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Las personas tienen razón al decir que a veces se enamoran de otras incorrectas, caer por gente mala, y aunque saben que son personas tóxicas, a veces el corazón no los deja ver más allá de las emociones buenas momentáneas.

Aunque no sabía si esto era amor, Agustín sentía algo por Marcos, lo sintió todo al probar sus labios, como si quisiera vivir siempre abrazándolo, como anoche, donde todo se sentía tan bien a pesar de su comienzo tan desagradable.

Ahora sabía que él no sólo era un chico boxeador, el tatuado era un asesino despiadado, y descarado, lo veía con una sonrisa cínica incluso después de confesar su delito, cómo si se tratase de una broma, de cualquier cosa.

«Lo maté» oía esa frase miles de veces por segundo, Agustín se sintió tan sofocado, no entendía cómo podía existir el mal tan intenso, como alguien podía quitarle el hecho de respirar a otra persona y estar como si nada. Eso le decía que tal vez Marcos lo hacía a diario, mataba a diario.

—¿Qué?— soltó una risa —Me pediste que hiciera algo, ¿Qué esperabas?

—Alexis me hizo daño, pero no merecía morir— susurró con voz frágil, bajando la mirada, ya no quería verlo a los ojos.

—Me pediste algo, lo hice— se encogió de hombros —Deberías sentirte alagado, yo no maté nunca por nadie.

—¿Cómo fuiste capaz...? ¿Cómo pudiste pensar a caso que te aplaudiría por algo tan bizarro?— frunció el ceño.

—¿Crees que tengo piedad?— lo interrumpió, Agustín lo miro —Tal vez lo pensaste porque no te maté aquel día en el callejón, realmente iba a hacerlo— confesó —Pero la única razón por la que no lo hice es porque te tolero, de lo contrario ahora no estarías aquí— murmuró las manos de Agustín comenzaban a temblar —Esto es lo que soy— puso su mano en el cuello de Agustín apretando —¿Qué pasó pequeño, te asusta el demonio?

—Si— dijo, podía hablar, no apretaba tan fuerte —Me asustas de todas las formas posibles— mordió su labio, Marcos lo soltó quitando la mirada un momento, primera vez que lo hacía —Pero sé que ya no me dañarás. — murmuró. Eso quería creer, o esperaba.

—¿No fue suficiente que matara al imbécil? ¿Aún sigues de romántico?— soltó una carcajada —Eres un puto masoquista.

—Debes decirle a las autoridades lo que hiciste, Alexis tenía una familia— pidió, Marcos alzó la ceja.

—No lo haré— se relamió los labios —Y vos no vas a decir nada, porque cuando abras la boca, será solo para chuparme la pija, de lo contrario, yo mismo te la coseré... — dijo con voz ronca, le dieron escalofríos —Sería una pena— puso sus dedos en los labios de Agustín —Porque me encanta.

—¡Él era malo pero valía!— grito empujándolo torpemente —No sé quién te crees para quitarle la vida a alguien— murmuró con impotencia —Ya no cambies el tema, ¡Por el amor de Dios!— negó.

—Te recuerdo que vos me pediste acciones, fuiste un jodido caprichoso— ladeó el rostro dándose la vuelta —Te demostré hasta dónde podía llegar mi maldad, y mira cómo te pones, eres un idiota débil— escupió enojado —No te quiero ver en el campo, piérdete— dijo y salió finalmente.

Agustín golpeó el casillero a su lado enojado consigo mismo, no debió haberle dicho nada esa noche, no debió haberlo hecho. Pero no, esto no había sido su culpa, él no quiso que mataran a nadie. No sabía que Marcos era así, no creyó que fuese capaz de asesinar.

—Dios... — exclamó pasándose las manos por el rostro.

Ya no podía soportar nada, se arranco la campera que Marcos le había dado casi salvajemente tirándola en el suelo y se puso su ropa de nuevo saliendo de los vestidores sin mirar a los lados para irse del lugar. Ya no quería pisar de nuevo esa preparatoria.

𝙼𝙰𝙻𝙳𝙸𝚃𝙾 ; 𝙼𝙰𝚁𝙶𝚄𝚂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora