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Agustin se talló los ojos moviéndose sobre la cama, sintiendo un dolor en su cadera que lo hizo abrir los ojos mirando a su alrededor, dándose cuenta al instante que las paredes no eran rosas como las suyas, y que su mesita de noche, en cambio era un gimnasio, entonces entendió que estaba en la habitación de Marcos. Giro su rostro para verlo, pero no está ahí, se sentó en la cama haciendo una mueca por el leve dolor.

— ¿Mar? — lo llamo creyendo que estaba en el baño, pero no hubo respuestas, al parecer, y gracias al clima dedujo que eran como las doce del medio día.

Salió de la cama poniéndose de pie, tuvo que sostenerse de la pared un momento, era increíble como hasta sus piernas se sentían maltratadas y no podía dejar de sonreír, había hecho el amor con Marcos, él lo quería y Agustin a él. A noche habían sido uno.

A pesar de la rudeza al final, sintió que él también se había dado parte de su corazón, la forma en la que Marcos lo miró cuando le preguntó si estaba bien cuando se movía, sus ojos verdes viéndolo con aquel brillo que solo salía a la luz cuando decía algo lindo. Él, simplemente sintió que había sido real que Marcos lo había dejado entrar un poco, lo sintió en su pecho.

Estaba seguro de todo, de su amor a pesar de muchas circunstancias, y eso lo hizo comenzar el día feliz, yendo al baño alegre, tomando una ducha rápida y saliendo de ahí para cambiarse con su ropa, aún así sentía el aroma de Marcos en su cuerpo, deseo que nunca se fuera. Agustín acomodo la cama, se puso corrector tapando los chupones y abrió la puerta de la habitación oscura mirando a los alrededores, un hombre estaba ahí justo a un lado, como esperando que Agustin salga. Hablo al instante que lo vio.

— Joven...

— Buenos días — dijo con una sonrisa — ¿Marcos?

—Él tuvo que salir con el señor Cristian, me dejó dicho que lo llevase a su casa, dice que lo llamará después.

—Oh— asintió tomando su bolso —Está bien— sonrió al hombre, caminando junto a él hasta la salida de la mansión.

Subieron a un auto costoso, atrás estaban las bolsas con todo lo que había comprado Marcos, miró por la ventanilla recordando los sucesos de la noche anterior, todo se sentía tan irreal. Dicen que la primera vez siempre es un poco mala, dolorosa, sin embargo, para Agustin había sido perfecta, tal vez dolió un poco, pero no podía haber pedido que fuese de otra forma, estaba loco por el tatuado. Tanto, que ahora quería repetirlo todas las veces que fuesen posibles.

Quería hacer el amor con él, hasta que él se diera cuenta de que realmente lo hacía.

Al pasar un rato llegaron a su casa, agradeció al hombre quien insistió en que le ayudaría en bajarlas, pero casi le rogó que no lo hiciera. Bajó del coche con las seis bolsas como pudo caminando hacía la puerta, pero la imponente presencia de su padre junto a la misma lo hizo tragar saliva, se veía muy enojado, era la primera vez que Agustin lo desobedecía. Ni siquiera tuvo el valor de saludar, él le abrió pasó sin decir palabra y entro a la casa viendo a su mamá cocinar, miró a Agustín igual de molesta. Estaba por subir las escaleras hasta que su Papá habló deteniéndolo. Dejó las bolsas en el suelo.

—No debí hacerle caso a tu madre— Agustin bajo la mirada —Ella dijo: Agustín es un adulto ya, déjalo salir. Entonces tú dijiste luego que te irías con el delincuente, y yo, si, dije que podías ir, pero claro, luego— negó —Luego, dijiste que te quedarías allá, llamé trillones de veces pero apagaste el teléfono, y llegaste al medio día, aparte, con muchos regalos...

—Perdón...

—No— lo interrumpió —No sabía que estabas tan grande cómo para quedarte en casa de un hombre el cuál te golpea— Agustin iba a hablar pero siguió —Ya nos enteramos de que ese bandido, fue el chico que te golpeó el primer día que llegaste al instituto, nos llamaron para advertirnos.

𝙼𝙰𝙻𝙳𝙸𝚃𝙾 ; 𝙼𝙰𝚁𝙶𝚄𝚂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora