22.

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¿Por qué intento hacer cosas que claramente no quiero? ¿Por qué con tal de no sentirme vulnerable a él me entrego a otras sensaciones que probadamente no me otorgan el nivel de satisfacción que logra él? ¿Por qué mi cuerpo discrepa tanto con mi mente cuando antes corrían un mismo sentido?

Sus palabras retumban una y otra vez en mi mente. Me acaba de tachar de hipócrita por no ser consecuente con lo que siento. ¿Cómo mierda explico que tengo miedo? ¿Cuántas veces más me volveré vulnerable a él?. Acaso no ve las cosas que ha hecho conmigo, cosas que no había hecho y probablemente nunca haría con nadie.

Aquí está el resultado de dejar que avanzara pasos que no permitía a nadie avanzar. Sabe lo difícil que es esto para mí. Le he entregado mucho, aunque para él no sea nada, para mí es mucho más de lo que quería y estaba dispuesta a dar. Sin embargo, él sigue sediento de más.

Últimamente estoy más rara que nunca. No sé ni siquiera como explicarme. Muy adentro de mí vibra alocadamente algo cuando lo veo cerca e incluso cuando se marcha. Ya esto está dejando de ser un puto juego. Nos estamos involucrando más que un maratón de sexo. Y me asusta, realmente me asusta.

No lo pienso más, si lo pienso mucho no actúo. 

Voy a hacer lo que pretendía antes. Demostrarme una vez más si estoy haciendo rechazo a otros cuerpos, por estar sumergida completamente en uno.

Busco la dirección que me había dejado Baris en un mensaje.  El trayecto hasta ese sitio fue una tortura. Me debatía una y otra vez si estaba haciendo lo correcto. No voy a retractarme, tengo que dejar de luchar contra el hechizo de Enzo F y eso solo lo haré cuando me de cuenta que no voy a encontrar en otro sitio lo que encuentro ahí.

Llego al fin al sitio. El lugar era una cabaña en medio de la nada prácticamente.

Genial. Podré gemir abiertamente —es lo primero que pienso. Buscando lo bueno de esto, aunque claramente estoy pasando trabajo.

―Hola preciosa —saluda Baris en el centro de la puerta con una sonrisa―. No te arrepentirás de haber venido.

¿En serio? ¿Qué harías si te dijera que ya me estoy arrepintiendo?.

Se corre de la entrada permitiendo mi paso. La cabaña dentro es un poco fea, un poco no, muchísimo. Parece ser propiedad de un empedernido de la caza de animales. Había gran cantidad de ellos embalsamados. Los mueves eran cubiertos por pieles de estos.

¡Me quiero ir! ¡No voy a luchar más! ¡Esto no me da buena espina!

Siento el cuerpo de Baris atrás de mí. Su mano ya comienza a acariciar mi cuello mientras su boca se encuentra cerca de mi oído.

—Quiero hacerte gritar mi nombre hasta que no te queden fuerzas ―susurra.

Mierda.

¿Por qué ese gesto no le queda sexy? ¿Por qué mi sexo no empieza a expresar su excitación?

Me giro brusco hacia él. Debo actuar por mis medios, de lo contrario ni aunque me coma deliciosamente cada parte sensible de mi cuerpo sentiré algo. Lo primero que reparo es su cuerpo, cubierto por un simple short de mezclilla rasgado.

Tiene un cuerpo trabajo, sí, pero le falta algo…no sé, para volverme eufórica por probarlo. Llevo mis ojos a los suyos. En cuestiones de segundos busqué una profundidad en ellos…una profundidad que no percibí.

Joder.

Andrea debes dejar de pensar en Enzo o no serás capaz de dar un paso más —Me recrimina mi conciencia.

No quiero, no puedo maldita sea —contraataco.

―Lo siento Baris, estoy indispuesta ―comento pasando de él en dirección a la puerta.

Mi loca perdición Donde viven las historias. Descúbrelo ahora