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Marcos estaba sentado en el suelo de su habitación, mirando por la ventana que daba al jardín, fijo en algún punto del pasto, regresando a atrás, a cuando era un pequeño y sólo tenía el frío de su antigua habitación. Una que lo enfermaba diariamente, una en la que vivió sus mayores pesadillas, incluso a carne viva, una que ahora estaba derrumbada. Se lo había ordenado a aquellos hombres, demoler el lugar, cómo si se pudiesen demoler los traumas.

Estos días que paso consigo mismo, con este hijo de puta de persona, se dio cuenta de algo; todo lo que hace es sabotear. Aleja todo lo lindo de su vida, porque siente que no lo merece, es que, ¿Cómo podría un asesino, maldito y enfermo merecer algo bueno?

Las miradas de cariño de Cristian, su caricias en su cabello al despertar, su palma en su hombro cuando hacía algo bueno y su sonrisa triste cuando era lo contrario. Esa forma de tratar de entenderlo, de cumplir sus caprichos, de ser honesto al explicarle todo sobre su vida, todo sobre él, al ayudarlo a convertirse en alguien que diese miedo, que fuese de autoridad, ayudarlo en convertirse en él. Porque así es, Marcos es lo que es gracias a él, era Marcos Ginocchio, y Cristian es su padre, nadie más, y Marcos nunca fue alguien que dijera que deseaba ser como su papá al nacer, pero el estaba feliz de serlo. Ya no era el débil al que magullaban a golpes, ahora dejaba sanguinarios desangrarse, ahora tenía un nombre en alto.

Y todo se lo debía a él, porque era tener esta vida o morir.

Se culpa de cada muerto, de cada persona a la que le quito la vida, de todo el que lastimo, se culpa y lo acepta, pero no se arrepiente, por alguna razón jamás podrá hacerlo, porque por más que desee sentirse mal por eso, no tenia esa capacidad, no puede perder el sueño como Agustin por una muerte, y siento que no podrá  sentirse mal jamás por ello. Está en su naturaleza, o en alguno de sus traumas, se va por la segunda opción.

También, analizando todo en este tiempo, Marcos noto que mantenía a raya todo lo agradable. Lo hacía porque aún se sentía en guardía, es como si el amor quemase, cómo si un abrazo de Agustin lo comiera vivo. Y aún así adora el tacto. Nunca podrá entenderse en ese aspecto, pero lo único que sabe es que no puede estar sin él, y haría lo imposible porque lo entendiera. Aunque fallara mil y un veces, o muriese en el intento, preferiría morir a no verlo, porque Marcos no podría seguir viviendo sin él.

Lo sabía a sus casi veinte años, ese niño que era jamás volvería. Nunca volvería a sentirse así de solo, ahora los tenía a ellos, tenía a personas que lo querían aunque el era un mierda, aunque fuera un monstruo. Ellos lo querían, y con eso bastaba para Marcos.

—¿Vas a quedarte ahí otra semana más?— preguntó Cristian a sus espaldas, volteo para verlo, y luego se puso de pie yendo hasta él, Cristian lo miró confundido, entonces Marcos lo abrazo, por primera vez lo hizo

—Te quiero papá.... — tragó saliva.

—Marcos... — dijo, su voz sonó débil, pero lo abrazó fuerte, unos segundos más, y Marcos se alejo apretando la mandíbula, fingiendo que no quería llorar, noto que él estaba igual.

—No digas más— pidió, esto le tomaría tiempo.

—Sí— dijo, su manzana de Adán bajo y subió —Quería... — se aclaró la garganta — invitarte unas cervezas, es que, está jugando Manchester.

—Sí— asintió haciéndose el fuerte —Vamos.






•••






Marcos dio la vuelta en una esquina, iba en una camioneta Chevrolet que Cristian le había regalado horas antes, era suya pero bueno, tenía como veinte autos más, de igual forma una vez Marcos le comento que le gustaba esa y por eso decidió dársela. Venía de comprar un iPhone ya que tampoco tenía teléfono y no sabía cómo usarlo, no retrocedía, y no había botón para hacerlo, estaba un poco enojado por eso, pero más enojado por tener a Lucifer al lado, quién no dejaba de hablar como un idiota maniático.

𝙼𝙰𝙻𝙳𝙸𝚃𝙾 ; 𝙼𝙰𝚁𝙶𝚄𝚂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora