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Termino mi turno en Upcide. El día de hoy acabó conmigo. Si solo hubiese follado, mi día tal vez hubiese mejorado, pero, hoy al parecer no me toca.

—Hola —dice una voz a mi espalda. Es uno de los dos hombres que pidieron hoy en la tarde que los atendiera. Su mirada me decía lo que su boca no.

¿Follo o no follo?

—¿Qué desea? —pregunto. Debo reunirme con Keira, así que más le vale ser rápido.

—¿Aceptarías salir conmigo hoy —pregunta.

Salir...salir. He quedado con Keira, no ha sido un buen día para ella y aunque el mío tampoco, mi deber como mejor amiga es acompañarla. Decirle a Keira de salir, es como mencionarle el infierno. Bastante la convencí la noche anterior.

Sin embargo, el me puede dar otra cosa que quiero.

—Quieres que te hable claramente o te invente una excusa.

—La verdad, siempre —contesta él.

—Hoy no puedo, una amiga me necesita —él asiente—, pero tengo unos minutos para aprovecharlo...sin ropa.

En mi interior me muero de la risa al ver su cara de asombro. Creo que me he pasado de directa.

—¿Eh? —es lo único que expresa.

—Olvídalo —me dispongo a seguir con mi camino, pero, me toma de la muñeca y me empuja hasta él. Su boca se pega a la mía en un beso exquisito. Cuando mi lengua ha invadido varias veces su boca, nos separamos, pero no mucho.

—Vayamos a mi auto —me dice al oído.

No digo nada, solo sigo sus pasos.

—No dispongo de mucho tiempo —le digo cuando va a ocupar el asiento frente al volante—. Siéntate atrás.

Él, sin protestar hace lo que digo. Ocupa el asiento trasero y yo lo sigo cuando entro al auto. Retiro mi braga y se la coloco en el bolsillo de su camisa.

Comenzamos con besos, besos lentos, según el ritmo de él. Rápidamente me aburro y le pongo más intensidad a ese beso. Llevo mi mano hasta su sexo y lo acaricio. Él imita mi acción, lleva la mano hasta mi sexo por debajo del vestido, abro más mis piernas. Llevo mis dos manos hasta su pantalón, desabrocho el cinto y el botón, liberando su erección. Mi mano se mueve sobre su sexo, la de él sobre mi clítoris. Todo se vuelve intenso, caliente, soy lava volcánica.

Busco en mi bolso un preservativo. Lo tengo bien ubicado, así que lo encuentro sin problemas. Rasgo el envoltorio y con agilidad se lo coloco. Me muevo hasta sentarme encima de él, su erección entra en mi rápidamente.

Apoyo mis manos en el asiento delantero y comienzo a dar saltos sobre él.

No es que obligatoriamente tenga que tener sexo todos los días, pero el imbécil de la mañana me dejó caliente.

La mano del hombre se situa sobre mi clítoris y comienza a acariciarlo rápidamente, acompañando mis movimientos.

Nuestros gemidos se mezclan e intensifican dentro del auto. Mi cuerpo me envía las alertas de un próximo orgasmo.

Uno, dos, tres movimientos más y el orgasmo aparece. Al contraer las paredes de mi sexo escucho un gemido de su parte. A pesar de que ya me he corrido mantengo mis movimientos hasta que lo escucho maldecir. 

Me bajo de encima de él, busco en mi bolso unas toallitas para limpiarme. Recojo mis bragas...

—Te las dejaría, pero tengo cosas que hacer antes de ir a mi casa— le digo mientras me la pongo.

Mi loca perdición Donde viven las historias. Descúbrelo ahora