Capítulo 4

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El reloj daban las siete y media de la mañana, y el paraguayo se encontraba desayunando en el gran comedor del segundo piso de su casa.

Disfrutaba los pastelitos de vainilla que su chef personal había preparado para él. Acompañado de una taza llena de cocido con leche.

Desde el piso de abajo, el timbre de la puerta principal sonaba. Una chica al escuchar aquello fue a abrirla.

— Buenos días, me preguntaba si Paraguay se encuentra en casa.

— Buen día, si. Está desayunando en el segundo piso. Adelante — se hizo a un lado para dejarlo pasar — Déjeme llevar sus maletas —tomó ambas maletas pero fue detenida por éste.

— Déjalas aquí, luego yo las llevaré, no quiero que se de entere que vine, por favor.

— Como guste — colocó las maletas en una esquina cuidadosamente.

— Gracias, señorita — dijo adentrándose a la casa. Alzó la vista hacia las escaleras comenzando a subirlas sin hacer ningún ruido.

La chica volvió a sus labores cotidianas, se le formó una leve sonrisa al recordar lo bajito que era aquel país.

El tricolor alzó su taza para tomar un último sorbo del cocido, pero fue interrumpido cuando divisó a alguien subiendo las escaleras.

Bajó su taza chocando con la mesa de madera. Sus ojos se abrieron como platos, sonriendo de la felicidad al reconocer aquel rostro que casi no veía en persona.

— ¡Taiwán! ¡Pero que maravillosa sorpresa! — se levantó de su asiento y fue en dirección de su amigo para abrazarlo con todas sus fuerzas — ¡Estoy tan contento de verte!.

— ¡Paraguay me estás asfixiando!.

— ¡Oh lo siento! — soltó al asiático quien comenzó a respirar pesado, tomando aire.

— También estoy contento de verte, amigo.

Ambos rieron.

(...)

— ¿Cuánto tiempo planeas quedarte? —preguntó mientras acomodaba las prendas del asiático en el clóset.

— Por dos meses, no puedo estar fuera por mucho tiempo — respondió sentado en el borde de la cama.

— ¿China lo sabe? — se acercó y se sentó junto al taiwanés.

— El sabe que viajé a este continente pero no sabe porqué y lo mejor es que no lo sepa.

— Taiwán... No quiero que te arriesgues así, es genial tenerte aquí pero no quiero que tengas problemas por eso si esque te descubre— posó su mano en el hombro ajeno.

— No te preocupes, está demasiado ocupado como para encargarse de mí. Además, solo será por dos meses.

— Bueno, si tú lo dices. Aún es temprano, ¿Te gustaría salir a caminar?.

— Me encantaría salir pero viajé por dos días seguidos y estoy bastante cansado, jeje.

— ¿¡Dos días segui-... Lo siento olvidé lo lejos que estamos geográficamente. ¿No quieres beber algo? ¿Tienes hambre?. Pideme lo que sea y te lo traigo — se levantó de golpe esperando una respuesta de parte del contrario.

— De hecho, me encantaría algo frío — imitó la acción del paraguayo alzando la cabeza para verlo a los ojos.

— ¿Algo frío como qué? — su tono de curiosidad hizo que el menor de estatura soltara una risita.

— Una bebida bien bien fría.

— Ahh ya entendí.

El menor sonrió, creyendo que su mejor amigo había captado la indirecta.

— Quieres que le ponga mucho hielo, está bien, hay bastante en el refrigerador — aquella sonrisa se borró —Ahora solo dime a qué quieres que le ponga hielo — miraba al de estrella blanca con una sonrisita paciente mientras que éste lo miraba con suma confución.

— Quiero que le pongas MUCHO hielo al agua.

— ¿Agua?, ¿Solo eso?. Pff. Me lo hubieras dicho desde el principio.

Aquella respuesta hizo al taiwanés cubrirse el rostro con ambas manos.

—Entónces quieres agua con mucho hielo... Gran elección.

—¡Tereré Paraguay! ¡Te-re-ré!.

—¡Bueno perdón! ¡Nunca pensé que hibas a querer probarlo! — salió de la habitación riendo divertidamente siendo seguido por el asiático quien se aguantaba la risa.

El latino preparó aquella bebida tradicional con mucho hielo como su amigo había pedido. No le extrañaba prepararlo a las nueve de la mañana, porque sabía bien que el tereré es esa clase de bebida que uno puede tomar cuando quiera y donde quiera sin importar la hora.

Ambos se encontraban sentados bajo el techo del jardín trasero. Taiwán había probado su primer sorbo y Paraguay aguardaba ansioso la reacción de éste.

—¿Y?, ¿Que tal te pareció?. Sé sincero conmigo, ya sabes que puedes opinar como quieras.

—Es... Refrescante y suave. Perfecto para combatir el calor del verano. Es bastante bueno — dijo para dar otro sorbo y pasárselo al tricolor.

—¡Sí! ¡Lo sabía!. Me alegra mucho oír eso, Tai — tomó la guampa y la llenó con el agua del termo para tomarla.

—No lo agradezcas, es la verdad, de seguro tus hermanos cada verano te visitan — el paraguayo escupió el agua comenzando a toser, preocupando al bicolor.

—¿¡Estás bien!? — decía mientras le daba palmaditas en la espalda.

—S-si, estoy bien — se aclaró la garganta — Así que, crees que mis hermanos vienen cada verano a visitarme para tomar tereré.

El tono sarcástico y mirada seria de éste hizo que el de cabello semi azul entendiera que los hermanos latinos del guaraní no lo visitaban a no ser que sea navidad o año nuevo.

Al menos eso esperaba.

—Hoy es un día muy lindo ¿No crees? — dijo cambiando de tema para no arruinar el lindo momento que estaban pasando.

—Ahora que lo mencionas, tienes razón. — asintió con una sonrisa de labios.

—Me alegra estar aquí. Extrañé está tranquilidad — intercambiaron sonrisas quedando en un cómodo silencio.

Taiwán conocía demasiado bien al sudamericano. Podía darse cuenta con una sola mirada, todo lo que pasaba o qué sentía Paraguay en ese momento.

Por algo era su mejor amigo.

𝙋𝙤𝙥𝙪𝙡𝙖𝙧 ¿𝙔𝙤?  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora