20. Estaca

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-Señorita Katherine, la llaman en la puerta-
Ella volteó con rapidez, su corazón comenzó a latir mucho más rápido
-¿Quién es?-
-Un vocero del rey de Francia- susurró la mucama.
Al parecer las pinturas de Katherine habían ganado tal popularidad que el mismo Rey de Francia quería una de aquellas rojizas obras. Ella dudó bastante pero al final aceptó. Lo que significaba que tendría que viajar hasta allá, pero la retribución monetaria y personal sería vasta. Se recostó en la cama después de aquella noticia y su deseo de estudiar en la academia de artes en Francia regresó, ese cosquilleo de ilusión resurgió pero el tocar en la puerta la despertó de su letargo.

-Señorita Katherine ¿Puedo pasar?-
-Oh. Si, pase-
Bennet la miró con una sonrisa y preguntó.
-La luna de miel tendrá que ser en Francia ¿Cierto?-
-Lo siento por no consultarle antes... Es una gran oportunidad-
-Entiendo- interrumpió y acarició su brazo -Es solo que al casarse conmigo... Pensé que su prioridad sería nuestro matrimonio- agachó la cabeza y siguió hablando -Solo quiero saber si terminando aquella pintura regresaremos aquí y podrá comprometerse con nuestro matrimonio, como debe ser-
Katherine desvió la mirada pensativa y asintió con la cabeza sin decir nada.
Bennet acarició su mejilla pero ella alejó su rostro de su tacto en un movimiento inconsciente, el retrocedió dolido.

-Me encargaré de que la boda le haga olvidar todo lo que ha pasado últimamente- dijo Bennet después de unos momentos de silencio.
-Iré a Francia. Sin usted- dijo decidida, sin más.
Bennet no terminaba de comprender, la miró desconcertado -¿De qué habla?-
-Su abuela hizo algo terrible. No estoy dispuesta a aceptarlo y seguir con esto-
el joven negó ofendido.
-¿De qué habla?-
-Es respecto a sus pinturas. ¿Alguna vez la vieron pintar?-
No recibió respuesta.
-Su abuela cubrió las firmas de sus cuadros con pintura y puso la suya, esas pinturas eran de mi madre pero hizo a todos creer que eran suyas-
-¿Cómo es posible que diga tal cosa de mi abuela?-
-¡Es la verdad! Puedo mostrarle, están en su taller-
-¿Usted entró a su taller? Nadie puede entrar, está prohibido-
-Lo siento, tenía que encontrar...-
El muchacho movió la cabeza esperando a que terminara la frase.
-Encontrar algo que me recordara a mi madre-
Bennet salió molesto de la habitación, Katherine lo siguió hasta el pasillo, una vez que lo alcanzó le rogó que la escuchara, él aceptó poco convencido y ambos fueron al taller.
Estaba cerrado así que Katherine comenzó a forcejear la puerta, Bennet comenzó a ponerse nervioso y molesto por todo el ruido que estaba haciendo, jamás había entrado a aquel lugar, era una regla importante.
Cuando la puerta cedió, Katherine se llevó una gran sorpresa. La habitación estaba vacía.

-Por favor, escucheme es verdad, yo lo vi-
Bennet seguía caminando por el pasillo mientras la ignoraba.
-Se lo juro por mi madre-
-¿Si?- no emitía ninguna expresión -Bien, hablemoslo con mi abuela directamente.
Bennet tocó la puerta de la habitación de la abuela Smith, Katherine no estaba segura pero ya había hablado y tenía que enfrentarlo.
Cuando Bennet expuso todo lo que pasaba con su abuela, ella solo los observó tranquila y hasta cierto punto burlona. Agregando algo que enfureció a Katherine.
-He quemado todo-
-¿Qué? No puede ser-
-Quemé todo junto con la carta que usted, hermosa dama, escribió al monstruo de los Chalamet días después de su compromiso-
-¿De qué habla?- agregó Bennet.
-Tu prometida está enamorada de aquel criminal y le escribió una carta diciéndole todo lo que sentía por él estando aquí, en tu casa-
-¿Es verdad?- las rojizas mejillas de Bennet se encendieron como nunca mientras cuestionaba a Katherine que estaba detrás suyo. Ella negó titubeando.
-Yo n... lo escribí antes de llegar aquí-
-¿Pero aún lo ama no es así? Por eso se irá a Francia sola, no porque vaya a pintar para el rey-
-¡No! En verdad iré con el rey, él se fue y ya no hay nada entre nosotros-
-¿Entonces si hubo algo entre ustedes?- los ojos de Bennet se enrojecieron, muchas cosas comenzaron a tener sentido dentro de su mente. A veces su apariencia fuerte y varonil hacía parecer que no era sensible, pero era todo lo contrario. Salió del lugar de prisa ignorando todo.
Katherine lo observó culpable pero rápidamente la tristeza de sus ojos se convirtieron en rabia al ver a la abuela Smith.
-¿Por qué lo hizo?-
-No iba a dejarlos despintados y con la firma de tu madre-
-¿Por qué los pintó? ¿Por qué hizo a todos creer que eran sus pinturas cuando eran de mi madre?-
La señora la tomó del brazo y la metió a su habitación, cerró con llave haciendo que el ambiente se tensara aún más y habló.
-Te lo diré, porque nadie te va a creer. Pero después de saberlo será mejor que te largues, porque veo el mal en tus ojos y sé que eres igual a Chalamet, estás maldecida por lucifer- la mujer tomó asiento en su silla y comenzó.
-Yo pintaba en Francia, en Londres y algunas veces en Italia, amaba hacerlo pero nadie me daba la oportunidad de vivir de ello. Quizás no era tan buena, pero me gustaba. Cuando llegué a Lancaster, lista para casarme y tener una familia que no quería, conocí a tu madre, ella pintaba pero no le contaba a nadie, sentía que sus pinturas eran malas, pero cuando me mostró una le hice saber lo increíbles que eran, la convencí de venderlas y exponerlas aquí, hasta que tuvo el valor de hacerlo y comenzó a ser muy solicitada por las familias más ricas, todo el mundo la amaba, ella era modesta y decía que había sido gracias a mi, porque yo la había motivado a venderlas y darse a conocer. La pintura nos unos de una forma tan mágica, que en un punto pasó algo. No sé porqué pero me enamoré de ella, y ella de mi, pienso que fue una especie de hechizo, embrujo o alguna maldición de tu familia. Pero se sentía bien, me encantaba, era tan feliz con ella que llegué a plantearle que huyeramos lejos juntas, pero ella lo negó. Creo que en ese punto ya había comenzado a tener algo con tu padre. Yo moría de celos. Celos de que ella amara a tu padre y no a mí... y del talento de tu madre a decir verdad- suspiró -Así que la amenacé con decirle a todo el pueblo lo que ella era y lo que había hecho conmigo. Ella me rogó que no dijera nada y le dije que no lo haría, con la condición de que me dejase firmarlas, que me cediera los derechos de sus pinturas, renegó bastante pero al final, aceptó.
Desde ese momento comencé a contarle a todos que yo la había enseñado, que aquellas pintura eran mías y pronto ese dinero fue mío. Alguna vez me llegaron a pedir que pintara pero les decía que ya no recibía pedidos o ella los hacía directamente a cambio de mi silencio-
Las lágrimas de coraje corrían sin parar sobre las mejillas de Katherine, sus dientes rechinaban unos contra otros y su respiración era brusca.
-Días antes de que muriera... Días antes de que muriera vino aquí, a buscarme, pensé que quizás rogaría por mi atención, pero no. Vino de tan lejos a pedirme que le regresara algunos cuadros, que quitara mi firma, dijo que ya no le importaba, yo solo me reí y no lo acepte, se fue diciendo que le diría a todos la verdad. La vi irse pero me dió lástima, ví lo infeliz que había sido su vida sin mi, así que la seguí y la invité a tomar un poco de té. Pero quizás estaba muy cargado porque aquel té la enfermó demasiado, estuvo mal por días, la hizo adelgazar y debilitarse a un punto que cayó en cama, hasta que la mató-
Katherine estaba congelada, sus manos se engarrotaron y no podía moverlas, algo le quemaba por dentro y un impulso de rabia gobernó sus extremidades, se abalanzó contra la mujer golpeando con fuerza su cabeza y jalando su cabello mientras esta gritaba por ayuda. La madre de Bennet y algunas personas de servicio que estaban cerca entraron rompiendo la puerta, la escena al entrar era impactante, Katherine gritaba insultos mientras trataba de ahorcar a la mujer que estaba en el piso manoteando. Algunos guardias cargaron a Katherine, comenzaron a gritarle que se calmara pero ella no lo hacía estaba en completo estado de shock. No fue hasta que Kenneth se acercó asustado que ella corrió a abrazarlo y comenzó a llorar de forma desgarradora, su hermano nunca la había escuchado así, ni siquiera en el funeral de su mamá.
La madre de Bennet se acercó gritando que era una desquiciada, que los quería lejos de esa casa y que jamás volvieran.

Los hermanos se dirigieron a la habitación de Katherine escoltados por algunos guardias, lo mejor era empacar antes de que cambiara de opinión y los oficiales llegaran. Kenneth no dejaba de preguntarle a su hermana qué había ocurrido, pero no estaba lista para decirle y él tampoco estaba listo para saberlo, quizás algún día lo sabría pero ese no era el momento.
Corrieron despavoridos hasta la casa de la tía Anna, Katherine le explicó a su tía todo lo que había pasado, entre jadeos y susurros tratando de que Kenneth no se enterase de nada. Su tía comenzó a temblar y a preguntarle qué haría, Katherine le pidió que cuidara a Kenneth, que ella tenía que irse a Francia, allí recibiría uno de sus pagos más ambiciosos y entonces ellos podrían obtener el dinero suficiente para comenzar a vivir allá, por lo mientras, lo mejor sería que Kenneth regresara a Philadelphia. La tía Anna aceptó y comenzó a empacar también.
No pasaron muchas horas hasta que todo el pueblo sabía que Katherine se había vuelto loca y todos lo atribuían a su lazo con Timothée, tachandolos de seres diabólicos y malvados.

Aquella noche la tía Anna y Kenneth tomarían un tren a Philadelphia, mientras que Katherine comenzaría su viaje a Francia.
Y allí, sentados en una banca, escucharon el tren, el viento frío calaba en la suave piel de Kenneth, mientras en silencio sollozaba y recibía en su frente un beso de su hermana -Te quiero mucho Ken, todo va estar bien, nos veremos pronto-

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Sempiterno • Timothée ChalametDonde viven las historias. Descúbrelo ahora