18. Indicios

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—Despierta preciosa— susurró con voz ronca mientras tocaba la nariz de Katherine con la punta de su dedo.
Ella despertó con una gran sonrisa y acarició las mejillas de Timothée.
—Aquí sigues—
—No quiero irme—
—No lo hagas—
Él rodeó su torso y siguió hablando
—Mientras dormías... estuve pensando en si querrías salir alguna de estas noches—
—¿No es muy arriesgado?—
El muchacho levantó las cejas y sonrió evidenciando que toda esa situación ya era algo arriesgado.
—Entiendo pero, hace poco volvieron a encontrar cuerpos en las cuevas— aclaró preocupada.
—¿En verdad?— arrugó la frente dejando la conversación en silencio por unos momentos, pensativo —Conmigo estarás a salvo, no te preocupes— dió un beso en su frente y siguió hablando.
—Quiero aprovechar el tiempo, hablar contigo a todo momento, ya no quiero que tus sentimientos hacia mí sean solo letras que tengo que leer en una carta— declaró el joven con una mirada de tristeza, Katherine correspondió la mirada por unos segundos hasta que aquella palabra resonó con temor en su cabeza carta carta carta CARTA. Timothée no entendía por qué se había puesto tan alterada buscando con la mirada por su habitación, trató de preguntarle pero ella no escuchaba.
—¡No puede ser, la carta!— se levantó de la cama a buscar entre su ropa, revisó cada una de las bolsas que tenían sus prendas de vestir y no encontraba nada.
—¿Qué carta?— volvió a preguntar el joven.
—Una carta que escribí para ti. Iba a dártela pero ya no lo hice...—
El chico actuó comprensivo y la ayudó a buscarla en toda la habitación, entendía lo riesgoso que era que alguien en aquella casa la encontrase pero no podía ignorar la curiosidad y emoción que sentía ¿Por qué le preocupaba tanto a Katherine? Tenía que ser algo realmente íntimo ¿Ella lo amaba? ¿Confesaba sus sentimientos? Genuinamente necesitaba encontrar esa carta.
Por otro lado Katherine esperaba lo peor ¿Y si esa era la razón por la que Bennet había estado así un día antes? Y no lo culpaba, sería bastante comprensible que se molestara.
—Tim, tengo que buscarla pero debes irte, las mucamas no tardan en venir a despertarme—
—Bien, ¿te veo en la noche?—
—Sí— lo abrazó respirando en su cuello con cariño —Te veo en la noche Tim—
—Voy a salir, pero por favor, no te asomes—
—Espera ¿Cómo te irás? Te van a ver—
—No, confía en mí, solo no te asomes—
Ella aceptó insegura, en aquel instante mientras cerraba la ventana del balcón escuchó un caminar por las escaleras, quitó el seguro de la puerta para disimular y brincó a la cama.
—Señorita Wood, buen día— dijo la mucama abriendo gentilmente la puerta
—Buen día, pase—
La mujer del servicio comenzó a abrir las ventanas y levantar el cesto de ropa, al ver eso Katherine estuvo a punto de hablar pero se retractó ¿Que iba a preguntar? ¿Disculpe señorita mucama, no vió entre mi ropa una carta dirigida al joven Chalamet? No.
Pero fingiendo que caminaba por el pasillo observó hacia donde llevaban los cestos de ropa. Los llevaban a la lavandería que estaba justo enfrente de la bodega donde la abuela Smith tenía sus pinturas resguardadas, así que es probable que nadie de la familia hubiese visto nada, dado que no es una zona muy concurrida. Esperó hasta que la mucama se fuera de la lavandería para buscar y  revisar cada cesto y repisa con la ropa seca, pero no rindió frutos, no había nada. Antes de marcharse dió un vistazo rápido a la puerta del taller de la abuela Smith, una puerta bastante vieja y asegurada, tenía tantas ganas de ver sus pinturas. Solo dió la vuelta para volver al pasillo cuando se topó en él con la mujer.
—¿Todo bien?—
—Sí, solo buscaba algo en mi ropa—  siguió caminando pero la abuela Smith volvió a hablar detrás de ella —¿,La carta?— la sangre bajó velozmente por su cuerpo, aunque quisiera no podía disimularlo —¿Carta?—
—Yo también me casé con alguien que no amaba— se dió la vuelta y siguió caminando. Katherine se quedó inmóvil, tenía miedo, vergüenza y desconcierto.

Bajó al comedor sin querer ver a nadie a la cara, sentía que todos lo sabían, pero en realidad aquel almuerzo fue bastante normal, de hecho Bennet estaba entusiasmado hablando de sus planes para la boda.
—El sastre vendrá esta tarde a tomar sus medidas para el vestido de bodas—
—Maravilloso—
—Ya no coma esos panes señorita, tiene que entrar en el vestido— interrumpió la madre de Bennet. Katherine alejó el plato de la mesa y siguió bebiendo de su jugo.
—A partir de hoy y hasta el día de la boda les darán una dieta estricta estos dos— agregó la mujer levantándose de la mesa.
—Lucirá bella de cualquier forma— agregó Bennet en voz baja.
—Gracias— dijo en una voz apenas audible, se sentía pequeñita cada vez que su futura suegra le hablaba, como si fuera insignificante cada esfuerzo que hacía por encajar allí, eso la llenaba de enojo. Además se sintió culpable con Bennet por unos segundos, pero se disculpaba pensando que aún no estaban oficialmente casados.
Y con más razón lo único que podía pensar era en recuperar esa carta a toda costa así que aquella noche esperó a que todos durmieran para entrar al taller a escondidas, no tenía la llave pero si un filoso cuchillo. Abrió la puerta y enseguida percibió el polvo en su nariz, decenas de bastidores apilados cubiertos con sábanas y algunos otros sobre caballetes llenos de telarañas.
Alumbró con su vela el escritorio, había papeles y tinta a medio escribir cubiertas de polvo, al parecer no habían usado ese taller en mucho tiempo, aquello le quitó las esperanzas de encontrar la carta. Se acercó a uno de los caballetes dejándose llevar por su curiosidad, al retirar la tela pudo ver un hermoso cuadro de una joven mujer sentada sobre el pasto mientras el viento movía su cabello, y el cielo estaba pintado de colores vibrantes. En la esquina inferior derecha con una pincelada más gruesa tenía la firma "Srta.Smith" Aquel autorretrato de la señora Smith le pareció bellísimo, se notaba lo mucho que había influenciado a su madre. Movió el cuadro para ver los que había detrás y encontró uno que le provocó un escalofrío agradable, era una pintura de su madre sin ropa y con una sábana que apenas tapaba sus genitales, era una pintura tan diferente a las otras, tan plana y fría que por un momento pensó que algún amante de su madre le habría hecho aquella pintura, quizás su padre en algún punto antes de que la concibieran. Por instinto sus ojos bajaron al cuadro y la firma decía "Srta. Smith. para mi amada pintora"
Katherine sacudió la cabeza tratando de entender, observó ambas pinturas con obsesión hasta que sus manos tomaron con decisión el cuchillo y comenzó a raspar en la firma de la primer pintura que había visto, la de la mujer en el pasto. El óleo comenzó a caer, había una capa sobrepuesta así que el óleo no se había aferrado al lienzo sino a la capa de pintura que ya había. "Srita. Wood" decía el cuadro, seguido del "Para mi amada pintora".
Las manos de Katherine comenzaron a moverse de forma errática, la rabia invadió su cuerpo y el calor inundaba su cabeza. Raspó en la firma de los cuadros detrás de estos y era lo mismo, todos cubrían la firma de su madre con un "Srita.Smith".
Salió del taller sin importarle si había dejado evidencia o no. Al entrar a su habitación comenzó a llorar desconsoladamente hasta que los golpes en su ventana le brindaron calor, corrió a abrirla y se abalanzó a los brazos de Timothée quién solo la sostenía fuerte y acariciaba su cabello.
—¿Qué ocurrió? Me preocupé—
—Ni siquiera lo sé— digo entre sollozos —Solo quédate aquí esta noche—
Timothée aceptó y se recostó en la cama mientras acariciaba las mejillas de Katherine en silencio.

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Sempiterno • Timothée ChalametDonde viven las historias. Descúbrelo ahora