CAPÍTULO 36

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Christian.

No puedo creer que Ana me haya dejado en este puto cuarto, de rodillas, desnudo y con un anillo de compromiso entre mis manos. Ni siquiera tuvo la decencia de responder a mi maldita pregunta. ¿Qué tiene que me quiera casar con ella? Ella es lo mejor que me ha pasado, es normal que quiera algo así con ella, ¿o no?

Me coloco mi puto pantalón y salgo a buscarla, por lo menos me puede dar una explicación del porqué de su reacción. Llego a nuestra habitación y la encuentro acostada en nuestra cama.

—Hey —le digo precavido mientras me acuesto a su lado mirándola de frente.

—Hola —murmura cansada.

—¿Qué sucede? ¿Es malo que me quiera casar contigo?

—¿Crees que fue la mejor manera? ¿Torturarme de esa manera y hacerme llorar para después de preguntarme eso como si fuera cualquier cosa? Te gustó torturarme ¿cierto?

Se sienta y yo la imito. Su voz se oye triste, no molesta, solo triste.

—Por supuesto que no me gustó, pero no ibas a quedar conforme hasta no experimentarlo y créeme nena, eso de allí arriba, fue algo muy leve. —Tomo aire y prosigo—. Nunca he querido hacerte daño y lo siento si fue así, pero seguirías tratando de persuadirme a usar ese puto cuarto contigo.

—¿Por qué no me azotaste?

—Ya te lo había dicho. Estas acostumbrada a los golpes por el kickboxing debía buscar una manera de castigarte sin causarte dolor físico.

—Prefiero los golpes. —Hace un tierno mohín y se cruza de brazos arracándome una sonrisa—. No me gustó lo que hiciste.

—No tenía que gustarte. ¿Por qué no te quieres casar conmigo?

—No dije que no quería.

—Pero tampoco respondiste a la pregunta.

—Porque te odio.

La abrazo tomándola desprevenida y forcejea un poco, pero al final se rinde y se deja abrazar. Le digo una y otra vez que lo siento, porque realmente es así. Nunca me ha gustado verla sufrir, ya ha pasado muchas cosas desde niña para que un bastardo como yo la siga maltratando. Por eso no quería llevarla a ese cuarto.

Lo bueno es que nunca me volverá a pedir que lo haga, pero si me gustaría mostrarle el placer intenso que podríamos lograr sin la necesidad de llevarla allí nuevamente, o quizás, podría volverla a llevar, pero para que disfrute. No quiero volver a verla llorar. Ella se merece ser feliz. Mi mujer es demasiado buena, frágil y hermosa como para seguir sufriendo. A pesar de todo lo malo que le pasó por culpa de ese imbécil, nunca retorció su corazón como lo hice yo. Fue todo lo contrario, ella solo se sacrificó por las personas que la rodeaban, mientras que yo sólo pensaba en mí mismo, lastimando a las personas sin que me importara.

—Espérame aquí.

La dejo de vuelta en la cama y me dirijo al baño. Le preparo un relajante baño de sales para que se relaje un poco y así poder hablar más calmadamente. Cuando el agua ya está a una temperatura adecuada, vuelvo a la habitación por mi niña. La levanto y ella enreda sus piernas en mi cintura aferrándose. Beso su hombro mientras la llevo al baño. Siento como se estremece entre mis manos y no puedo evitar sonreír. Esta mujer es insaciable y eso me encanta.

La bajo y saco mi remera de su delicado cuerpo, esa que tanto le gusta usar para dormir. Queda desnuda y le ordeno que entre a la bañera, a lo que obedece inmediatamente.

Así me gusta, pequeña.

Lavo su cabello con cuidado mientras veo como se relaja. Lo único que quiero es que se tranquilice para más tarde, llevarla a cenar y pedírselo como debe ser. No debí apresurarme, debí haberlo planeado mejor, hacer algo que la deslumbrara.

—¿No han llamado?

—No, nena. Al terminar aquí, les llamamos para saber cómo va todo.

—Eso me preocupa. Debiste dejarme ir.

—Eso nunca, Anastasia. Jamás pondría tu vida en peligro. No otra vez.

Mi voz ha sonado más dura de lo que hubiera querido, pero necesito que entienda que todas esas personas que están poniendo sus vidas en peligro, lo están haciendo por ella. Ella ya ha sacrificado mucho defendiéndolos a todos ellos.

Se da vuelta y toma mi rostro en sus manos, su mirada es acusatoria.

—No quiero que nadie salga lastimado por mi culpa, Christian. He cuidado a mis hermanos para que nada les pase y ahora ellos están allí a afuera y pueden morir por mi culpa.

—No es tu culpa. Es del imbécil ese, quien les quiere hacer daño sólo por el puto dinero.

Mi teléfono suena y le digo que es de la oficina. No quiero que se preocupe más de lo que está. Salgo a contestar esperando que Taylor nos tenga buenas noticias.

—Grey.

—Señor. Todo ha terminado.

Suelto el aire que no sabía que tenías atrapado en mi pecho.

—¿Qué pasó con ese sujeto?

—La policía se lo ha llevado, Señor.

—Muy bien, aunque lo hubiera preferido muerto.

—Eso se puede arreglar, señor.

El comentario de Taylor me hace sonreír.

—Déjalo. ¿Cómo están todos?

Sólo espero que no haya caído nadie, en especial de los amigos de mi nena, o más bien, hermanos.

—Miller, señor.

—¿Qué le ha pasado?

Joder. Ana no soportaría que le pasara algo a Sarah. Ella es como su hermana mayor y un gran soporte.

—Recibió un disparo en la espalda. Se la han llevado al hospital.

Paso mi mano por mi cabello desesperado. Ahora, ¿cómo le digo algo así a Ana? No creo que pueda soportar perder a alguien más.

—Señor. —Taylor vuelve a llamar mi atención—. Otra cosa más. La señorita Susana ha muerto.

—Pero, ¿qué ha pasado?

—Adam se ha dado cuenta de que no se trataba de la señorita Grey y le ha disparado. No nos habíamos percatado de su presencia.

Pobre chica, no debimos presionarla para colaborar con nosotros, pero por más egoísta que parezca, es mejor ella que mi mujer.

—Bien. Encárgate de todo y asegúrate que todo en casa de mis padres esté seguro. Nosotros iremos inmediatamente al hospital.

—Así se hará, señor.

Corto la llamada y paso mi mano por mi cabello. Espero que Miller se encuentre bien. Cuando voy a volver al baño, encuentro a Ana en el umbral con lágrimas en sus preciosos ojos. Odio verla así.

—¿Quién está en el hospital, Christian?

Mi chica fuerte ha desaparecido.

—Sarah —susurro tocando su mejilla.

Pega su cuerpo a la pared deslizándose hasta el piso y su llanto aumenta. Me agacho para abrazarla, pero me rechaza golpeando mi pecho diciendo que, si ella hubiese ido, Sarah estaría bien.

Ella aún no entiende que nunca permitiría que se arriesgara de esa manera. Y sé que Miller tampoco lo permitiría.

Mi "Hermana" AnastasiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora