CAPITULO 33

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Christian

Demoré más de lo previsto terminando lo que tenía pendiente en la oficina. Más de dos semanas trabajando desde casa no es lo mismo, pero igual necesitaba hacerlo y aprovechar para preparar la sorpresa para mi niña.

Joder, quería almorzar con ella. ¿Que estará haciendo?

Medio día y ya me siento desesperado por estar con ella y hacerle el amor. Esta mujer me tiene realmente jodido... Y feliz.

—Señor.

Taylor me saca de mis pensamientos con voz preocupada.

—¿Qué sucede?

—La señora Lincoln...

Levanto la mirada y veo policías que llevan a Elena y a otro sujeto. Y atrás viene saliendo Sarah.

Mierda... Ana.

Salgo los más rápido que puedo del auto y corro hacia ellos.

—Sarah. ¿Qué sucede?

—Todo está bien, señor Grey. —Escucho a Elena que me llama pidiéndome que la ayude. La ignoro y sigo escuchando a Sarah—. Quiso llevarse a Ana a la fuerza, pero ya todo está bien.

—¿Y An...?

—Está muy bien. Deberías subir con ella, está algo eufórica e insoportable. Llévala a un gimnasio o fóllala hasta el cansancio. Brinca por todos lados como una demente. Necesito un respiro de tu mujer —murmura con una sonrisa resignada—. Ella es como mi hermana, pero odio cuando se pone así. Ahora me voy a la policía a poner la denuncia por este par.

Sube al auto donde la espera Ethan y se alejan.

No puedo evitar reír. Ya me la imagino corriendo y brincando por todo el apartamento como un niño de cinco años con sobrecarga de dulce después de una visita a una confitería. Realmente se comporta como una niña pequeña. Eso me encanta de ella, esa frescura y espontaneidad.

Cuando entro al apartamento veo a Ana, bailando sobre el sofá y cantando. Me ve y grita mientras corre hacia mí. La levanto y enreda sus piernas en mi cintura mientras la beso.

—Ya nos deshicimos de la bruja pedófila —susurra a mi oído con complicidad y río.

—¿Qué fue lo que paso?

—Me quería llevar no sé para qué, pero llegaron Sarah y Ethan, y eso es todo. Ah, ven y te muestro algo.

Se baja y me lleva a rastras al segundo piso, deteniéndose en el cuarto de juegos. Yo no la quiero a ella ahí.

—Ana, yo no...

—Shhh. Cállate y entra. —Me empuja para que entre—. Ya que tu no quieres que salga para que Adam me vea... A Sarah se le ocurrió que ella nos servirá, pero todavía no acepta.

Tiene a Susana, amarrada y amordazada en el sofá al lado de la cama. Me mira con lágrimas corriendo por sus mejillas, como pidiéndome ayuda.

—¿Y ella que hace aquí?

—Pues, vino con Elena. Al parecer, si se deshacían de mí, tu volverías a ser un dominante. Así ella podría volver a ser tu sumisa y no sé qué más.

Realmente estoy jodido con estas mujeres en mi vida. Ahora que tengo a una mujer que vale la pena y que verdaderamente me hace feliz, llega mi pasado para intentar joderlo todo.

—Dame unos minutos con ella.

Ana pone cara de pocos amigos y sonrío.

—No pienso dejarte solo con esa loca.

—Nena, por favor. —Me acerco y rodeo su cintura pegándola a mi cuerpo, suspira y me mira entrecerrando los ojos—. No tardaré. Confía en mí.

—Está bien. —Me suelta para acercarse a Susana y la toma del cabello provocando que chille—. Como te atrevas a tocarlo, juro que te quedarás sin manos. —Ajusta más su agarre y Susana se queja—. ¿Entendiste? —dice apretando los dientes.

Susana asiente y Ana sonríe dando golpecitos en su cabeza como lo haría con una mascota. Me da un beso y sale dejándome a solas en la habitación donde meses atrás tuve a Susana para azotarla y follarla. Ese pensamiento hace que sienta pesar hacia mí mismo. Qué triste era mi vida en ese tiempo, no había nada que la llenara.

Me acerco a Susana, la desato y le quito la mordaza.

—Amo, lo siento... —Se apresura a decir—. La señora Lincoln me obligó.

—Me importa una mierda. Nos vas a ayudar o irás a hacerle compañía a Elena a la cárcel.

—Yo no quiero ir allí, amo.

—No soy tu amo y ya sabes que tienes que hacer. Volveré en media hora para tu respuesta.

—¿Qué tendría que hacer? —pregunta rápidamente.

—Hacerte pasar por Ana durante una hora y luego te irás a tu casa y jamás volverás a aparecerte por aquí.

—Está bien, amo... —Le doy una mirada fría y se estremece con miedo—. Lo siento, señor Grey.

—Bien.

La llevo a la habitación de las sumisas para que se quede allí hasta que la necesitemos. Es mejor tenerla cerca. Al bajar, Ana está sentada en el sofá mirando la ciudad. Ya se le paso la euforia.

—¿Qué pasa, preciosa?

Me siento a su lado y aparto un mechón de cabello de su rostro.

—¿No extrañas eso? —habla sin mirarme.

—¿Qué cosa?

—Tu antigua vida. Ser dominante, azotar morenas y esas cosas.

—No. Te he dicho antes que mi vida era vacía. ¿Cómo voy a extrañar vivir de esa manera, si tú llenas mi vida de luz, me divierto como nunca antes y tengo el mejor sexo de mi vida?

Se sonroja y sonríe. Me mira de lado con esos hermosos ojos azules que tanto amo, apoyando la cabeza a espaldar del sofá.

—Ha sido todo un placer... —murmura y sonrío. Me acerco para besarla y la atraigo a mí sentándola a horcajadas sobre mí—. Tú también alegras mi vida con esa hermosa sonrisa que me regalas cada mañana al despertar. Mi corazón brinca cada vez que tu mirada se ilumina con mi presencia —dice levantando las cejas una y otra vez, río al verla.

—Que modesta, señorita Grey.

Sólo se encoje de hombros y ríe.

—Gracias por llegar a mi vida.

—Que yo sepa, fuiste tú la que llegó a desordenar mi vida. Soy yo quien te lo tiene que agradecer.

—Digamos que estamos empatados. Ambos nos salvamos mutuamente, nos amamos y nos hacemos felices.

—Concuerdo.

—Miller viene subiendo, señor. —Taylor nos interrumpe y asiento.

—Bien.

Ana rueda los ojos y me guiña el ojo.

—Gracias, Taylor. Eres muy eficiente y apreciamos mucho tu trabajo. Tómate el resto del día libre, junto con Gail.

Taylor oculta una sonrisa y le digo que le haga caso a Ana. Se lo merece. Mi niña sonríe y me envuelve en un delicioso beso hasta que nos interrumpe Sarah.

Mi "Hermana" AnastasiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora