Epílogo.

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Je te laisserai des mots - Patrick
Watson


Hay mucho dolor en la vida,
y quizás el único dolor que se
puede evitar es el que proviene
de intentar evitar el dolor.

R.D. Laing

Epílogo.

París, Francia

8 meses después...

—¿Segura que llevas todo?, no se te vaya a olvidar traerte...

Suelto un suspiro agotado pero aún así sonrío al teléfono mientras intento cerrar mi maleta a la fuerza.

—Lo sé, Hannah, lo sé —digo sonriendo mientras sostengo el móvil en mi hombro y apoyo mi oreja ahí para poder oírla.

Mentiría si dijera que no estoy nerviosa por volver a casa meses después de mi ida. Mi estomago es un nudo de nervios y no puedo dejar de sonreír. Extraño tanto a Melanie, a Hannah y claramente... a mi pelinegro favorito. Ese chico que no ha dejado de mandarme cartas y mensajes desde que me fui de viaje a París.

Este último año ha sido difícil. Ha sido bastante duro en muchos aspectos. Pero también he aprendido mucho. Puedo decir que ahora cada que recuerdo a mi hermano la herida duele, pero estoy aprendiendo a sanarla y a recordarlo con el mayor cariño posible.

Hice varios amigos en la residencia que no voy a negar que lo más probable es que también extrañe mucho.

Pero por fin puedo decir que me siento cómoda siendo yo, por fin puedo decir que me siento en paz y tranquila cuando me veo en un espejo.

He aprendido a amarme tal y como soy. He aprendido a identificar mis errores para aprender de ellos y no lastimar a los demás.

No ha sido un camino color rosa como me hubiera gustado que lo fuera. Sanar jamás será un proceso lineal en el que tengas que seguir determinados pasos para poder hacerlo.

Hay días en los que sientes que estás avanzando y te sientes orgullosa de ti misma. Luego hay días que no quieres ni siquiera verte en un espejo.

Es una montaña rusa difícil de lidiar, son emociones, inseguridades, el aveces no tener sentido del por qué haces todo esto.

Pero lo haces. Y es lo que más importa.

Hace tiempo al mirar las estrellas y observar la Luna veía todo en ella. Veía la perfección.

La Luna era como mi hermano, o al menos yo lo interpretaba así.

Solía decir que él era la perfección en persona, que todo solía irle bien.
Solía olvidarme muy seguido de que hasta lo más perfecto tiene su defecto.
Y que mi hermano se equivocaba.

Que él tenía sus altas y bajas.

Perderlo a él fue perder mi brillo en ciertas cosas.

Hace un año no me hubiera imaginado seguir aquí. Estoy segura de que ni siquiera me lo hubiera planteado.

Al día de hoy ha pasado más de un año y medio que mi luna dejó de brillar. Y he aprendido que existen estrellas y un sol que aún siguen brillando alrededor de esta.

Cuando le cuelgo a Hannah para poder terminar de empacar ella casi llora de la emoción y de la felicidad.

Y he de decir que me la ha contagiado un poco...

El día que la luna dejó de brillar. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora