Capítulo 28.

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I'm not the only one - Sam Smith
«I can't believe
you let me down
But the proof's in
the way it hurts»


Capítulo 28.
Dos corazones rotos.

Un rayo de luz atraviesa la ventana cuando me remuevo con pereza en el colchón.

Anoche llegué y lo único que hice fue quitarme la ropa mojada, ponerme lo que sea que encontré en la maleta —que por cierto, también estaba bastante húmedo—. y echarme a dormir.

Ahora estoy tirada en mi cama con una cara de muerta viviente y sin energías de nada. Son casi las doce de la tarde y sigo sin moverme un solo centímetro.

Cuando mi estomago comienza a rugir como si un monstruo habitará en él, suelto un suspiro cansado y me pongo de pie. Me he puesto una sudadera oversize que he encontrado y un short corto. Mi cabello está más desordenado que mi propia vida y tengo las ojeras demasiado marcadas. Mi boca está seca y mis ojos están lo suficientemente hinchados como para no dejarme ver con claridad.

Aún así, voy a por mi cargador y agarro mi celular para poder cargarlo un poco. Casi maldigo cuando veo que mi madre lo ha echado en la maleta cortado.

—¿Es en serio...? —me pregunto a mí misma frustrada. Doy un respingo cuando escucho que tocan la puerta varias veces.

No me gustaría que alguien me vea en este estado. Pero es como me siento ahora, no entiendo por qué debería ocultarlo.

Suelto un suspiro y voy a la entrada. Abro la puerta con cuidado y cuando la abro totalmente me encuentro con un guardia viejito de estatura media observándome con una sonrisa bastante simpática.

—Muy buenos días, señorita —su tono de voz es suave y muy amable—. Lamento tanto interrumpirla... pero me han llamado de recepción y pues el tiempo máxima de espera que tenemos es hasta las doce... usted lo ha pasado unos cuántos minutos y... eso no nos molesta para nada, de verdad lamento interrumpirla, pero quería preguntar si todavía ocupa la habitación o ya podría desocuparla.

Él aún me mira con una sonrisa avergonzada en su rostro. No sé por qué incluso me saca una risa a mí. La persona que menos tiene ganas de sonreír, y me ha sacado una pequeña risa.

—Lamento no avisar, pasaré otra noche aquí. En un momento bajo a pagar, una disculpa por la demora... quería dejar mi teléfono cargando porque anoche no tenía nada de batería pero resulta que mi madre me echó de una casa que ni siquiera es suya —me río sin ningún tipo de gracia. El guardia me observa con atención—. Y luego me empezó a dar hambre, mi aspecto es un asco y yo me siento horrible.

Hago una pausa en la que mi boca se siente más seca que antes, más bien, me duele mi garganta. Como si hablar de lo que pasó anoche me desgarrara.

—Pero concluyendo con mi larga explicación que usted no me pidió, quiero decirle que me quedaré una noche más buscando vuelos a otra ciudad, lugares y todo lo que necesito para iniciar desde cero.

Tomo una bocanada de aire y respiro todo lo que puedo. He hablado demasiado rápido. Llega un momento en el que el guardia me observa sin siquiera parpadear, así que considero que no me ha entendido.

Mejor por mí. No me gusta que me miren con lástima.

Para mí buena o mala suerte, él sonríe tristemente y se quita su sombrerito.

—Realmente lamento mucho no poder ayudarla con ese aspecto de su vida por ahora, pero puedo comenzar trayendole comida que sobró del buffet del hotel, que también cerró hace unos minutos. Tengo a mi mejor amigo ahí, de hecho, es el chef principal —sonríe al recordarlo—. Así que la comida no se la cobrare. Trataré de encontrar un cargador para su teléfono, y si lo encuentro, tenga por seguro que enseguida se lo traeré.

El día que la luna dejó de brillar. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora