CAPITULO 32

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Anastasia

Despierto y siento la cama vacía, solo son las tres de la mañana. Me coloco una remera de Christian para ir a buscarlo al salón, desde donde proviene la música del piano. Me extraña que esta vez lo que toca no es triste, es suave, pero con un toque de extraña emoción.

Llego hasta él y me siento a su lado en completo silencio dándole la espalda al piano, pero sabe que estoy a su lado aún sin abrir los ojos porque sonríe y me encanta verlo de esa manera. Cuando termina la música y sus dedos quedan suspendidos sobre las teclas, finalmente abre los ojos y se voltea hacia mí. Me toma de la cintura y me sienta en su regazo.

—Lo siento —dice metiendo su cara en mi cuello y aspirando.

Sonrío por la corriente que recorre mi columna y gimo bajito.

—¿Por qué? —murmuro.

—Te desperté —susurra depositando un pequeño beso en mi hombro y me hago puré.

—No. Me gusta escucharte tocar. Solo sentí la cama vacía. No me gusta que me dejes sola.

—Lo siento. No podía dormir.

—¿Pesadillas?

Acaricio su cabello mientras besa mi cuello.

—No. Volvamos a la cama.

—¿Qué tocabas?

¿Por qué se cerrará tanto? ¿Qué pasará por esa cabecita?

Gymnopedie No. 1 de Erick Satie.

—No es tan triste... Me gusta.

—No. No tanto.

—¿No hablarás más conmigo?

—No, Ana. Quiero hacer otras cosas contigo, y hablar es lo último en la lista en este momento.

Besa y muerde mi cuello mientras mete la mano por debajo de la remera hasta mi clítoris haciéndome gemir.

—Siempre tan lista, nena.

—Así me pones... —digo entre gemidos mientras introduce sus dedos en mí.

—Me alegra escuchar eso.

Se apodera de mis labios y la sensación de nuestras lenguas enredándose hace que me excite aún más. Me quita la remera dejándome totalmente desnuda y baja con lentitud hasta mis pechos, pasa su lengua por mi pezón haciendo que gima. Sabe cómo manejar mi cuerpo. Cuando siento que mi orgasmo se aproxima, se detiene, haciendo que me queje, lo cual parece divertirle. Me toma de la cintura y me sube sobre las teclas del piano, provocando un sonido discordante que rebota por todo el salón.

Me besa después de un te amo y con ternura vuelve a bajar para darle atención a mis pechos necesitados. Mi cuerpo se estremece al sentir su lengua rozar mi clítoris y baja aún más. Soy toda sensaciones y siento que se libera dejándome jadeante.

Se levanta entre mis piernas y me vuelve a besar. Le correspondo y mi gemido es más fuerte cuando lo siento dentro de mí, entrando con un solo movimiento. En todo el lugar solo se escuchan nuestros gemidos acompasados con sus fuertes embestidas y el desafinado piano que suena al ritmo de nuestros cuerpos que se dan placer. Ambos nos corremos gimiendo nuestros nombres.

—Solo te necesito a ti —dice bajándome del piano y sentándome sobre él.

—Y yo a ti, amor.

Lo abrazo con fuerza. Reparte besos en mi cuello y dice que es hora de ir a la cama. Me lleva alzada, yo con las piernas enredadas a su cintura y me deposita en la cama acostándose a mi lado y enredando mis piernas con las suyas. Le doy un pequeño beso en el pecho y lo siento suspirar con algo de brusquedad, pero no me separa de él y me abraza con más fuerza besando mi cabeza. Así me quedo dormida en los brazos de Christian Grey, mi novio y mi hermano.

Despierto y nuevamente estoy sola, son las nueve de la mañana. He dormido muy bien después de un delicioso sexo sobre el piano. No me quiero levantar.

—Buenos días, nena —habla Christian desde el vestidor luciendo perfecto en ese traje gris y corbata negra.

—¿Vas a trabajar?

—Solo iré a revisar algunas cosas y regreso inmediatamente.

Se sienta en la cama y me da un beso. Lo tomo del cuello y lo profundizo.

—No demores.

—No lo haré, nena. Sarah y Ethan subirán en un rato a cuidarte. —Asiento con un bufido. Ahora necesito niñeras—. ¿Le digo a Gail que te traiga desayuno?

—No, yo voy.

—Está bien, nena. Te amo. Nos vemos en un rato.

Me da un último beso y se va dejándome sola.

Entro al baño para relajarme un poco bajo la ducha. Aunque es difícil hacerlo con lo que pasa. Los chicos están conscientes de que me necesitan para llamar la atención de Adam, pero obviamente, Christian se opone y ha dicho que si es necesario me encadenará para que no vaya, además de que estará gratamente complacido en hacerlo. De solo recordar esa sonrisa malvada que hizo al decirlo, me da risa.

Será mejor que salga a comer si no quiero enfrentarme a la furia Grey. Ato una toalla sobre mi torso y tomo otra para secar mi cabello. Doy un pequeño grito, pero más por la impresión de ver quien está sentado en mi cama.

—Mistress Elena —digo riendo y camino hacia el vestidor.

Necesito llamar a Sarah. Por más que ría, me están comiendo los nervios.

—No te muevas, niñita —dice tocando la cama con una mano y con la otra me apunta con un arma.

—¿Nunca habías entrado aquí? No sabes lo delicioso que es dormir abrazada a Christian. Es tan caliente...

—¡CÁLLATE! —Se levanta y camina hacia mí—. Todo es tu culpa. Si nunca hubieras aparecido, él estuviera conmigo.

—Si. Como tú digas.

En el momento, entran dos personas más, una es la sumisa que estuvo aquí hace unos días atrás y otro sujeto que me parece haber visto antes.

—Elena, debemos irnos. Puede venir alguien —habla el hombre.

—Ya cálmate, Sebastian... Pero tienes razón, vámonos ya.

¿Por qué creo que conozco a este tipo?

Me lanza una remera de Christian para que me la ponga. Pero, antes de hacerlo, la huelo cerrando los ojos absorbiendo su fragancia sintiéndome atontada. Elena me mira con furia y río sin poder evitarlo.

—Lo siento. Es que Christian huele delicioso.

Río con mayor fuerza cuando su rostro se torna rojo contrastando con su piel blanca.

Creerán que estoy loca por provocar a ésta vieja bruja pedófila, quien me apunta con un arma, a mi pecho, pero si me quisiera muerta, simplemente ya lo hubiera hecho.

Algo quiere esta zorra.

Ya veremos que será.

Me pongo la remera y un pantalón de chándal de Christian que me alcanza la puta sumisa que no tengo idea de cómo se llama y ruedo los ojos cuando intenta asesinarme con la mirada. Mujer tonta.

Me llevan a rastras hasta llegar al ascensor y, ¿me pregunto dónde estará Gail? Espero que no le hayan hecho nada. Cuando las puertas del ascensor se abren, no puedo evitar sonreír. Le doy una patada al sujeto que me tiene sujeta y me volteo hacia la bruja quien ahora tiembla con el arma en la mano.

Zorra cobarde...

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Mi "Hermana" AnastasiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora