6. Distancia

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—Buen día señorita Katherine— fue lo primero que escuchó la joven al despertar, aquella suave y ronca voz que hablaba en silencio inclinándose hacía ella delicadamente.

—Señor Chalamet, una disculpa— se levantó rápidamente de la silla acomodándose el cabello torpemente, se había quedado en la biblioteca leyendo hasta que cayó dormida.

—Está bien— rió con la ternura que la joven le provocaba —¿Le han gustado los libros?—
—Me han encantado, gracias— dijo tímidamente —¿Cómo le fue en Francia?—
—Muy bien— sostuvo una mirada fría —¿Cómo le fue con mi padre?—
—Muy bien...—

—¿Todo bien?— la notó insegura.

—Todo está bien, es solo que... Accidentalmente derramé uno de los frascos de medicina— inhaló profundo.

—Oh...no pasa nada, traje mucha medicina más—

—¿,En verdad? Estaba muy preocupada porque pudiera afectar mucho en su tratamiento y—

_No pasa nada. Solo le da más... ganas de tomarla— interrumpió. Podía notar que ella estaba confundida pero no quería dar explicaciones, se dió la vuelta de regreso dándole la espalda, ella lo siguió.

—Ya bajo. Tengo que preparar su desayuno— dijo siguiendolo.

—Claro, yo iré a saludarlo—

—Si, de hecho, hay buenas noticias... ya habla y puede sentarse— Timothée se detuvo en seco y volteó a verla —¿Ya habla? ¿Desde cuándo?—

—Hace como 4 días empezó a balbucear y ha dicho algunas cosas—

—¿Qué le ha dicho?—

—Que le dé su medicina, que le prepare fresas y preguntó por usted, le dije que había ido a Francia y le traería más medicamentos, se alegró bastante—

El joven la observó por varios segundos, realmente no la observaba, estaba pensando, ella comenzó a incomodarse ante su mirada, percatandose de esto, el muchacho sacudió la cabeza regresando a sí mismo —Escuche señorita Katherine... muchas gracias por su ayuda— sacó de su bolsillo un fajo con billetes, eran muchísimos, ni siquiera los contó —Su paga—

Asombrada, Katherine negó —Señor Chalamet, es demasiado—

—Lo sé, tómelo y vaya a descansar—

Los tomó con timidez aunque no podía ocultar el brillo en sus ojos —Gracias—

—No agradezca, es el fruto de su trabajo—
Sonrió.

—Es mejor que me vaya— tomó su bolso y las hojitas con bocetos que había estado haciendo.

—¿Los hizo usted?—

—Si... Lo siento, tomé aquellos grafitos y me puse a dibujar un poco—

—Son maravillosos— los miró asombrado —¿Puedo?—

Katherine aceptó y le mostró las hojas, Chalamet los tomó con mucho cuidado tratando de no manchar los trazos con sus dedos, sus pupilas dilatadas analizaban cada parte del dibujo —Me encanta—

El dibujo era un boceto perfectamente trazado de la biblioteca, donde incluía cada objeto y detalle, hasta el rayo de luz que entraba por la ventana.
—Debe seguir haciendo esto, tiene mucho talento—

—¿Eso cree?—

—Sin duda. Puede venir siempre que lo desee, pero no deje el arte—

Asintió y caminaron en dirección a las escaleras.

—Iré a despedirme de su padre ¿No quiere que le prepare el desayuno? Tenía pensado hacer un pastel pero ya no pude—

—Así está bien, no es necesario—

Tocó la puerta —Padre, ya llegué— dejó a Katherine entrar primero.

—Señor Chalamet, buen día...ya me voy—
El anciano abrió los ojos, volteó y vió a su hijo detrás de la joven.

—Padre, ya llegué—

—¿Traes más?—

—Sí, suficiente para los próximos meses—
El hombre sonrió y observó a Katherine, ella le sonrió —Me alegra que ya esté mejor—

-No deje de venir jovencita- dijo en un tono bajo.

—Padre— interrumpió Timothée de forma seria, caminó unos pasos dentro de la habitación pero instantáneamente frunció las cejas, dejando sus ojos inspeccionar todo el lugar. Volteó a ver a Katherine con mucha duda —¿Estuvo alguien aquí?— preguntó molesto.

Por un momento la chica se quedó sin palabras, o más bien las palabras no salían de su boca, solo pensaba ¿Cómo se había dado cuenta?

—¿Quién estuvo aquí?— se acercó más a ella.

—Una amiga. Cuando derramé la medicina no supe como limpiar y me ayudó, perdón— agachó la mirada.

La postura corporal del alto muchacho se relajó —No solemos dejar a las personas entrar a nuestro hogar, usted ha sido una de las excepciones—

—Lo siento mucho, no volverá a pasar—
Timothée la observó desde el rabillo del ojo y torció la boca.

Apenada tras no recibir ninguna otra palabra por parte de ambos, se retiró de la habitación, dejando al joven pensativo frente a su padre, se sentía abrumada y culpable, ¿Por qué fui tan torpe? pensó mientras caminaba hacia su casa, no había podido recibirlo con un pastel de fresa, a cambio lo recibió con un desafortunado accidente y aún así le había pagado quien sabe cuánto dinero, que incompetente, era lo que se repetía una y otra vez en su cabeza.

—¿Saldrás hoy?—

—No lo creo—

Era el segundo día que Katherine no iba a la casa de los Chalamet, nunca le aclaro si debía volver si quiera, pero tocaba a su puerta y nadie abría, no había señal de vida, pero sabía que estaban allí, el le dijo que no saldrían. Quizás eso significaba que estaba despedida...¿Y ahora qué? pensó.

—Creo que los Chalamet ya no me necesitan— Charlotte volteó extrañada.

—¿Por qué?—

—Su padre ya está mejor—

—¿Y qué es lo que vas a hacer?—

—No lo sé, necesito dinero, o un esposo—

La chica que se encontraba cocinando rió al escuchar eso —Pues en unos días habrá un baile—

—¿Un baile? ¿Ahora?—

—Lo sé, pero dicen que ya no han habido más desaparecidos— levantó los hombros y le mostró la invitación que había llegado.

—Hace tanto que no voy a uno—

—Deberías ir, sin duda encontrarás a algún muchacho, muchos en el pueblo hablan de ti por ser la nueva—

—¿En serio?—

—Sí, por eso enviaron la invitación, por ti—

Katherine no venía de una familia precisamente adinerada, en algún momento sus abuelos lo fueron pero cayeron en bancarrota, solo quedó un recuerdo del porte y apellido de aquella familia, nada más, pero al igual que su madre, conocida por haber sido igual de talentosa, despertaba el interés de las personas, era muy bella y en ese momento era una novedad para todos en el pueblo quienes deseaban desposar a aquella hermosa joven de largo y castaño cabello, quizás su apellido recobraría fuerza si encontraba a un esposo adinerado que quisiera una esposa bella para presumir.

—Me asusta ir a decir verdad— miró a Charlotte rogándole, sin decir una palabra.

—No. No me gusta ir—

—Por favor— levantó las cejas mientras unía sus manos en un puño, suplicando con ternura —No conozco a nadie aquí, tú eres la única—

—Y si voy... ¿Qué harás?—

—Yo prepararé la comida, pero no le diré a mi tía—

Dudosa aceptó.

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Sempiterno • Timothée ChalametDonde viven las historias. Descúbrelo ahora