y me envolví en una toalla.
Elegí la ropa y me la puse.
Agarré el móvil y lo metí en la mochila.

Le eché comida a Cherry y salí de camino al instituto.
Pasé antes por un Starbucks a comprarme un frappuccino de caramelo.
Estaba delicioso.

Miré la hora en el teléfono. Mientras sorbía la bebida con la pajita de color verde pistacho.
Las 08:15 a.m.

Iba a medio camino.
«Llegaré tarde», pensé mientras aceleraba el paso.

A los diez minutos llegué algo cansada. Tiré el vaso de plástico vacío, donde antes estaba mi delicioso frappuccino, en una papelera que había cerca de la cancela y entré en el edificio.

Llegué a mi clase, apenas había nadie.
Todos me miraban.
No sabría describir sus expresiones, pero no me miraban con buena cara, eso estaba claro.

Poco a poco se iba llenando la clase y yo como siempre; me sentaba en los pupitres del fondo.

Me sentía abrumada.
Todos me miraban con una cara cercana al desprecio.
Bueno, en realidad no conocía sus expresiones ni intenciones.

Pensaba que no todos me odiaban. Es decir, no les hice nada.

El profesor de Matemáticas entró y todos se sentaron.
No hacía más que mirar por la ventana abierta.
Todo se veía tan hermoso afuera.
Estaba en la planta baja del edificio y podía divisarse todo con más detenimiento.
Un bosque muy profundo, extenso y frondoso se hallaba dentro de la parcela de edificios que formaban mi instituto.
Antes de llegar al conjunto de árboles había mesas de madera sobre una capa verde y brillante de hierba.
También había alguna que otra flor amarilla.
Pero me seguía llamando la atención el oscuro interior del bosque.

-¡Lowell! ¿Qué es lo que hay ahí afuera que te resulta tan interesante? -dijo el profesor Sones alzando la voz.

«Distraída», dije en un susurro.

-¿Puedes decirnos qué estaba explicando? -se cruzó de brazos esperando impaciente a que abriese la boca y dijera lo que quería oír.

-Tú puedes, Azulada -oí con tono de burla a mi derecha. En la ventana. Giré mi cabeza y vi al acosador.

-¿Pero qué haces aquí? -dije horrorizada.

-Voy hacia el gimnasio. Llevaba un rato observándote -iba a decir algo más pero un amigo le abrazó por el cuello y se lo llevó-. ¡Te buscaré en el recreo!

Me quedé mirándolo. El profesor se aclaró la garganta y lo miré.

-¿Y bien?

-No tengo ni idea -y sonreí de la nada.

***

Sonó la sirena. Me puse a guardar el libro de Historia que minutos antes había sido usado para una clase verdaderamente aburrida de repaso para el examen del miércoles.
Que Dios se apiade de mi alma.

Suspiré y salí con la mochila en el hombro. Fui hacia la solitaria aula de arte y me quedé sentada apoyada en la puerta cerrada.
Es como un muy pequeño edificio. Y me recuerda que no sé dibujar.
Y antes de que cogiese mi móvil para escuchar música escuché una voz.

Azulada ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora