11. Natalie

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Podría decir que los días que pasamos recorriendo París, fueron de los mejores de mi vida. Y no solo por los besos a escondidas en algún callejón oculto o por las fotos que no publicaríamos jamás, también porque su alma brillaba tanto que era capaz de iluminar a todos los demás. Como había hecho conmigo desde que cruzamos un par de palabras, me había contagiado su luz y le había acostumbrado, gustándome demasiado. Sabiendo que no querría volver a separarme de ella.

Cogimos el vuelo a Londres tal y como debíamos tras unos agotadores días de turismo parisino. Llegamos a mi casa queriendo dormir.

—Buenas —dijo Kamila desde la puerta. —No haré preguntas, tenéis en el horno bizcocho casero y vino en la encimera. Quiero lo mejor de ti en los ensayos y el concierto. Más te vale darlo. No te molestaré a no ser que sea estrictamente necesario y te me ocuparé de los temas burocráticos que tantos odias. Pero más te vale ser la mejor al cantar. Por cierto, un placer —dijo esto último a Zahra.
—El placer es mío —contestó ella estrechándole la mano.
—Eres la mejor —dije abrazándola.
—Yo ya me voy. Te quiero ready para el concierto.
—Descuida.
—Jm... Lo hago pero no me fío.
—¿Cuándo te he fallado?
—Nunca, como empieces ahora a hacerlo te mato.
—Que no... —dije alargando la última "o" y tras despedirse abandonó el lugar.

Kamila se marchó y nosotras nos quedamos a solas.
—He traído algo. Es una tontería —dijo Zahra sacando algo de su bolso.
—Nada que venga de ti podría serlo —dije. Entonces sacó un pequeño imán que mostraba el nombre de lo que supuse que era una de las calles de París.
—Es la primera calle donde nos besamos, escondidas entre unos edificios —me dijo dejándome completamente boquiabierta.
—No me lo puedo creer —dije emocionada. —¿En qué momento lo conseguiste?
—Cuando fuiste a hacer unas fotos al Seine.
—Es precioso. No era necesario... Me encanta —dije abrazándola para después darle un beso.
—Me alegro mucho.
—Lo pondré en la nevera. Así podré verlo cada mañana —le dije con una sonrisa entrando a la cocina. La parte exterior de mi nevera estaba absolutamente vacía. Ni un bloc de notas, ni un solo imán, ni una foto... Jamás coloqué ninguno de los que me regalaban y poco a poco la gente dejó de regalármelos pues sabían que no me gustaban. Pero este... Este lo conservaría toda la vida.

—¿Puedo husmear? —me preguntó.
—Claro, mi casa es la tuya —le dije sonriente. —Voy a contestar unos mensajes, llevo todo el día sin contestar a los chicos, husmea todo lo que quieras —reí viendo cómo subía las escaleras.

Aproveché, tras contestar lo que debía, para dirigirme a la cocina, por suerte Kam lo había dejado todo a punto. Zahra no lo sabía, pero había escuchado una de sus entrevistas en la que dijeron que una de sus comidas favoritas era el Poutine de Canadá, a si que me puse manos a la obra. Era bastante sencillo a si que no tardé demasiado. Para cuando terminé, salí de la cocina y la vi observando la ciudad desde el balcón.

Me mantuve en mi lugar unos segundos antes de acercarme a ella preguntándome cómo era capaz esa mujer de provocar tantas cosas en mí conociéndonos desde hacía tampoco. Pensaba que esto solo pasaba en los enamoramientos adolescentes, en los que todo es excitante, intenso y desordenado. Donde la sentimientos están a flor de piel y la cordura Oda a un segundo plano. Pero parece que no, me sentía como con quince años de nuevo. Perdiendo la cabeza por esa mujer. Al parecer el amor intenso podía darse en cualquier tipo de persona a cualquier edad. Ni si quiera recordaba cuando había sido la última vez que me había prendado de alguien de tal modo, ni si quiera si había llegado a hacerlo en algún momento.

Lo que era cierto, es que lo supe desde el primer momento en que la vi sobre el escenario, con su energía y su actitud. Sabía que si la dejaba entrar en mi vida, lo haría para ponerla patas arriba y tomar un primer plano en mi corazón.

—Hola —dije colocándome a su lado.
—Hola —me dijo con una sonrisa. —Las vistas son espectaculares...
—Es lo que me enamoró de este lugar... Siempre soñé vivir en un sitio así.
—Y lo lograste...
—¿Para qué son los sueños si no para cumplirlos?
—¿Tienes otros?
—No. No quiero ser avariciosa... Prefiero centrarme en lo que tengo e intentar mejorar que llenarme la cabeza de ideas desordenadas.
—Yo creo que son muy importantes —dijo girándose y sonriéndome.
—Bueno... Mi sueño ahora es que te guste lo que he preparado.
—¿Has cocinado?
—Ajá. Vamos —dije y entramos dirigiéndonos al comedor.
—No te creo... —dijo viendo lo que había hecho. —¿Cómo lo supiste?
—Soy bruja —bromeé. —Es broma... En realidad estaba viendo una de tus entrevistas.

Ella me miró con ternura y me dio un ligero beso para sentarse a la mesa. Terminamos de comer, para mi suerte, adoró lo que hice. Tomamos algo de vino y charlamos de varias cosas. Tras terminar probamos un pedazo del bizcocho que nos había dejado Kam. Estaba exquisito.

—¿Son tus padres? —me preguntó viendo un marco con una foto de una joven pareja.
—No, en absoluto —reí. —Es la foto que venía con el marco, lo compré para poner algo pero lo dejé ahí y nunca me acordé.
—¿Es en serio? —rió.
—Ajá. No soy cercana a mi familia, nos vemos poco y... Juzgan mucho. Kam es mi familia... Aunque a veces se pone en plan manager seria. Pero nos queremos mucho.
—Lo siento mucho —me dijo. —No tendría que haber preguntado.
—No, tranquila. Es una cicatriz completamente curada. De verdad —dije. —¿Qué hay de ti?
—Tampoco veo a mi familia seguidamente. Viven lejos y voy a mi aire.
—Artistas solitarias —dije quitando la foto del marco. —En realidad tendría que haber quitado esto en cuanto lo compré —reí. —Ni si quiera recuerdo para qué lo quería... Bueno... Mejor vacío que con desconocidos en él.
—Desde luego —rió. —Tiene un punto cómico.
—Absolutamente...

FLOWERS IN THE BACKSTAGE (La Zarra)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora