Capítulo 11.

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Capítulo 11.
Destellos.


Escucho unos pasos acelerados acercarse a mí mientras yo intento secarme las lágrimas de mi rostro cubriéndolo.

Unos segundos después Jaden se arrodilla frente a mí y quita lentamente las manos de mi cara. Cuando ve que tengo los ojos rojos y muerdo mi labio frenéticamente él aprieta los labios en un dura línea y tensa la mandíbula.

No duda en acercarse a mí lo más que puede e inmediatamente puedo sentir su calor corporal.

Pasa sus dedos con delicadeza sobre mí cara secando las lágrimas que aún salen sin poder detenerse. Me acerca hacia él en un fuerte abrazo, y ahí es donde no puedo más y rompo en llanto.

Siento tantas ganas de gritar hasta que mi garganta se desgarre. Mis ojos me duelen mientras me aferro cada vez más a Jaden y suelto un sollozo.

Y ahí, mientras nosotros dos estamos tirados en la calle, solo pido que no me suelte. Pido que vivir deje de ser algo tan difícil. Pido que mi corazón ya no duela y se rompa más por cada lágrima que derramo.

No sé cuánto tiempo pasa, pero el pelinegro sigue aquí, conmigo. En el suelo limpiando cada lágrima mía y acariciando mi cabello. Pasados unos minutos escucho que Jaden les dice algo a Melanie y al chico que está a lado de ella e inmediatamente veo de reojo como se van al final de la calle.

Cuando por fin mi corazón toma su ritmo normal puedo sentir mis párpados pesados. Me separo un poco de él y siento que me observa.

—Antes de que lo preguntes, no es nada. No pasó nada, solo un bajón que a cualquier persona le da...—hago una pausa tapandome la cara.—Y no me mires, Jaden. No puedo ni imaginarme lo horrible que luzco con los ojos hinchados. Y antes de que lo digas, sí, sé que soy una debilucha.

Él me observa atentamente todavía acariciando mi cuello.

—¿Me creerías si te digo que me sigues pareciendo igual de hermosa y valiente? —Me levanta la barbilla suavemente con una mano quitando mis manos de mi cara— Las lágrimas no son sinónimo de ser débil, Ashley. Es sinónimo de alguien real. Alguien que siente y a pesar de sentir todo ese dolor lo saca y sigue adelante. Y tú —Me acaricia la mandíbula—. Tú eres muy fuerte y valiente. Más de lo que tú misma crees.

Estoy apunto de echarme a llorar otra vez porque sus palabras me llegan directo.

—No pasó nada, solo fue...

—¿Te pusiste tan mal por solo "nada"?—pregunta como si hablara en serio—. No te creo, Ashley. La verdad que se me complica hacerlo cuando me das ese argumento.

Me cruzo de brazos alejándome un poco de él.

—Pues no me creas y ya. El mundo no va a a acabar por ello, créeme —digo en un tono bastante irritado.

La más madura...

—Habla conmigo, Ashley, estoy aquí. Contigo, puedes confiar en mí, en serio.

No, no puedo. Y mucho menos con la amenza de Ethan.

—¡No pasa nada!

—¡Claro que pasa algo, lo que pasa es que tú nunca quieres contarme nada!

Lo miro indignada.

—¡¿Que yo soy la que nunca quiere contarte nada?!, ¡¿seguro?!, ¡¿no quieres hablar de las veces que te acercas a mí con intenciones de ser más que un amigo y después haces como si absolutamente nada hubiera pasado?!, ¿cómo crees que me siento?, ¿eh?, dime, ¿cómo?

El día que la luna dejó de brillar. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora