Capítulo 3.

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Kali Uchis - Melting
«When you're around,
my insides turn inverted»


Capítulo 3.

Calles de Rosenthal.

Ya había pasado una semana desde que nos instalamos en casa de los Wilston. Yo ya había desempacado y había explorado un poco mejor la ciudad, lo cual implicaba también ignorar a todo mundo.

Casi todos los días almorzaba algo rápido en la mañana y me iba a explorar más la ciudad antes de que las clases iniciaran. No logré descubrir mucho, pero al menos me despejaba y aislaba un poco de todos.

También solía ir mucho a aquella banquita que encontré con un cerezo a lado suyo. Pasaba las tardes escribiendo o leyendo hasta que creía que ya era suficiente tiempo fuera y volvía a casa.

Mi mamá no mencionaba mucho al respecto. Ella sabía que necesitaba espacio.


Pero consideró que me dio el tiempo suficiente y que ya era momento de socializar, por lo que aquí estaba, terminándome de alistar porque toda la familia Wilston y nosotras dos iríamos a conocer la ciudad más a "fondo".

Al parecer este no iba a ser mi día.

Ni ningún otro. Por lo que veo.

Comienzo a vestirme en la habitación sin tomarme las molestias de ir al baño, creo haber escuchado decir a la mamá de Jaden que él tardaría un poco más en llegar, ya que vendría de un entrenamiento de basketball, así que supongo que no tendría porqué entrar a la habitación.

Justo en ese momento entra el pelinegro algo distraído con una pelota de bascketball en sus manos jugando con ella.

Pero bueno, ¡bienvenidos a otro capítulo más de las desgracias de Ashley, número 626362948163920!

Jaden me voltea a ver unos segundos antes de asimilar que tengo el top por la mitad de ponérmelo completamente, él no quita la vista de este hasta que su vista sube a mis ojos y me mira avergonzado dándose la vuelta.

No sé si tomármelo como un cumplido o ir a ver si sigue vivo de lo rojo que está.

—Joder Ashley..., ¡perdón!—dice tapándose los ojos con las manos—. Mierda, disculpa no sabía que estarías aquí, y mucho menos cambiándote, yo debí haber tocado la puerta para ver si...

¿Es cosa mía o no estaba solo avergonzado, sino también nervioso?

Más me vale no volver a cambiarme aquí sin haber puesto seguro a la puerta.

—¡No te apures! —le aseguro enseguida terminándome de poner la blusa—. Yo debí haberme cambiado en el baño, disculpa.

Nada más a mí me pasan estas cosas, joder. Qué vergüenza.

Él voltea a verme entre sus manos todavía cubriendo una parte de sus ojos.

—Yo... voy a salir del cuarto, ¿eh?, no te apures. Sin problemas.

—No te preocupes, no es necesar...

Pero él no me hace caso, empieza a caminar todavía cubriéndose los ojos.

—Por aquí debe de estar la salid...

Justo cuando está a punto de salir se topa de frente con la puerta.

El día que la luna dejó de brillar. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora