Sempiterno • Timothée Chalamet

11. Labios

—¿Llevaste a la montaña a esa chica?— preguntó en tono despectivo.
—Si, le mostré el lugar a la señorita Katherine ¿Cuál es el problema?—
El anciano rió irónicamente, evidentemente molesto le lanzó aquella mirada a Timothée.
—Padre, he hecho tanto por ti, he arriesgado tanto, te lo pido, no le hagas nada—
—Su sangre no sirve más que para consumirse, no es pura ni digna de procrear—
—¡No es por eso! Ella no lo merece—
—Déjame hacerme cargo—
—¡No!—
—No podrás protegerla toda su vida—
—¿Por qué haces esto? Ella te ayudó cuando estabas muriendo—
—No, tú querías eliminarme, ella solo contribuyó a mi agonía—
—No es así, te estaba protegiendo de tu propio peligro, por ti y por los demás, mirate ahora, quieres seguir dañando a esta gente cuando ya tienes suficiente para consumir—
—Protegete de aquellos malignos de Francia, no de mí, así es nuestra vida y lo sabes—
—¿Ellos? Pero ¿Qué tienen que ver?—
—Los de Francia... fueron quienes me atacaron e hicieron que casi muriera—
Timothée no comprendía pero las pesadas manos de su padre se encabajan más en su pecho y su ropa, además era astuto y difícil de manipular, se dió cuenta de lo que su padre hacía. —No cambies el tema, por favor, solo alejate de los Wood, es todo—
Su padre lo empujó amenazante, podía sentir su caliente aliento a hierro en su nariz y sus pálidas y pesadas manos apretar su ropa con fuerza cada vez más —Tienes prohibido procrear con ella, olvídala, ella morirá cuando apenas estés cumpliendo 1800 años— lo soltó con desprecio y se perdió entre la oscuridad de la casa. La última vez que se había intentado alejar de ella se había sentido miserable, no la quería hacer sentir mal, no quería alejarse de ella, pero no quería que nada malo le pasase, aquella noche salió a caminar para tratar de olvidar lo que su padre le había dicho, pero la intención real es que trataba de vigilarlo todo el tiempo, ya no quería que siguiera cazando en Lancaster pero era casi imposible convencerlo de ello. Caminando hacía el bosque, al pasar frente a la casa de Katherine pudo ver su silueta en la ventana riendo con su hermano, lucía tan feliz y auténtica. No le quedó otra alternativa que hacerle caso a su padre y alejarse de ella, pero esta vez le avisaría.

A la mañana siguiente los sollozos provenientes del pasillo despertaron a Katherine, adormilada se aproximó y vió a su tía llorando frente a la ventana
—Tía... ¿qué ocurre?—
—Regresó— tomó su puño acercándolo a su boca —Más muertos— la joven la abrazó consternada. No pasó mucho rato para que fuera noticia en todo el pueblo, la familia para la que su tía trabajaba como nana había sufrido la perdida del padre y la familia se mudaría lejos.
—En la noche será el funeral— la mujer secó sus lágrimas y caminó a su habitación, a Katherine le dolía mucho ver así a su tía, pero entre tantas situaciones lo primero que pensó es que su tía ya no tenía ingresos, tenía que ayudarla y aún necesitaba ahorrar para irse lejos con Kenneth.

—Vende tus pinturas— se acercó Kenneth —Yo quiero trabajar pero tu puedes venderlas—
—Kenneth... ¿Cómo?... No, no trabajarás aún—
—Yo quiero comprarte la pintura de mamá, pero no tengo dinero—
Sintió una inmensa ternura ante el gesto de su hermanito —Que buena idea, lo apartaré para ti y venderé el resto— dudaba bastante, difícilmente le comprarían a ella una pintura, pero era una opción que no iba a descartar, pensó por mucho rato como podría hacerlo, para ese momento tendría unos 10 cuadros hechos. La brillante idea vino segundos después de ver aquel estuche de pinturas que Timothée le había regalado.

—Buen día, ¿Podría hablar con usted?—
—Claro... Pase. ¿Todo en orden?—
—Sí, bueno no, ya sabe lo que pasó de nuevo... mi tía trabajaba para ellos—
—¿De verdad?—
—Sí, afectó bastante, todo—
—Es una pena— tomó aire, pensativo.
—Quería pedirle su ayuda, si no es mucho, claro—
—No, dígame—
—Debido a la situación económica, quisiera empezar a vender mis pinturas, pero dudo que aquí se vendan y me compren—
—¿Si quiera las han visto? Su madre era popular aquí—
—No... Pero usted sabe cómo es esto. No quiero que piensen que quiero creerme un... Reemplazo. Quisiera que me ayudara a venderlas, ya sabe, como un representante— frotó sus manos contra sus mejillas —Dios, es demasiado lo que le estoy pidiendo, lo lamento es que estoy en crisis y pensé que era buena idea—
—Señorita Katherine—
—me siento avergonzada, usted me dió todo esto y estoy abusando de sus amabilidades—
—Señorita Katherine—
—no lo voy a molestar, se que no es fácil comenzar nada pero tengo que verlo por mi misma, o buscar otro ingreso—
—¡Señorita Katherine!— habló tocando su brazo amablemente para que pudiera voltear a verlo —Está bien, si lo haré, conozco a mucha gente que le encantaría comprarle, es un trabajo exótico—
—¿De verdad?—
El muchacho le sonrió acariciando su brazo, ella se percató de esto y sintió un cosquilleo en el estómago, y como si él pudiera sentirlo retiró el brazo apenado inmediatamente —Ejem... La ayudaré, deme las pinturas que desee vender y yo me encargo—
—Muchísimas, muchísimas gracias— comenzó a sacar las pinturas del gran manto que cargaba.
—¿Les puso su firma?—
—Sí, todas traen—
—Perfecto, si quiere déjeme todas—
Había llevado todas, excepto la de su madre y aquella que pintó de él en las montañas. Timothée lo recordaba perfectamente.
—¿Y el cuadro que pintó de mí? Quiero comprarlo, debería traerlo—
—Pensaba obsequiarselo—
—¿En verdad?— sintió miles de murciélagos revolotear en su interior.
—Claro, no permitiré que usted lo compre, ha, hecho bastante por mí, me siento en deuda—
—Bueno... en ese caso, puede pagarme con una cena—
—¿Una cena?—
—Sí, esta noche, solo que yo preparo todo y usted solo viene a acompañarme—
La joven se rió pensando que estaba siendo sarcástico, pero no tardó mucho en darse cuenta que lo decía en serio.
—¿Acepta?—
—Acepto, claro—
—Muy bien, entonces la veré esta noche para cenar ¿a las 7 está bien?
—Perfecto—