17. Secretos

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—Las nuevas noticias están arruinando los preparativos— dijo la madre de Bennet al otro lado de la mesa.
Katherine tomó el periódico que Bennet tenía en sus manos y comenzó a leerlo. Tres muertes más se habían suscitado en los últimos tres días y habían sido encontrados una vez más en las cuevas, con las mismas características, blancos como papel y con llagas en el cuello. Sin embargo, en esta ocasión había sido mucho más descuidado y sucio, heridas y golpes por doquier con signos de que habían sufrido bastante.
—No podemos hacer que esto opaque la noticia de su compromiso. Peor aún, la gente tendrá miedo de salir otra vez— reiteró la mujer molesta.
—Esperemos que se les olvide de aquí a la celebración— agregó Bennet al comentario de su madre.
A Katherine le causó un poco de molestia la ligereza con la que hablaban de aquellas tragedias, pero trató de comprender su entorno y por qué les preocupaba tanto. Bennet la notó pensativa así que la invitó a dar un paseo por el huerto después del desayuno.

—Mire, aquí están las fresas— le extendió el brazo para que pudiera atravesar el camino rocoso que conducía al huerto.
—Que bellas. Me encantan las fresas—
El muchacho le sonrió y la invitó a sentarse.
—No ha hablado mucho sobre cómo quiere que sea nuestra ceremonia nupcial ¿Está todo bien?—
—Si, todo bien. No lo sé, supongo que no tengo ideas específicas ahora—
—Mi madre insiste en que faltan muchas cosas de la organización y yo creo que tiene razón—
—No lo sé. No tengo idea de cómo se organiza esto, ni que deba hacer. Si es posible que alguien más se encargue de la organización... Por mi está bien—
Bennet alzó las cejas tras el pequeño sobresalto y asintió amablemente, acarició su mano y sonrió.
—Hoy iré a casa con Kenneth, quiero decirle que empaque para traerlo pronto. Con todo lo que está pasando de nuevo, me da miedo que esté allí solo—
—De acuerdo, no hay problema. Le diré a las mucamas que limpien su habitación para que esté lista en cuanto llegue—
—Muchas gracias, Bennet— tomó su mano con aprecio.
—¿Está segura de que todo está bien ¿Cómo durmió anoche?—
—Sí, todo bien, dormí mejor que nunca— suspiró y después se dió cuenta de la cínica forma en que lo había dicho disimulando una sonrisa.
—Me alegro bastante—
—Creo que es mejor que me vaya temprano, todavía tengo unos cuadros que terminar por la tarde—
Se apartó del lugar nerviosa, dejando al muchacho sentado en el huerto. Se dirigió a su habitación a cambiarse los zapatos, tomó un bolso de tela para guardar panes de regalo para su hermano, guardaba todo con velocidad cuando sintió una mirada sobre ella, volteó y se topó con la abuela de Bennet que yacía parada en el pasillo.
—Buen día, señora Smith—
—Buen día, jovencita Wood—
—¿Cómo está? ¿Hoy es día de pintar?—
—Ya no pinto— rió.
—Debería intentarlo de nuevo, es un buen pasatiempo—
La mujer se mantuvo observandola —Tu madre era una buena pintora—
A la chica le sorprendió aquel comentario, le hizo sentir muy bien.
—Lo era—
La mujer se acercó más a dónde ella estaba mientras seguía hablando
—Sabes, cuando llegué de Londres, ya tenía una carrera hecha en Europa, pero al llegar aquí realmente nadie me conocía, solo por mi esposo. Pero me topé con gente maravillosa como tu madre, tan hermosa e inteligente— suspiró.
—La gente la amó tanto... yo solo traté de darle todos los conocimientos que tenía, y los supo aprovechar muy bien— acercó sus manos a las mejillas de la joven —Eso es lo único que necesitas, saber aprovechar todo lo que tienes, porque ya eres brillante—
Katherine sonrió y agradeció las palabras a la mujer, le había conmovido tanto tener a alguien que le hablara así que quería saber más.
—Gracias señora Smith. No sabía que usted le había enseñado a mi madre—
—Así fue, pero nunca alardee de eso, yo la quise mucho—
—Me encantaría aprender de usted, sería un gran honor—
—Quizás algún día— la mujer sonrió y se retiró dejando a Katherine algo sensible pero con cierta calma en su corazón.

En su camino a casa de su tía, tenía flashbacks de la noche anterior, no importaba que tan estresante había sido Bennet y su madre aquel día o que tan sensible la había puesto su abuela, todo aquello se disipaba con recordar lo que había pasado con Timothée en su habitación, deseando que se repitiera al menos una vez más antes de que se casara y cometiera un verdadero pecado.
Cuando llegó a casa de su tía saludó a Kenneth emocionada de invitarlo a vivir con ella en la lujosa casa de los Smith, le dijo a Kenneth que empacara, pero la respuesta del pequeño no fue la esperada, aunque él si quería estar con su hermana, no quería ir a aquella casa, le producía temor y timidez convivir con tanta gente cuando siempre habían sido solo ellos y su madre, además no quería dejar a su tía sola. Le tomó bastante tiempo convencerlo de que estaría más a salvo con ella, hasta que el niño accedió con la condición de que fuese hasta el lunes pues el fin de semana cocinaría con la tía Anna pues ya se lo había prometido, necesitaba mentalizarse y hacerlo de una forma más gradual. Una vez acordaron esto, Katherine se sintió más tranquila y pasaron el resto de la tarde cocinando sopa de verduras y pollo. Después de la comida, ya exhaustos, Kenneth le pidió que se acercara porque tenía que contarle un secreto, ella se acercó para escuchar mejor
—Hace dos noches vino el joven Chalamet a buscarte y le dije que ya no vivías aquí y me pidió que no le contara a nadie que había estado aquí porque se iría de nuevo—
—Oh ¿En serio?, Gracias por contarme— acarició su cabello con ternura.
—Pensé que te casarías con él—
—¿Por qué?— preguntó nerviosa y muy interesada.
—Eso pensaba la tía Anna—
Aquellas palabras la dejaron pensando mucho porque efectivamente, ella había pensado lo mismo, no había sido cosa de su mente, otras personas lo pensaban también.

Ya comenzaba a oscurecer, finalmente estaba regresando a casa de los Smith, había ido en caballo así que aprovechó para dar un paseo, a lo lejos vió a Bennet esperando en la puerta de la gran casa con un semblante molesto.
—¿Está bien? Tardó demasiado—
—Sí, estoy bien, estuve con mi hermano—
—¿Y dónde está?—
—Oh, está en casa. Vendrá hasta el lunes, necesita tiempo—
—Es peligroso estar afuera tarde ¿Si lo sabe, no? Adentro, andando-—
Katherine sacudió la cabeza confundida y obedeció.
—Lamento haberlo preocupado, estuvimos cocinando y se me fue toda la tarde—
—Sí, se le pasó todo el día. Dijo que tenía que pintar. Ya se quedó sin tiempo.
Y todavía faltan los preparativos de la boda—
Katherine exhaló con molestia mientras caminaba detrás de él, su rostro mostraba preocupación, no entendía por qué tenía esa actitud pero le estaba hiriendo.
—Estaré con los caballos, que tenga linda noche— se separaron en medio del jardín y ella continuó camino a su habitación. Le había dolido la forma en que le había hablado pero también se sentía culpable por la actitud que había tenido con él y lo que había hecho una noche anterior, no podía dejar de pensar en que quizás los había escuchado y por eso estaba molesto. Llegó a su habitación en busca de algún indicio que la pudiese delatar pero no vió nada. Se dispuso a acomodar el caballete y sus pinturas, estaba a punto de terminar un bodegón de pintura rojiza mientras tarareaba una canción tranquilamente, cualquiera que la hubiese visto diría que estaba enamorada. El golpear rítmico de la ventana la despertó de sus pensamientos. Se asomó y era él.
—Hola Katherine ¿Cómo te encuentras? Además de hermosa, claro—
—Hola Tim, bien— lo dejó entrar y cerró la puerta —Muy feliz—
—¿Tim? Me gusta— se sonrojó y colocó su manos detrás de su espalda —Yo también estoy feliz—
—¿Por qué?—
—Porque anoche fue la mejor noche de toda mi vida— acarició su cabello mientras sonreía.
—¿Lo fue?—
—Sin dudarlo, la repetiría mil veces—
Las mejillas de Katherine estaban rojas y sus ojos saltones brillaban con demasía provocando en Timothée un intenso cosquilleo en el estómago que lo hizo besarla tiernamente en los labios.
—Tim, tengo que pintar. Debo terminar este cuadro en cuanto antes—
—Claro, ¿Puedo quedarme aquí?— preguntó recostandose en la cama.
—Sí, solo no hagas mucho ruido— se levantó a cerrar la puerta con seguro y cerrar las ventanas.
—¿Cómo entraste a la casa?—
—No preguntes—
El resto de la noche estuvieron platicando en voz baja sobre las pinturas de Katherine y el éxito que estaban teniendo, sobre lo mucho que se habían extrañado durante el día e intentaban contenerse a repetir lo de la noche anterior porque ese cuadro tenía que terminarse ya.

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Sempiterno • Timothée ChalametDonde viven las historias. Descúbrelo ahora