CAPITULO 22

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Christian

—¿A dónde, señor? —pregunta Taylor una vez entro al auto, pero no tengo idea.

He pasado estás últimas semanas trabajando como un demente, todo para no pensar en ella. Luego de mis dos semanas de viaje, traté de mantenerme lejos, pero Ross me obligó a volver. Esa es otra que piensa que necesito a Ana.

—Quiero verla —murmuro para mí y miro su nombre en mi teléfono, indeciso.

En todas las fotos que me han entregado esta semana desde que tomó las riendas de su editorial. Siempre está utilizando unas enormes gafas oscuras y se ve tan delgada.

No me gusta saber que soy el causante de eso, pero prefiero eso, a verla en una camilla de hospital una vez más.

Mi madre esta triste porque desde el día siguiente que despertó, mi niña no los ha querido recibir, Elliot me ha llamado para insultarme por no volver a visitarla sin darle explicación y por haber huido como un cobarde. En algunos momentos de debilidad he llamado a Sarah, pero no me contesta. Creo que es lo mejor. Aún no me explico por qué no se fue de la ciudad como lo tenía pensado, pero me siento más tranquilo de esa manera. Tenerla cerca y así poder cuidarla, aunque sea de lejos.

—Hemos llegado, señor.

Levanto la mirada y le gruño a Taylor cuando veo que estamos afuera de GP.

—¿Por qué me has traído aquí?

Toma todo de mí el no gritarle.

—Usted dijo que quería verla. Asumí que se refería a la señorita Anastasia.

Ruedo los ojos y gruño como un jodido perro cuando sonríe. Al instante, la veo salir con una pequeña sonrisa y no puedo evitar la mía. Mi hermosa chica.

—Debería ir por lo que quiere, señor.

Niego. Ahora todos creen que pueden opinar en mi jodida vida.

Un sujeto llega hasta ella y besa sus mejillas antes de tomar su cintura y se alejan caminando. Su sonrisa se amplía cuando el imbécil se le acerca a hablarle al oído y mi sangre hierve por las ganas de ir y arrancarle la cabeza y las manos por tocar a mi mujer.

—Ya no es mi mujer —susurro y suspiro antes de ordenarle a Taylor seguir nuestro camino.

Creo que, si ella puede hacer su vida, lo mejor será que yo vuelva a la mía, volver a ser lo que era antes. Mi vida estaba muy tranquila antes de que Ana entrara en ella y la volviera de cabeza. Estaba de cabeza a su lado y también era feliz, pero eso ya no importa.

Mis pesadillas son cada vez peores, la más recurrente es cuando estoy en la casa con la puta adicta muerta, pero cuando me acerco, no es ella, es Ana la que yace muerta en ese piso frío, sus hermosos ojos azules han perdido su brillo. Cada vez que despierto después de ese sueño, tengo la necesidad de correr a sus brazos, pero recuerdo que el único que la pone en peligro soy yo. La amo demasiado, no quiero que nada malo le pase, no puedo ser tan egoísta como para ponerla en peligro.

Si. La amo... Después de semanas con Flyn insistiéndome, lo he aceptado. Mi necesidad por ella ha crecido y aún más sabiendo por Flyn que ella tampoco la ha estado pasando bien por sus pesadillas. Mi frío corazón la necesita, necesito su risa, sus locuras, su lengua viperina, sus hermosos ojos que ven a través de mí, su embriagador olor... Lo necesito todo de ella.

Me encuentro en un bar tratando de despejar la mente luego de lo que vi hace unas horas. Quiero buscar una sumisa, pero no quiero tener que llamar a Elena, no quiero saber nada de ella nunca más. Ha tratado de comunicarse conmigo, incluso me ha buscado ahora que sabe que no estoy con Ana. Pero, aunque no esté con mi niña, eso no cambia sus intenciones conmigo, y la manera como me ha estado utilizando todos estos años.

Me he sentido muy agotado estas últimas semanas y he trabajado de manera incansable, casi hasta el agotamiento.

—Señor Grey.

Volteo a ver quién me llama y sorprendo cuando veo a Susana parada a mi lado. No ha cambiado nada, es bonita, pero nunca como mi Ana. No sirve que se parezca a mi mujer. Ahora sólo podré compararla con ella y sé que nunca la superará.

—¿Tú qué haces aquí? —gruño con toda la intención para que se aleje de mí.

—Lo siento, amo...

—No soy tu amo. Lárgate —susurro por lo bajo mirándola a los ojos.

Baja la cabeza y murmura un "lo siento". De verdad que esto ya es aburrido. No son ningún reto.

—Solo quería decirle que siento mucho lo que hizo Leila, ella se estaba quedando en mi apartamento. No sabía que iba a hacerle eso.

Se da vuelta y la detengo.

—¿Cómo es eso de que se quedaba contigo?

Ni siquiera sabía que eran amigas.

—Sólo dormía, señor, algunas veces...

—¿Cómo me encontraste?

La noto algo nerviosa y sólo espero no tener otro problema entre manos.

—Pasaba por aquí y lo vi, señor —titubea.

—Muy bien. Déjame solo.

—Señor. Aquí estoy si me necesita —dice esbozando una tímida sonrisa y se va.

A necesidad de una sumisa, me llega una sin buscarla. Por lo menos ella es una de las mejores que tuve, podría funcionar si no vuelve con esa mierda de más. Sólo quiero atarla, castigarla y follarla hasta el cansancio. Necesito descargar todo lo que llevo dentro y que me pesa.

Saco mi celular y le marco, contesta al segundo tono.

—¿Amo? —se le escucha contenta, ya sabe para que la llamo.

Eso me hace reír internamente. Mujeres oportunistas son lo que ha sobrado en mi vida.

—Te espero en el Escala en una hora. Ni un minuto más.

Termino la llamada sin esperar respuesta. Salgo del bar y voy a mi apartamento. Me doy un baño para relajarme y espero tener algo de acción esta noche. Solo quisiera que fuera con mi hermosa Ana, sólo ella es capaz de llenar todos los vacíos que tengo en mi vida.

Voy al estudio a preparar todos los documentos para la llegada de Susana, así no perder tiempo y poder ir a jugar un rato. Llamo a Taylor para avisarle de la llegada de mi "nueva" sumisa. Parece que la noticia le ha caído como baldado de agua fría, su cara de sorpresa a cambiado a furia en un momento.

Igual no me importa lo que piense, le pago para que me cuide, no para que se meta en mi vida, lo que yo haga con ella es mi problema, no el suyo. Y como buen empleado, hace lo que se le dice al pie de la letra.

Taylor me anuncia la llegada de Susana, tan puntual como me gusta. No como Ana que me volvía loco cuando tenía que esperarla para ir a algún lado. ¿Qué estará haciendo? Taylor no me ha pasado el informe de hoy de los guardaespaldas, se la habrá pasado el todo el día con ese sujeto?

Por más que me quiera hacer creer que está siguiendo con su vida, no puedo evitar sentirme celoso al pensar en ese imbécil tocándola como solía hacerlo yo, escuchándola gritar cuando se corre o disfrutando de sus caricias y su calor en la cama.

Froto mi cara con mis manos para sacar esa jodida imagen de mi cabeza. Ella no es así. Ella no pudo haberme olvidado tan rápido. Dijo que me ama, ¿no?

Escucho que tocan a la puerta y doy permiso. Susana entra y le indico que se siente. Sonríe emocionada como si se hubiera ganado la lotería. Eso soy yo para todas ellas, alguien a quien sacarle dinero. Es lo único que les interesa, mi maldito dinero. Mi Ana no es así, ella es única.

—Ya sabes cómo funciona esto.

Definitivamente estoy cansado de esto.

—Si, amo.

—Toma. Léelo.

Le paso el contrato y niega.

—No es necesario, amo —dice y firma sin revisar.

—Una última pregunta, Susana.

Sonrió para darle confianza.

—Dígame, amo...

Mi "Hermana" AnastasiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora