Cartas que nunca llegaron.

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Cartas que nunca llegaron

Creo que hay algo muy profundo entre el vínculo de una madre y su hijo. Porque en sí, considero que la madre es una figura muy importante en el crecimiento de un hijo. El amor que le da, los cuidados y la atención. Los sacrificios que hacen, las sonrisas y los consejos en esos momentos que no puedes sentirte capaz de tomar una decisión tú mismo.

Pero yo nunca entendí lo que era tener el amor de una madre.

Jamás entendí que se sentía que me cobijara cuando me quedaba dormida o tenía frío. Que me hiciera mi comida favorita. Que se tomara el tiempo de conocerme como su hija. Que me valorara y me aceptara como fuera. Que asistiera a los eventos del día de la madre. Que celebrará mis logros como los suyos, o que simplemente no me comparara constantemente o me dijera como quisiera que fuera.

Así que tuve que aprender a hacerlo sola.

Tuve que aprender a darme ese amor que mi madre nunca me dio ni le preocupaba darme.

Cuando tenía frío, yo me cobijaba y cerraba los ojos pensando que ella estaba ahí. Cuando quería probar mi comida favorita, dejaba que escogiera la que ella quería. Cuando alguien le preguntaba a mi madre sobre mis gustos y ella se quedaba callada sin saber qué responder, yo me tragaba el nudo en la garganta y contestaba por ella. Cuando no llegaba a los eventos del día de la madre y mis compañeros me preguntaban por qué nunca venía, la defendía con mentiras.

Y cada vez que me comparaba a mí misma fui convirtiéndome en alguien que no quería ser, pero que ella deseaba que fuera.

He cambiado tantas veces para encajar que ya no sé quién soy. Sólo sé que...

Estoy hecha de críticas.

El día que la luna dejó de brillar. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora