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Todavía me quedaba la duda si el sexo que tuve aquella noche de verdad sucedió o solo fue en mi mente. Si sucedió quién será el implicado.

Llevaba todo el maldito día pensando en Enzo. Por mucho que me concentrara en algo más, ahí aparecía él en mi mente. No podría huir de nuevo. He llevado cuatro pésimos años, por mucho que delante de los demás era tan radiante como siempre, en la noches en mi habitación era una locura.

No entiendo cómo pude llegar a este punto. Lo que solo empezó como un juego terminó en algo más. Mi mente me repite constantemente que tenga cuidado, que pudo involucrar mucho y ahora sí tengo que perder, el hielo que creé durante años para envolver el corazón. Pero, aunque mi mente sea las más cuerda, mi cuerpo actúa por sí solo.

De tanto pensar en él terminé llamándolo por videollamada. Utilicé ese método, porque es el que él utiliza para llamarme. Además, quería verlo. A esta altura no puedo engañar a nadie.

Al verlo le digo lo que verdaderamente pensaba. No medité las palabras, no busqué las correctas, utilicé las que sentía. Encontrarme con Maurice a pequeños centímetros de él con tan poca ropa y evidentemente en una habitación no me dio ni puta gracia. Me molestó de una forma que no pude controlarlo.

Sé que estaba actuando como una mujer celosa, algo que no combina para nada conmigo, pero no podía pasar de lo que sentía.

Mi teléfono suena. Miro la pantalla buscando el protagonista de dicha llamada. Es un número desconocido.

—Dime —comento.

—Hija...—contesta desesperada Loyce.
Cuelgo sin darle chance a decir más nada.

Tengo muchas pendejadas en las que pensar para que Loyce venga a traerme más disturbios a mi cabeza.

Por eso elegía follar y vivir la vida al máximo. No me preocupaba absolutamente por nada. Ahora soy un puto problema de Matemáticas en el que ni siquiera yo sé la solución.

Mi teléfono vuelve a sonar, esta vez es Enzo. Elijo apagarlo.

Intentaré dormir o mañana amaneceré con unas ojeras que entonces sí no sería una loca espiritualmente, físicamente también.
                                                  
                           ***
La mañana en el gastropub es una locura. Cuando menos ánimo tengo de trabajar es cuando más las personas desean visitar el gastropub.

Obviamente pasé trabajo para dormirme. Me levanté con cara de protagonista de las películas horrorosas que ve Keira. Tuve que pasarme largos minutos en maquillarme.

Decido sonreírle a la vida. Así que cambiaré mi estado. Al fin de cuentas hoy es el último día de trabajo, día de fiesta. Debería estar feliz solo por eso. Me beberé una decena de whiskys y bailaré hasta que me duelan las piernas.

—Tengo un plan —le digo a Eileen.

Eileen está en un trance con Liam. Aunque ambos se atraen enormemente la relación de ella con Jack, la personalidad y negación de Liam a enamorarse, son solo algunos de los factores que les complican la vida.

—Beberme una docena de whiskys y terminar en la cama de cualquier idiota. ¡No gracias! —expresa ella.
Le dedico un mohín.

—Iba a decir salir a bailar y conocer chicos, claro —contesto.

—Suena demasiado tranquilo para que se te ocurra a tí —dice haciendo que ría.

—En teoría, en la práctica es exactamente como lo dices tú —declaro.

Nos quedamos observándonos y terminamos riendo.

—¿Aceptas? —inquiero. Ella parece pensarlo unos segundos.

Mi loca perdición Donde viven las historias. Descúbrelo ahora