Capítulo 13.

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Capítulo 13.
Antes del colapso.

—Ahora solo queda saltar de la colina. Avientate, sé libre. ¡VUELA!

—Ni loca me avien...

—¡QUE VUELES!

Muy tarde para reprochar. Ya estaba cayendo a toda velocidad mientras intentaba llevar el control en la bicicleta.

Sí, a mi edad y todavía no sabía andar en bicicleta.

Ni tomar una pastilla podía.

Maldita sea la hora en la que me convencieron de venir a montar bicicleta y maldita la hora en la que acepté venir.

Parece que dejé mi cerebro en mi otra ciudad o yo que sé, porque parece que desde llegué a Rosenthal hago puras tonterías.

Hace unas horas Isair quiso reanudar el plan que habíamos dejado pendiente hace unos días. Digo días porque ya habían pasado cuatro días desde que Jaden y yo nos queríamos arrancar la cabeza cada que nos veíamos. De hecho, cuando su primo fue a invitarlo a él por igual, dijo de la manera más grosera un nada más y nada menos que un rotundo: "NO".

Curiosamente su respuesta cambió rotundamente cuando supo que iba a estar sola con su primito. Y terminó accediendo muy a su pesar. Así que para que el ambiente no estuviera tan tenso invité a Hannah. La cual no dudó en apuntarse al plan. Me sorprendió su entusiasmo por venir con nosotros, incluso casi me lo contagia.

Casi...

Y aquí estábamos, tratando de no matarnos haciendo tonterías.

La llegada de Isair me había alegrado más de lo que yo misma me esperaba, y aunque no puedo verlo con otros ojos más que como un amigo, sé que él coquetea conmigo de broma para sacar de quicio a Jaden.

Y sí que lo logra.

¿Está loco?, sí. ¿Parece que en cualquier momento nos va a acuchillar a todos?, también. ¿No conoce la palabra "límite" ni "riesgo"?, completamente afirmativo.

Nos encontrábamos aquí gracias a que era mi día "libre" del trabajo.

Vamos a fingir que Isair y Melanie no fueron a sacarme muy a escondidas de la nevería y dejaron alguien a cargo de mi butaca.

Dijeron que para lo torpe que era Ethan seguro tardaba un año en darse cuenta que no era yo.

Y bueno... la cosa con Etan no había cambiado mucho. Me dolía como era con los demás, porque se la pasaba gritándoles y bajandoles el sueldo. Era repugnante la manera en la que el tenía él poder ahí.

Y conmigo... había tenido tantos límites que de cierta forma sospechaba sus intenciones. No sé acercaba a mí más que para algo del trabajo, y gracias a esto, muchos decían que hacía excepciones conmigo.

Incluso mis mismos compañeros de trabajo desarrollaron cierto rencor conmigo. Ya quiero pensar que sus jodidas "excepciones" eran mirarme de una manera repugnante.

Porque sí, eso sí que no había cambiado. Me seguía mirando de la misma forma. Estos días habían sido tan cansados emocionalmente tanto físicamente para mí que sólo lo dejaba pasar y seguía con mi vida.

Pero no hasta que él decidió gritarle tan fuerte a una chica hasta el punto de provocarle un ataque de ansiedad. Dulce. Mi compañera de cuarto de servicio.

Ese día no pude quedarme callada, me daba completamente igual lo que quería hacer, y si quería despedirme, por mí perfecto. Me quedé el tiempo necesario con la chica intentando consolarla y demostrarle mi apoyo. Me jodia el hecho de que ella me dijera que estaba ahí por falta de dinero en su familia, que no tenía opción.

El día que la luna dejó de brillar. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora