10. Montañas

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—He estado pintando mucho últimamente—
—¿Cuántos cuadros ha hecho en estos días?—
—Cinco, estoy por empezar el sexto—
—¿Qué pintará hoy?—
—Quizas las montañas, o el pueblo—
—Estoy seguro de que le encantará el paisaje, ya casi llegamos— subió la última roca que estaba al pie de la cima del lugar, el camino era estrecho y solitario, pero una vez arriba, la vista era hermosa, se podía apreciar el valle sumergido en neblina y el pueblo de Lancaster que recién despertaba iluminado con los dorados rayos del sol.

Había una pequeña choza de madera con una mesita y dos bancos, ideal para cubrirlos de la leve brisa que se sentía por momentos.
—¿Esto lo hizo usted? ¿Esta casita?—
—Sí, bueno es más una choza, pero sí, la hice yo mismo—
—Es linda— sonrió emocionada, lo primero que hizo fue acomodar sus materiales de pintura afuera de la choza justo frente al paisaje, tratando de encontrar el mejor ángulo a retratar.
—¿Me mostrará los cuadros que ha hecho?—
—Claro— dijo avergonzada, no se podía negar ante esa petición del amable chico, sobretodo porque él le había regalado todo su material.
El muchacho sacó de su bolso unas hojas encuadernadas, tinta y pluma.
—¿Qué escribe?—
—Una novela—
La joven lo observó esperando más información, él lo comprendió pero se limitó a sonreír —Se la mostraré cuando esté terminada—
El verano húmedo rellenaba de verde las montañas, eso hacia interesante para Katherine tratar de pintar con el rojo oscuro de sus pigmentos.
Era un reto y una característica de sus cuadros, mientras ideaba como pintarlo podía sentir la mirada de Timothée a su costado, de vez en cuando la volteaba a ver por un largo rato, después ella hacia lo mismo, no decían nada, solo eran sus miradas viajando por el otro a ratos. En cierto momento cuando la pintura comenzaba a tomar forma Timothée se percató de lo que Katherine hacía y no pudo evitar sonrojarse.
—¿En verdad?— preguntó asombrado —¿Soy digno de que me pinte?—
—Claro que sí, ¿Por qué no?—
El joven guardó silencio y sonrió entre cerrando los ojos —Está quedando divino—
—Gracias. ¿Y usted cómo va con su novela?—
—Realmente no he podido escribir mucho de ella— suspiró buscando la mirada de Katherine nuevamente —He escrito de usted—
Katherine volteó bruscamente, ¿Por qué? ¿Qué tipo de cosas escribiría sobre mí? Pensó asustada, por su mente solo existían posibilidades que la hacían sentirse insegura, su rostro hizo entender a Timothée que debía explicarse más. —Poesía, ¿Le gusta?—
—A decir verdad, no suelo leer y mucho menos poesía—
—¿Le gustaría que le leyera lo que he escrito? No es tan bueno, pero lo escribo desde el alma—
—Me gustaría, sí— realmente estaba aterrada.
Ojos grandes y oscuros cómo la noche...— hizo una pausa y continuó —Es todo— soltaron una carcajada a la par, Katherine una mucho más fuerte que Timothée ciertamente.
—Lo siento, lo siento, le dije que no se mucho, estoy tratando de buscar algo que pueda comparar con su cabello, o su sonrisa...—
Katherine cubrió su boca reprimiendo su sonrisa, colorada.
—O sus labios— la miró serio —Pero es imposible—
El calor abrasador del ¿verano? inundaba el pecho, las mejillas y las orejas de la jovencita. No, no era precisamente por el verano, sino por las palabras y la mirada del chico.
—Disculpe— dijo Timothée agachando la mirada apenado —Soy pésimo escribiendo, seguiré dedicándome al comercio—
—No, puede ser hermoso, continúe—
—Lo terminaré— aseguró con una tierna sonrisa, sintiéndose un poco abrumado.
—¿Puedo preguntarle algo?— dijo la chica.
—Dígame—
—Dijo que es comerciante, ¿Qué hace específicamente?—
—Uhm, en Francia mis padres solían construir muebles de oro y los exportaban a América, pero tras la muerte de mi madre, todo eso terminó, fue hace mucho, mucho tiempo...Pero tienen un gran lugar donde trabajadores los fabrican así que, por eso vamos y cobramos—
—Interesante, suena como un oficio muy bello—
—En realidad no me gusta mucho, creo que nacer en una familia... Con un negocio ya hecho te limita, no quisiera ser como ellos, pero de cierta forma no lo puedo cambiar—
—Puede cambiarlo, quizás sea difícil, pero puede hacerlo—
—Es más complicado de lo que parece—
—¿Aún la extraña? ¿A su madre?— se atrevió a preguntar.
—Siempre. Cada mañana—
Katherine se agachó sintiendo su pecho encogerse arrepentida de haber preguntado eso, aquella respuesta le dolía pero agradecía tal sinceridad, quizás tenía que ir aceptando que ese dolor nunca desaparecería, solo se haría parte de su vida.

—Entiendo— volteó a ver su pintura y se percató de lo bien que estaba pintando los gestos de Timothée, era casi como él y aunque amaba ese color, seguía sintiendo que necesitaba lo verde de sus ojos, lo verde del pasto creciendo en sus zapatos y el valle frente a sus ojos.

—Le conseguiré pinturas de todos los colores—
—No es necesario, en verdad—
—Lo haré—
—¿Puedo hacerle una pregunta más joven Chalamet?— sujetó su pincel con fuerza y temor.
—Dígame—
—¿Por qué son así... Sus medicinas?—
El muchacho se sobresaltó, no esperaba una pregunta así, volteó a verla con sorpresa —¿A qué se refiere?—
—Escuché a Charlotte decir... Que parecían sangre y—
—Sé lo que Charlotte decía, ¿Pero que sugiere? ¿Piensa lo mismo que ella?—
—¡No! Bueno yo... No creo que lo sean, pero pueden parecer eso y confundir—
Timothée se agachó sin decir una sola palabra, negando con la cabeza, ella no dijo nada más. —¿Su amiga le pidió que me preguntara?—
—No, yo quise preguntar—
El chico asintió con la cabeza y tomando un respiro se levantó, tomó su hojas y comenzó a caminar a un costado del lugar, dando vueltas de un lado a otro, se sentía en un interrogatorio, tenía la sensación de que Katherine había aceptado la salida solo para poder vulnerarlo y sacarle información, se sentía culpable y molesto. Katherine solo lo observó, quizá había preguntado de más, ¿Lo había ofendido o sí escondía algo? Ambas eran terribles pero en verdad deseaba que solo hubiera sido su insensibilidad, tal vez no era lo correcto haberle preguntado tanto, pero a la vez le irritaba la manera en la que el joven siempre huía.

—¿Se irá?— preguntó un poco molesta.
—No, solo estoy caminando— mordió su labio ansioso y apretando sus dedos se acercó de nuevo.
—No quiero que usted me vea de esa forma, en verdad no, se lo pido—
La jovencita miró sus pobladas cejas y sus ojos angustiados suplicarle a los suyos, se levantó de su silla y en medio de un suspiro aceptó —No lo veo así, solo... Fue una pregunta—
Timothée sonrió aún angustiado, miró aquellos ojos que tanto llamaban su atención y comenzó a sentir un cosquilleo en el estómago, dejó escapar aire por su nariz de forma brusca mientras se acercaba a ella y podía percibir el aroma de su cabello mucho más fuerte, podía identificar su aroma a grandes distancias pero tener esa fragancia tan encantadora de cerca le debilitaba, Katherine sintió que el corazón se salía de su sitio y tomando aire con fuerza volteó hacia donde estaba su pintura.
—Ya casi la termino— sonrió acomodando su vestido y se sentó de nuevo.
Timothée regresó a su asiento y trató de continuar con aquel poema, una tarea que en ese momento era imposible pues tenía la mente más nublada que antes.

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Sempiterno • Timothée ChalametDonde viven las historias. Descúbrelo ahora