La suavidad del pincel humedeció la cerúlea acuarela para llevar a cabo el cielo de su pequeño boceto, regocijándose por completo en las canciones que sonaban en los auriculares que cubrían sus orejas desde hacía un par de horas. Brighton comenzaba a presenciarse desde una lejanía no tan exagerada, las mariposas en su estómago, revolotearon con fuerza por ello.
Trascurrió un largo año desde la última vez que pudo pasar sus vacaciones de verano en casa, junto a su pequeña familia. Louis intentaba concentrarse en su improvisado dibujo, sin embargo, las ansias de llegar al pueblo de su ciudad, le hacían fallar en las pinceladas.
Estudiaba bellas artes en la universidad de Londres, era lo que le apasionaba hacer desde que, siendo un infante, pintó la pared de su habitación con un rotulador que su madre dejó olvidado en algún lugar. Recuerda como lloró por el sermón que le dio Meredith, siendo mimado más tarde, con halagos hacia su gran capacidad para dibujar.
Louis debía admitir que fue un niño irresponsable cuando su madre se dedicó toda la vida a enseñarle buenos modales. No lo hizo más, puesto que su progenitora se encargó de obsequiarle un bonito cuaderno donde poder plasmar toda su imaginación en aquellas hojas de papel.
Sus ojos azules vagaron por el vagón del tren, preguntándose cuáles serían los planes de vida de cada uno de los desconocidos que se dirigían a Brighton. Louis tan solo iba para despejarse de la monotonía de la universidad, para escapar de su compañero de habitación y porque quería ver en persona aquello que su hermana pequeña le hacía tanta ilusión enseñarle.
Meredith le comentó algo sobre un nuevo hobby, su hermana pequeña solía querer hacer algo diferente cada semana. El verano pasado fue jugadora de básquet, patinadora de hielo y surfista; ninguno le gustó lo suficiente como para pasar el periodo de prueba. Louis siempre fingía que ese sería el pasatiempo oficial de Babi, pues sus ojos azules expresaban emoción cada vez que anunciaba que su madre la había apuntado a un diferente extraescolar.
Sopló el trazo húmedo sobre su libreta, comenzando a guardar sus pinturas en el maletín que llevó consigo. A lo lejos podía ver su pueblo, Worthing, el lugar en el que vivió toda su corta vida de veinte años. Sabía que era cuestión de minutos llegar a la estación, ya que la gente del vagón sostenía sus maletas con más fuerza.
Apenas se detuvo el tren, el universitario se hizo paso entre las personas que se acumulaban en la puerta del gran vehículo. Apretujó la maleta a su cadera hasta que fue libre de la multitud, buscando, con la mirada, la salida de la estación para, finalmente, encaminarse a su dulce hogar.
Worthing era un pueblo bastante pequeño donde, en un paseo, se podía llegar a cualquier rincón. Asimismo, miró su teléfono para darse cuenta de que eran las 13:30 p.m. y llegaba más tarde de lo prometido a casa. Arrastró las ruedas de su equipaje por el suelo hecho de piedras, anunciando su llegada para cualquier mirada curiosa que echase un vistazo en dirección al ruido en el pavimento.
Un par de dulces ancianas le recibieron con la misma frase de siempre: "¡Pero bueno, Louis! ¡Que mayor estás!" El muchacho tan solo les regalo una bonita sonrisa cuando sus pies quedaron en el primer escalón del porche donde, al fin, estaría acobijado por su familia.
Miró la playa a una distancia cercana a su posición a la par que llamaba al timbre. El porche seguía igual de cuidado que siempre, la arena siendo el peor enemigo de su madre cuando se levantaba el viento. Las palmeras se agitaban con delicadeza, siendo bañadas con los cálidos rayos de sol que el verano ofrecía.
—¡Mami, mami! ¡Es Louis! —desde el interior de su hogar, pudo escuchar los emocionados gritos de su hermana.
—¡Estoy yendo! —sonrió ante la respuesta de su madre.
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HISTORIA DE VERANO
FanficLouis Tomlinson terminó su primer año en la universidad de Londres, sintiéndose lleno de ilusión al saber que podría volver al pequeño pueblo costero donde su familia residía. Incluso podía imaginarse los gritos que daría su hermana menor cuando se...