Capítulo 2

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Un día soleado, exactamente a las 7:45 a.m Paraguay era transportado al restaurante Milord donde se reuniría con aquel country.

Estaba cansado, ayer fue un día pesado, la reunión con la ONU había terminado muy tarde y tenía que levantarse temprano para llegar a tiempo al lugar ya mensionado.

— Paraguay...

Su chofer, que siempre lo motivaba para que nada lo estrese demasiado, rompió aquel silencio que se había formado desde que se subieron al auto.

— ¿Que sucede?.

— Me preguntaba si, estarías de acuerdo si envio unos hombres para que... ya sabes... si algo pasa.

— Me parece bien, pero, estarán fuera del restaurante, que nadie los vea.

—Como usted diga.

Al llegar a su destino, el chofer bajó del vehículo, se acomodó su traje. Seguidamente Paraguay bajó colocándose un saco con capucha.

—¿Crees que ya esté aquí?.

—No lo sé, le prometí que no le diría quién es.

—Entraré de todos modos, gracias.

—Recuerde no dar información clara.

Paraguay asintió entrando al edificio, se sentó en una mesa para dos, cerca de la entrada. Miró disimuladamente su reloj de mano, marcaban las ocho en punto.

Alzó su vista, se exaltó al ver que alguien se sentó frente a él.

—Eres muy puntual... China.

—Lo sé Paraguay, y aún así me lo repiten.

—No quiero sonar grotesco, pero ¿Por qué decidiste ocultar tu identidad?.

—Porque sé que si yo te decía que quería hablar contigo, no ibas a venir.

—¿Cómo estás tan seguro?.

—Digamos que alguien me cuenta mucho sobre tí, pero no es un espía, más bien es un "amigo" cercano.

—Díme de una vez, ¿A qué se debe tu visita?.

China rió levemente.

—Es un tema del que ya hemos hablado varios años atrás.

Paraguay sabía muy bien lo que quería hablar el contrario, esto lo ponía un poco incómodo, ya que el no quiere tocar ese tema, pero Chica prácticamente lo obliga a hablar de ello.

Por otro lado, China siempre insiste con el mismo tema, sabe bien que el latinoamericano es muy terco y siempre dará la misma respuesta, pero aún así lo intenta.

—Ya sabes mi respuesta, China.

—Escúchame, Paraguay, he viajado mucho para llegar hasta aquí, esto sería mucho más sencillo para ambos si aceptas mis ofertas.

—Ahora tú me escucharás— se sacó la capucha, dejando ver su cabello— Mi respuesta es no, y siempre será no, a no ser que mi gobernante cambie de opinión, no te reconoceré como "la verdadera China", no me interesan tus malditas ofertas, ofreceme lo que quieras, nada ni nadie me manipulará para que deje de reconocer a Taiwán, que te quede bien claro.

China observó al tricolor con impresión, nunca antes había visto al tricolor responderle así, pensó que era un atrevido al hablarle de tal forma a una potencia, pero luego recondó que a Paraguay no le importaba en lo absoluto.

—¡Por lo menos piénsalo Paraguay!, ¿Tienes idea de los beneficios que te puedo dar?.

—Sí, lo sé, y aún así me lo repites— se colocó nuevamente la capucha levantándose de su asiento— Buen viaje, China.

El ya mencionado miró al latinoamericano con furia mientras éste salía del restaurante, dejándolo solo, hasta que un mesero llegó junto al oriental.

—¿Puedo tomar su orden, señor?.

—Un café puro... Por favor.

—Enseguida señor.

Mientras esperaba su café, observaba de reojo por la ventana el auto del sudamericano alejarse del lugar.

(...)

Caída la noche, el pelirrojo observaba el cielo desde el patio de su casa, no se percató de que su guardia se acercaba a él tranquilamente.

—¿El cielo está hermoso hoy, no lo cree?.

—¡Ay Dios! ¡¿Quieres que me desmaye o qué?!.

—Jajaja, lo siento Paraguay. Solamente quería ofrecerle vino— sacó sus manos detrás suyo dejando ver una copa y una botella de vino Santa Helena, la favorita del country.

—¿Está fría?.

—Traje la más fría, se lo aseguro, y si esto no es frío para usted, entónces, debería mudarse a Alaska.

—No soportaría estár allí ni una semana... ¡Sirve! ¡Sirve!.

El de traje negro, sirvió el vino con gusto, se la dió al country que observaba sonriente.

—Gracias, ¿No quieres un poco?.

—Si hubiera querido beber vino con usted, habría traído dos copas.

—Te pasas de delicado, ¿Estás diciendo que te doy asco?— arqueó una ceja.

—¡No señor! ¡No es eso a lo que me refería!.

Paraguay no pudo aguantarse la risa de la forma en que reaccionó su leal amigo "humano". Secándose las falsas lágrimas bebió todo el vino de la copa en unos segundos.

—Usted no me da...

—No te preocupes, estaba bromeando, sabes bien que podemos compartir.

—Si usted lo dice, señor... Cambiando de tema, ¿Qué tal le fue con China?.

—No quiero hablar de eso ahora... Quiero olvidarlo por un momento— jugaba con su copa dándole vueltas.

—Mis disculpas, no hablaremos de eso si así lo quiere, no se preocupe— sonrió.

Paraguay le devolvió la sonrisa, agradeciendo mentalmente la buena compañía que éste humano le daba.

—¡Bueno! Después de todo, estamos bien, no pensemos más en eso, ¡El vino espera!— tomó la botella llenando la copa con aquel líquido rojo.

La alarma de reloj de mano del guardia sonó, apuntaban las nueve de la noche, hora de cerrar las puertas.

—Debemos entrar, hay que cerrar todo y a dormir.

—Un ratito más porfa— miró con ojos de súplica al contrario.

—Reglas son reglas, debes dormir Paraguay.

—Está bien...—bebió el último trago del vino— Entremos.

Ambos entraron a la casa, los demás guardias comenzaron a cerrar las puertas y ventanas, a los minutos todas las luces estaban apagadas.

El country ya en su cama acostado, miró su celular y encontró veinte llamadas perdidas del Asiático. Lo apagó restándole importancia, se acomodó entre la frasada para así entrar en un sueño profundo.

𝙋𝙤𝙥𝙪𝙡𝙖𝙧 ¿𝙔𝙤?  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora