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Agustín podría haber dicho alguna vez que los seres malignos sólo existían en los cuentos de hadas, pero al crecer noto cómo realmente vivían entre todos nosotros, asesinos, bestias y monstruos, usurpando almas y destrozando cuerpos.

Tenía algo claro y es que el hombre delante de él era malo, en sus ojos no había ni una sola pizca de brillo. No sabía que podían haber personas con los ojos verdes tan oscuros, pero él los tenía de esa forma, muy oscuros, la pupila no dejaba que el color se vea por ningún lado, Agustin sentía mucho miedo, pero también estaba deseoso por lo que había pasado momentos antes. Todo lo hizo sentir mal, porque él siempre había sido bueno, ¿Por qué lo atraía alguien como él?

—Tienes razón— soltó Marcos alejándose de imprevisto con la voz pastosa y Agustín pudo soltar el aire que tenía retenido en sus pulmones —Debería matarte ahora mismo.

—No— imploro asustado, marcos alzó el rostro mirándolo con los ojos entrecerrados.

—¿Qué es lo que estás buscando?— preguntó viéndolo fijamente, Agustin bajo el rostro —¿Piensas que soy alguien a quien puedes andar siguiendo, y te dejaré hacerlo? No tienes ni una sola puta idea de lo que soy capaz por quitarme a alguien de encima.

—No volveré a hacerlo— respondió, lo miró con esfuerzo —Yo... yo sólo quería pedirte protección, quería saber si vos podías ayudarme...

—¡Insolente!— gritó, Agustín se exaltó, su pecho subió y bajó con fuerza, tragó grueso apretando los ojos, esperando un golpe.

—Perdón— susurró en un hilo de voz, temblando.

—Sos un maldito imbécil— rió, y Agustín seguía en la misma posición, asustado —Espero que te jodan en el instituto, y aunque te revienten yo no te voy a ayudar, yo no le tiendo la mano a nadie, porque cuando lo haces te la arrancan— escupió, Agustin asintió seguidas veces, oyó sus pasos alejándose, alzó la mirada viendo cómo cruzó en la esquina del callejón, perdiéndose.

—Lo hizo— susurró —Me dió una segunda oportunidad.

No lo había matado, ni lo había lastimado esta vez, sólo se había ido, y aunque lo dejó ir, todos y hasta él tenían razón, ya no debería volver a buscarlo, no volvería a acercarse.

•••

Ya era de mañana, Agustin había tomado una ducha y se había cambiado con una camiseta blanca, bajo un suéter azul, unos pantalones claros y zapatillas comunes. Estaba desayunando, su padre lo había llamado momentos antes para decirle que no podría cambiarlo de instituto, que ya había entrado y debería estar agradecido por estudiar ahí.

—Agustin— lo llamó su madre, estaba delante de él, desayunando una tostada con mermelada —¿Qué ha pasado con el chico del que me hablaste? ¿Volvió a molestarte?

—No— susurró mirando su pan sin hambre —Yo lo he molestado a él— dijo poniéndose de pie y tomando su bolso —Adiós mamá— ella apenas pudo responder, ya se había ido.

Agustín sentía ansiedad, debía volver a ese lugar, y tenía miedo. Pero su papá tenía razón, él se había esforzado mucho por ingresarlo en ese instituto, y debía seguir ahí. No sería más de lo mismo. Sólo debía aguantar un año.

Así que tomó un taxi que lo dejó frente al lugar, se puso sus lentes porque ya no seguiría forzando la vista para ver al pizarrón, y entro.

Pensó que lo verían como hace dos días cuando Marcos lo lastimó, pero todos estaban en lo suyo, al parecer ya lo habían olvidado, y pudo respirar más tranquilo.

Llego hasta su salón ileso entrando, habían pocas personas, aún no llegaba el profesor. Fue hasta el asiento donde se sentó el primer día y respiró profundo, sin embargo, escuchó risas y miró a la puerta, los chicos del equipo entraban.

𝙼𝙰𝙻𝙳𝙸𝚃𝙾 ; 𝙼𝙰𝚁𝙶𝚄𝚂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora