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La pija de Agustin en su boca sabía tan bien, que podría jurar que ese era el momento más dulcemente tortuoso de toda su puta existencia. Estaba de rodillas delante de él, mirándolo fijamente, mientras metía y sacaba su miembro delicioso, pasando la lengua desde la punta, hasta en fondo, chupándolo todo y ahuecando la mejillas con cada estocada en su garganta por la punta dura de su pene.

—Mar...— gimió sosteniéndose de la pared, mirándolo con las cejas fruncidas, haciendo por momentos una perfecta "O" con sus labios. Agustín nunca había recibido algo como eso, Marcos lo sabía, pero el nunca se había sentido tan descolocado por chupar una piña.

Lo saco de su boca para masturbarlo con su mano mientras tomaba aire, mirándolo desde esa posición sin ganas de perderse nada, los labios de Agustin se veían rosados, un poco hinchados por morderlos y brillantes. Era una imagen tan buena que Marcos tenía ganas de sacarle una foto mental y guardarla para siempre en su memoria, al igual que el placer abrumador por la lujuria que reinaba en la habitación.

—Mierda— jadeo Marcos al verlo posar sus manos en su boca, tapándola para no gemir tan fuerte, haciéndolo estremecer. Las pestañas largas de Agustin se apretaban contra sus ojos al recibir el placer.

No pudo seguir y lo soltó un momento para bajarle los pantalones, bragas y los zapatos a su vez. La manzana de Adán de Agustin subió y bajó tragando saliva, parecía nervioso, pero Marcos sabía que Agustin quería esto tanto como él.

Se puso de pie limpiando su barbilla húmeda con el dorso de su mano, Agustin alzó el rostro para verlo y Marcos sonrió coqueto sujetándolo de la cintura, dándole la vuelta, ahora Agustin quedando contra la pared de la cuál se sostuvo, sus dedos se blanqueaban contra ella, haciéndolo tragar grueso.

Con atrevimiento Marcos llevo sus manos al culo de Agustin masajeando un momento, apretando la mandíbula por lo bien que encajaban sus glúteos en sus manos, grandes y suaves. La respiración de Agustin se volvió pesada, podía oírla con claridad, mordió su labio dándole una fuerte nalgada que hizo que soltara un gemido agudo, y Marcos acerco sus labios a su oreja respirando sin controlarlo, posando su mano sobre su cuello expuesto.

—Dime que esta noche me dejarás hacerte mío... — pidió pegándose a él, dejando que sintiera la erección dura bajo su pantalón.

—Yo ya soy tuyo— confesó pasando saliva, soltando un jadeo.

Marcos apretó sus caderas al instante, desmoronándose por sus palabras en aquel tono inocente, notando cómo erizo los vellos de sus brazos al lamer su hombro y morderlo. Las piernas de Agustin temblaron levemente cuando Marcos paso una mano por su muslo para llevarla a su pene nuevamente y comenzar a tocarlo en esa posición, lentamente.

—¿Mío solamente?— preguntó en voz ronca.

—S-si... todo yo, tu...— arqueó la espalda —Tuyo solamente, Marcos.

—¿Qué soy para tí?— pregunto Marcos bombeando más fuerte mientras simulaba estocadas lentas, se sentía apretado, su pene palpitaba con fuerza. El cuerpo de Agustin junto al suyo parecía quemar su piel.

—Eres... — gimió pasando sus brazos hacía arriba, tocando con sus manos delicadas el rostro de Marcos sin voltear —Eres mi amor, mi, dios si— apretó sus dedos en el rostro contrario moviéndose contra el pantalón de marcos —Mi demonio— dijo con voz rota — y yo soy tu ángel, sólo tuyo— soltó un gritito tensándose.

—mío— dijo Marcos sintiendo cómo Agustin se venía en su mano mientras gemía descontrolado, logrando que casi el se corriera de oírlo, sus gemidos eran tan dulces que aunque fuesen tan altos no parecían obscenos, sino que se trataban del sonido más deleitable de todos.

𝙼𝙰𝙻𝙳𝙸𝚃𝙾 ; 𝙼𝙰𝚁𝙶𝚄𝚂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora