Lucy | Harlivy

Capítulo 1: El comienzo

En la actualidad...

En una apacible tarde de primavera en Gotham City, Harley Quinn y Poison Ivy se deleitaban con un merecido descanso en su nuevo hogar.

La casa, rodeada de exuberantes jardines y protegida por una alta cerca, se erigía como el refugio perfecto para la peculiar pareja y su pequeña hija, Lucy, que hace un par de semanas había cumplido años.

Harley, con su cabello de dos tonos ondeando al viento, se relajaba en una cómoda hamaca mientras hojeaba un cómic. A su lado, Poison Ivy, con su larga cabellera roja y vestida con un conjunto de hojas entrelazadas, sumergida en la lectura de un libro sobre botánica.

El sonido de la risa cristalina de Lucy resonaba en el aire mientras la pequeña jugaba en el césped, correteando tras las mariposas. El sol se filtraba entre las hojas de los árboles, creando un mosaico de luces y sombras en el exquisito jardín.

En esos momentos de serenidad, Harley y Ivy encontraban la paz y la dicha que tanto habían anhelado. Su relación había evolucionado a lo largo de los años, y ahora formaban una familia única y extraordinaria.

Harley apartó la vista de su cómic, observando a su amada.

—¿Te das cuenta, roja? Hemos logrado todo esto. Tenemos una casa, una familia... ¡somos como una versión disfuncional de los suburbios! —exclamó con una amplia sonrisa.

Su esposa soltó una suave risa y levantó la mirada de su libro.

—Es ciertamente peculiar, pero es nuestra versión de la felicidad. Me siento tan agradecida de tenerlas a ambas en mi vida.

En ese instante, Lucy se acercó corriendo con una mariposa en la mano.

—¡Mami, mami! ¡Mira lo que atrapé! —exclamó emocionada, mostrando su pequeño tesoro.

Harley aplaudió con entusiasmo y se levantó de la hamaca para abrazar a Lucy.

—¡Eres toda una cazadora de mariposas, Lucy! Pero recuerda, nunca hagas daño a los seres vivos, solo admíralos y cuídalos.

Lucy asintió, comprendiendo las enseñanzas de su madre, Harley.

A sus cortos seis años, ya demostraba una curiosidad innata por la naturaleza y un amor profundo por todas las formas de vida.

Mientras tanto, Ivy se acercó hacia ellas y acarició el cabello de Lucy con ternura.

—Eres un espíritu libre, mi pequeña. Tienes el poder de la naturaleza corriendo por tus venas, al igual que tu madre y yo.

La niña miró a sus madres con ojos brillantes, absorbiendo cada palabra con avidez.

Era sorprendente el parecido que compartía con ambas, esos ojos azules que hacían recordarle a Ivy a su esposa Harley cada vez que los miraba, su rubio cabello, las expresiones faciales que a veces podía copiar de ambas, y no olvidemos su amor por la naturaleza.

Simplemente era la combinación perfecta de ellas dos.

Lucy sabía que era amada y aceptada incondicionalmente. Había heredado algo más que los genes de ambas: había heredado su amor, su fuerza y su espíritu indomable.

—¿Qué tal si jugamos un rato juntas? ¿Te parece, Lucy? —dijo la pelirroja, haciendo que su hija sonriera de oreja a oreja.

Ella asintió, pero antes de que ambas se fueran, Harley las interrumpió:

—¿Les importa si también me uno?

Su hija rio, y luego respondió:

—Claro que no. ¡Vamos, mami!