18

434 39 5
                                    

Los pies de Agustín comenzaban a doler bajo el asfalto, las botas blancas que los cubrían casi se arrastraban, no había tenido la decencia de tomar un taxi, aún no sabía la razón, o bueno, sabía que su casa era cerca, relativamente, y también sabía que la causa de aquel dolor intenso en su cuerpo era a base del sexo salvaje que había tenido en el auto desconocido con Marcos. El mismo hombre que lo hacía sufrir tanto física como mentalmente.

Marcos lo hacía sentir asqueado de si mismo en muchas maneras. Lo hacía sentir poco, mas que una mala persona. Hace tan sólo días él había destrozado las galletas que había hecho para él, lo había empujado, tratado horrible, siempre lo trataba horrible, y el, a pesar de haber estado una semana en un psicólogo, había aceptado que lo tocara nuevamente en el coche luego de hacerle una escena en la fiesta.

Agustín tenía en claro todas las cosas que Marcos le había hecho y aún así cada vez que lo veía caía rendido en sus brazos con tan solo oír su voz. Más sin embargo, cuando él no estaba, se daba cuenta de todo, de lo tóxicos que eran sus encuentros.

Pero cuando se ponía delante de el, parecía que todo se borraba de su mente y lo único que quedaba, era la loca necesidad de comer su boca, de que lo acunara entre sus brazos porque para Agustin en esos momentos, no habría un lugar mejor.

¿Por qué se sentía seguro en los brazos de un demonio?

Todo esto era culpa de Marcos, por ser tan adictivo, por tener aquella voz, aquella mirada, aquellos labios, por hacerlo sentir vivo con su tacto. O quizá no, quizá todo esto era por él, por ser tan ciego y masoquista, por querer quedarse al lado de un monstruo asesino.

Uno que había aniquilado a un chico por su culpa, comenzaba a aceptar que había sido por el, Alexis había muerto por el, y ni siquiera sabiendo algo así dejaba de sentir cosas por quien le quitó el brillo de sus ojos.

—Te odio, Marcos— murmuro con voz rota —Me odio— soltó, se sentía humillado, llorando, incluso rodeado de pocas personas, y aún lo seguía haciendo cuando llego a su casa.

Este hombre lo había causado tantos traumas que lo dejarían en terapia por meses, tantos sentimientos, dolor, y lo había condenado a un suplicio de culpa que estaba seguro, no se quitaría con nada.

No quería ocultar nada en ese momento, Agustin sabía que aunque quisiera no iba a poder hacerlo.

—¡Agustin!— exclamó su mamá en cuanto cruzo la puerta de la entrada, Agustin alzo la mirada viéndolos, ambos se veían cansados, más su mamá. Su Papá se levantó de la silla en la que se encontraba corriendo hacía Agustin, y su mamá lo siguió.

—¿¡Qué te ha pasado!?— preguntó su papá, chequeando su cuello y brazos, Agustin trato de alejarle, pero su mamá lo acompañó. Tenía una mirada de miedo y enojo con una pizca de alivio.

Agustín se sentía tan exhausto, tanto física como mentalmente, ni siquiera pensó en lo que diría, pero sabía que de lo contrario no se los sacaría de encima.

— Tuve sexo con un chico al salir de la fiesta— hablo, ambos detuvieron sus manos y se alejaron de Agustin, para mirarlo como si hubiese dicho que venía de quemar una iglesia.

No espero a que hablaran o lo llenaran de preguntas, sólo los rodeo subiendo las escaleras con el estómago revuelto, al parecer tampoco querían hablar con el en ese momento, tal vez se habían quedado en shock al enterarse que su hijo ya no era un niño pequeño. Y en cuanto llego a su habitación cerro con seguro quitándose la chaqueta que tenía y corriendo al baño, donde levantó la tapa para arrodillarse delante de la misma y vomitar los jugos de su estómago vacío.

Sentía quemar su garganta, sus ojos se llenaron de lágrimas también gracias al dolor de sus muslos flexionados, por la punzante sensación en su pecho, y sus brazos adoloridos que se sujetaban del retrete. El baño era de un color rosa intenso y en ese momento lo vio gris, todo se juntó e irremediablemente rompió a llorar como sólo Marcos podía lograr que llorase. Así eran las cosas entre ambos, lágrimas de dolor y placer, pero siempre habían lágrimas.

𝙼𝙰𝙻𝙳𝙸𝚃𝙾 ; 𝙼𝙰𝚁𝙶𝚄𝚂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora