Capítulo 1. Idénticos.

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"¿Cómo saldremos de este laberinto de sufrimiento?" -Alaska Young.
John Green, "Buscando a Alaska."

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Y sin darme cuenta me dormí sobre el pupitre mientras el profesor Wells impartía la clase de lengua.

Me veías a mí con el pelo cayendo a un lado de la tabla de plástico, donde mi cara estaba apoyada sobre un cuaderno de dos rayas. Me estaba clavando en la mejilla izquierda el alambre del conjunto de folios encuadernado con una pasta de cartón. Pero no me quejaba, estaba muy cansada.

Era un sueño sin sueños. Apenas solía soñar mientras dormía, o al menos, no lo recordaba.

Primero empezó mirándome una chica castaña con un moño mal hecho. Sonreía mientras le llamaba la atención a un chico moreno con el pelo largo para que me mirase. Se rió levemente y llamó a varios más.

En un momento toda la clase me observaba.

-¿Señorita Lowell? -dijo el profesor dejando tras de sí un pequeño eco.

«Se dio cuenta», pensé.

Abrí los ojos de golpe y me levanté asustada, colorada y cansada.

Tenía una de sus grises cejas enarcada. Algunos alumnos reían y otros me miraban como si fuese idiota.

Y es que un poco desorientada sí que estaba.

-Si tiene la necesidad de caer en los brazos de Morfeo -dijo y pausó-. Lo mejor es que se dedique a dormir por las noches.

Unos chicos increíblemente aburridos gritaron en coro un "¡Oooohh!", mientras se reían de mí.

Me sonrojé aún más. El profesor sonreía mientras sonaba la campana. Me apresuré mientras guardaba mis bolígrafos y lápices en mi pequeño estuche de color amarillo chillón. Junto con el cuaderno, lo metí todo en mi mochila azul de tela.

-Y recordad que el examen es dentro de dos semanas -dijo el señor Wells mientras un par de chicos ya salían de clase.

Estaba a punto de salir cuando me llamaron.

-Brooke -dijo mi profesor.

Me giré y me acerqué lentamente. Cuando estuve lo suficiente cerca para que los pocos chicos que quedaban en clase no nos oyeran, empezó a hablar.

-Siento haberte dicho eso antes, debiste de sentirte mal -dijo algo cansado-. Sabes que bromeo siempre.

-No, no me sentí mal. Tiene razón, anoche estuve despierta estudiando para un examen -dije. Era historia, lo peor que se me daba-. Debería de haber estudiado por la tarde, pero estuve muy ocupada. Siento haberme dormido, de verdad.

Estaba muy nerviosa, me sudaban las manos y me temblaban las rodillas.

Empezó a reír.

-Anda, vete ya -dijo aún riendo-. Como te sigas disculpando te suspendo la evaluación. Y no quiero hacerlo, tus notas son excelentes y tus redacciones maravillosas.

Sonreí como pude y me fui corriendo.

Había un montón de adolescentes apelotonados en la puerta. Lentamente iba reduciendo esa «fila-irregular-interminable».

Me apoyé en una columna y esperé a que apenas hubiese nadie. Miraba mis uñas y empecé a quitarme el esmalte negro con ellas.

Un trocito de esmalte saltó y cayó al suelo. Mi uña parecería rota de no ser por el borde blanco. Me froté los dedos y miré hacia la puerta.

"Aún hay mucha gente", pensé.

Agarré el móvil, introduje los auriculares por mis oídos y puse Obstacles, de Syd Matters.

Azulada ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora