17

377 27 3
                                    

Malditos fueron los días en los que el no conocía a Agustin Guardis. Cada día para el era lo mismo, como si la vida no tuviera un rumbo, vagando en un infierno rodeado de gente estúpida, gente que a excepción de Cristian Ginocchio, no valía nada para él.

La misma jodida angustia en el pecho al levantarse, esa que no se curaba con nada, ese vacío en el pecho, el cual le recordaba a cada segundo su pasado de mierda. Su cuerpo, traicionándolo todo los días, sintiendo dedos putrefactos en su piel, los dedos del futuro fallecido que lo trajo a ese mundo.

Una sed de venganza que incluso el ángel se lo hizo olvidar, al menos por un momento.

No quería dejarlo ir, lo miro por la ventana del auto alejarse, y quiso ir corriendo tras él, mentirle, decirle que lo amaba con todo su corazón, ¿Pero el realmente tenía uno bueno? No podría ofrecerle un corazón sano, un sentimiento real. Marcos no quería ser un mentiroso, no con Agustin.

Él parecía entregarle todo con tanta pureza, con tanta sinceridad y sin pedirle nada a cambio. Él podía sentir, tenía un corazón noble a pesar de todo, no era como Marcos, que en ese momento podría haber dicho que le había roto el corazón, pero no era así, Marcos siempre sería un bastardo con uno sin posibilidad de repararse.

Sabía que lo que le hacía sentir así con él no era lo que lo hacía seguir respirando, era su alma, Agustin le había dado un alma.

Cuando cruzó en una esquina y ya no pudo visualizarlo, pensó que tal vez sí lo quería más de lo que podía, porque quiso vomitar, quiso romper a llorar, e incluso se asombro como nunca en su vida, cuando su vista se nublo un momento y sintió lágrimas bajar por su rostro.

Fué un momento abrumador y confuso, como cuando descubres que eres capaz de hacer algo que pensaste que para tí sería imposible. Se tomo las mejillas mirando a sus manos húmedas, frunció el ceño alzando la vista a dónde Agustin se había ido y sintió su corazón latir rápido al igual que trago saliva procesando. Tenía años que no lloraba.

Y ahí estaba, dándole sus  lágrimas, esas que sólo soltaba cuando era niño. Se había convertido en un niño nuevamente, uno confundido y solo.

—Agustin... — dijo tomando la perilla del auto y saliendo, decidido a buscarlo, no pudo pensar ni en que sería lo que le diría, sólo necesitaba mirarlo a los ojos, arrodillarse ante él, mostrarle que el no quería despedirse, pero entonces lo tomaron del hombro y volteo viendo a Cristian.

Lo miró en silencio unos momentos, como detallando el rostro de Marcos, parecía preguntarse muchas cosas.

—¿A dónde vas?— pregunto serio, tenía un traje azul claro, y lentes de sol.

—Mierda Cristian, debo ir tras...

—No— dijo tomándolo del brazo cuando quiso irse —Debes ir a la puta reunión hijo, sé responsable, no debería venir a buscarte, mira la hora— le enseñó su reloj, ni siquiera se enfoco en saber qué horas eran.

—Necesito...

—Necesitas una ducha— dijo obligándolo a subir al auto de nuevo, Marcos gruñó, él iba a sentarse pero vio algo en el asiento, luego Marcos miro viendo una clara mancha de semen seco, no, no se sintió apenado —Ustedes dos no tienen respeto por los autos de último modelo— negó señalando a Marcos que saliera de nuevo y llamando para que los buscaran.

—Odio está mierda— se cruzó de brazos a su lado.

Agustin seguramente ya había tomado un taxi, comenzaba a sentir ansiedad.

—¿Qué?— preguntó tecleando en su teléfono.

—Esta maldita vida— apretó los puños, frustrado —Él no quiere vivir conmigo...

𝙼𝙰𝙻𝙳𝙸𝚃𝙾 ; 𝙼𝙰𝚁𝙶𝚄𝚂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora